Opinión

¿Y si Sánchez se hace un Biden?

Prendo la radio, como dicen en algunos países que hablan español, y siento que los titulares de los grandes programas matinales están de vacaciones. No pasa nada. En realidad, en este país no pasa casi nunca nada, y menos en estos tiemp

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su encuentro con el expresidente de la República de Costa Rica Carlos Alvarado

Prendo la radio, como dicen en algunos países que hablan español, y siento que los titulares de los grandes programas matinales están de vacaciones. No pasa nada. En realidad, en este país no pasa casi nunca nada, y menos en estos tiempos en que la ciudadanía traga lo que no se puede tragar y menos digerir.

A falta de conocer la citación de Sánchez como testigo del caso de su mujer para el 30 de este mes, algo que conocimos el lunes al terminar las tertulias radiofónicas, que hace falta tener suerte, el verano radiofónico ha empezado trayendo a Pedro Sánchez un plácido arranque de semana con la salida de Joe Biden. Por fin ha podido afeitarse sin los sobresaltos habituales de las emisoras canallas que escuchan la mayoría de los españoles. No están algunos de los grandes y esa paz matinal se nota. Hay que ver cómo lo agradecen los edecanes de Sánchez en la Moncloa acostumbrados a ver en el rictus de Frances Vallés el nombre de la emisora con la que ha empezado el día.

Es difícil creer que haya un solo español que no conozca la renuncia de Biden. Y no sólo, también de quién le va a suceder, del equilibrio de fuerzas en el partido demócrata, las posibilidades de Kamala Harris o de los gobernadores de Illinois, Virginia Occidental o Michigan. Escucho comentarios, opiniones y datos de contertulios que parecen vivir en Estados Unidos. Me cuentan lo que allí está pasando con una convicción que ya quisiera uno que gastaran para el nuestro. Y entonces me siento igual que un cubano frente al transistor: ¿Y de lo mío qué?

Y así pasan los minutos. Las ocho, las nueve, las nueve y media y el toro Catedrático que sigue enchiquerado. En realidad, es poco más que un sobrero. Biden, y algo de la ley de Extranjería que hoy se ve en el Congreso. Hay que ver lo caprichosos que somos los periodistas. Llevamos días, semanas, contando noticias, y a cuál más comprometida, sobre la mujer del presidente, y de repente, por obra y gracia de Biden, las cosas de Begoña Gómez, que son sobre todo las de Pedro Sánchez, desaparecen.

Este absentismo informativo no es obra del laboratorio de la Moncloa, que a tanto no llega, y sí de la desmesura y el seguidismo lanar de los medios cuando dan con una información -noticia es otra cosa-, que cuentan a una audiencia que creen que tiene pasaporte norteamericano y no español.  Sigue dando miedo salirse del redil informativo y, sin embargo, sólo aquello que es capaz de diferenciarse lleva dentro el marchamo del éxito y el interés.

Sí, presidente, sí, sumando los nacionalismos que pasan por moderados, los radicales, los separatistas, los amigos de la Eta y los supremacistas de Puigdemont, eran y son más

¿Qué estaríamos leyendo o escuchando sin la renuncia de Biden? ¿Qué de haber conocido el domingo la citación de Sánchez para el 30J? Sin duda que la forma en que el caso de la cátedra de su señora le desgasta y ahoga. Y con toda seguridad el recordatorio de que se cumple un año de las elecciones generales del 23J. Un año ya de aquella actuación del presidente, descaradamente mentirosa, cuando pasadas las ocho de la tarde, y después de haber perdido nuevamente las elecciones, proclamó urbi et orbi aquello de “somos más”. Y sí, presidente, sí, sumando los nacionalismos que pasan por moderados mientras los socialistas les dejan gobernar, los radicales, los separatistas, los amigos de la Eta y los supremacistas de Puigdemont, eran y son más. ¿Quién se lo va a discutir?

Un año así se ha hecho largo. Quedan tres, que Pedro Sánchez asegura que cumplirá cueste lo que cueste…a los españoles. Un año después, y entre medias, la carta en la que amagó con dimitir, más el escándalo de una esposa que guarda silencio frente a las presuntas corrupciones de la cátedra inventada para quien jamás pisó una Universidad. Pero faltaba la evidencia de que el caso de la silente esposa fuera claramente el del marido, y eso es lo que viene a demostrar el juez Peinado convirtiendo en testigo al presidente del Gobierno. ¡Pobre del juez que cumple con su obligación y no olvida que todos somos iguales ante la ley, mejor que no lea hoy algunos periódicos!

Sánchez, como Biden, tiene un problema con la memoria, si bien el primero la tiene en relación con la verdad y el segundo con las neuronas. Son cosas distintas. Y aun siéndolo, y como si uno fuera un insignificante remedo de Luther King, querría afirmar eso de I have a dream: Tengo un sueño.  El sueño de un país en el que nos gobierne alguien imperfecto, pero en lucha permanente con la mentira. Sólo eso.

Aquí, en nuestro país, no soy capaz de imaginar la cara de Sánchez el día que vea la del juez que investiga el caso de su mujer. Su caso

Claro, claro, es un sueño que el presidente se haga un Biden. Tiene 52 años y está sano. Su aspecto es el de un hombre saludable que, fuera de España, sonríe a todo aquel al que se acerca. Aquí, en nuestro país, no soy capaz de imaginar la cara de Sánchez el día que vea la del juez que investiga el caso de su mujer. Su caso.

He tenido un sueño, sí, el sueño de que alguien, sin necesidad de mentir, pueda decir eso de que somos más. Un año después, algunos siguen creyendo eso, que son más, pero la realidad es que muchos sentimos lo contrario, que somos menos. Y les aseguro que hemos llegado a un punto en el que esto ya no va de cantidad. En siete días será 30 de julio. Toca esperar. ¿Quién sabe?  Hasta puede que el mismo día 30 por la tarde se ponga a escribir una nueva epístola y no sea en vano.    

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