Opinión

Rufián: las balas de la vergüenza

La vía independentista parece no tenerlo nada fácil mientras entre ellos siga reinando la división

Un Congreso que ha sufrido un golpe de Estado, con un edificio en el que aún se conservan los impactos de bala de Tejero; un país que ha vivido 40 años bajo el terror de ETA, no merece que desde la tribuna de la Cámara se despliegue una exhibición de casquillos de balas como hizo el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, para recordar el drama del salto a la valla de Melilla.

Este incidente resta credibilidad, además de respeto, a una formación que lidera Cataluña, que debería estar a la altura de lo que significa gobernar. Serán las balas de la vergüenza porque el Congreso no es lugar para esas performances a las que algunas formaciones nos tienen acostumbrados, y menos cuando realmente le resta valor a la propia ERC en una semana clave para los intereses independentistas. Seguro que algún comentario tendrá esa intervención de Rufián mostrando las balas en la esperada reunión que hoy mantienen el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la Generalitat, Pere Aragonés. Sentarse a negociar justo cuando la fiscalía pide para la presidenta del Parlament, Laura Borrás, seis años de prisión por prevaricación y falsedad documental y a sabiendas de que, por primera vez en cinco años, la Justicia europea –aunque de momento no sea vinculante- está dando la razón al juez Llarena para que se ejecute la euroorden sobre el que fuera president de la Generalitat, Carles Puigdemont, abonan el camino de los acuerdos y del entendimiento, como anuncia el ministro de Presidencia Félix Bolaños.

Fricciones entre los independentistas

Realmente poco se sabe de hasta dónde se va a llegar en este encuentro teniendo en cuenta que la prometida mesa de diálogo, en lo que va de legislatura, se ha reunido tan sólo una vez. Podría parecer bastante inútil ese encuentro y más con el dardo lanzado por Pedro Sánchez en el Congreso espetando a los de ERC que lo razonable sería que a esas reuniones acudiera una representación del gobierno catalán al completo, esto es, en compañía de sus socios de Junts. Una cosa es que haya diferencias en una coalición de gobierno, es obvio teniendo en cuenta también que en España poca costumbre hay de coalición, la otra es que exista y se exhiba constantemente enemistad, que se va por libre como demuestran hacer las formaciones independentistas, aunque supuestamente compartan un objetivo común.

Esa división del separatismo catalán es la que va a propiciar que se avance poco o nada, es la que le va a servir al Gobierno para demostrar que con unos independentistas divididos es complicado o imposible sentarse en una mesa de diálogo, al margen de la aparente sintonía que puedan tener los dos líderes. Visto lo visto, en pleno verano ya, con un inicio de curso que va a ser una carrera de obstáculos electoral, con un país que las pasa canutas, cierto es que al final lo que a ellos les parece importante, para el resto de mortales no lo es. La vía independentista parece no tenerlo nada fácil mientras entre ellos siga reinando la división. Luego, ya sabemos, todo será culpa de España, de la persecución por parte del Estado, cuando la pelota la tienen en su propio tejado. El PSOE les meterá el gol de seguir así, con razón.  

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