Hay caminos y caminos. Pedro Sánchez podría haber elegido el alemán, que transita por un escenario de "alivio fiscal" para las familias frente a la inflación. Pero ha escogido el del castigo impositivo a los empresarios, como fuente de ingresos para financiar unas ayudas directas destinadas, al igual que en Alemania, a proteger a los hogares del IPC.
Evidentemente, cada Gobierno es libre de elegir el vehículo que considera más adecuado para dejar atrás la crisis. En España suben los impuestos y en Alemania los bajan con el mismo fin. Ahora bien, lo cuestionable, lo peligroso para la economía, es que el Ejecutivo español esté renunciando a una vía como la alemana por motivos políticos e ideológicos.
La clave política tiene que ver con la necesidad de mantener en pie la coalición y el apoyo de los socios parlamentarios. Para Unidas Podemos, ERC o Bildu es un sacrilegio bajar los impuestos. Un peaje que no pueden -o no se atreven- a justificar ante sus votantes, aunque la medida pueda beneficiar a los ciudadanos, a los de izquierdas y a los de derechas, que sufren por igual los efectos económicos de la pandemia y las consecuencias de la guerra.
La clave ideológica es evidente: el presidente del Gobierno no está dispuesto a compartir ni uno solo de los postulados que defienden Génova y, particularmente, el Ejecutivo regional de la Puerta del Sol. Lo primero que propuso Alberto Núñez Feijóo a Sánchez al pisar La Moncloa como presidente del PP fue bajar los impuestos. Y la laxitud fiscal es la piedra angular que sostiene la estrategia de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. También el popular Juanma Moreno, que arrasó electoralmente en un caladero históricamente socialista, ha puesto en marcha una rebaja de impuestos en Andalucía.
Este miércoles, el Gobierno alemán ha anunciado un "plan de alivio fiscal" valorado en 10.000 millones de euros para aminorar el impacto de la inflación en los hogares. La novedad es que actúa directamente sobre el equivalente al IRPF español, elevando los tramos para reducir la carga fiscal a los contribuyentes con menos ingresos, pero también a determinadas rentas medias bajas.
Hay una clave ideológica evidente tras el rechazo a la bajada de impuestos: Sánchez no está dispuesto a compartir ni uno solo de los postulados que defienden Feijóo y, sobre todo, Ayuso
La mayoría de las medidas que ha tomado el canciller Olaf Scholz desde el estallido de la guerra se han materializado a través de los impuestos. Defienden este tipo de artillería desde el Banco de España al FMI, alegando que permite canalizar la ayuda con mayor precisión hacia los estratos de la población más castigados por la crisis. Más oxígeno para unos cuantos y menos café para todos. Además, contribuye a evitar el despilfarro o la picaresca. En España, sin ir más lejos, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) tuvo que investigar si algunas gasolineras se estaban embolsando la bonificación estatal.
En marzo, tras el escalada imparable de los precios energéticos, el Gobierno alemán aprobó una desgravación de 300 euros para todos los contribuyentes, complementada con otros 100 para las rentas más bajas. También rebajó el impuesto que grava los carburantes. Las medidas tienen muchos paralelismos con las desplegadas en España. La gran diferencia está en los canales utilizados: bajadas de impuestos frente a ayudas directas.
La vía alemana no obedece a una reacción de emergencia ante la crisis, sino a una manera distinta de entender la política y la economía
La vía alemana no obedece a una reacción de emergencia ante la crisis, sino a una manera distinta de entender la política y la economía. Una de las primeras medidas que anunció el ministro de finanzas, Christian Lindner, fue una potente rebaja fiscal de 30.000 millones de euros, a desplegar a lo largo de la legislatura. Lo avanzó un domingo de enero en una entrevista en el diario Bild, y precisó que la rebaja de impuestos beneficiaría también "a las clases medias".
El estallido de la guerra en febrero obligó a Berlín a rehacer sus planes. Pero el objetivo a largo plazo no varía. Prueba de ello son las medidas de alivio fiscal anunciadas en marzo y las prometidas este mismo jueves. El gran impulsor de las bajadas de impuestos es Lindner, el ministro más liberal del Gobierno que lidera un socialista, Olaf Scholz. Lindner tiene, entre otros, el encargo de modernizar el sistema de pensiones y mejorar la burocracia administrativa. Dos asuntos que los españoles, desafortunadamente, conocemos bien.
El tándem que forman en tiempos difíciles Scholz y Lindner, líderes respectivos del Partido Socialdemócrata y del Partido Democrático Liberal, viene a demostrar que otra coalición es posible: un Gobierno en el que las creencias ideológicas se va adaptando a las circunstancias con pragmatismo, sin renunciar por ello a los propios principios. Algo inconcebible en la España actual, donde la cerrazón ideológica y la debilidad política de Pedro Sánchez impiden probar suerte con otras recetas económicas que podrían beneficiar a los españoles. Como la bajada de impuestos.