Los independentistas tienen un tinglado montado de dimensiones siderales, una batalla campal pública con la que tiene que lidiar, día sí día también, el president Pere Aragonés. Un escenario enloquecido, por si no tuviéramos bastante con la pésima situación social, laboral y económica que padece Cataluña a la que se añade que Pedro Sánchez les toma el pelo a todos ellos.
Ahora resulta que la mesa de negociación no es importante, porque tal y como dijo el presidente del Gobierno días atrás, “la prioridad es la pandemia”. No hace falta tener demasiada memoria para recordar que el año pasado estábamos sumidos en plena crisis sanitaria cuando se comprometió a esa mesa de diálogo o negociación para resolver lo que denominan el conflicto en Cataluña. Sánchez se comprometió a esa mesa específica, porque lo demás es otra cosa. Son las reuniones bilaterales que han existido desde siempre o las conferencias de presidentes, que poco tienen que ver con la mencionada mesa, tal y como se la vendieron a los independentistas, y por extensión se le vendió a todos los que consideramos que con este Gobierno en la Moncloa, habría alguna posibilidad de salir del callejón sin salida en el que estamos metidos desde 2017.
No hay fecha para la mesa, aunque Sánchez se comprometió a convocarla a principios de año. Aquí los representantes de Junts se quejan de que Aragonés no les tuviera en cuenta, el pasado lunes, en su discurso para conmemorar su primer año al frente de la Generalitat, que mencionara a Pujol pero no a Puigdemont. Se lanzan reproches públicos unos a otros, pero luego en privado, según reconocía hoy el president en TV3, nunca le llaman, aunque forman parte de un gobierno en el que existe un fuego cruzado permanente.
Quizás ese desgaste es el que espera Pedro Sánchez, que los independentistas se maten entre ellos y salir al paso de sentarse en una negociación que ha muerto antes de nacer
Difícil para Aragonés gobernar así, difícil defender una negociación que no existe y que debería funcionar al mismo estilo que se hizo con la reforma laboral, hablando con todas las partes, negociando en silencio, sin salir a la que salta a plantarse ante los periodistas para ver quién la dice más gorda. Ese 52% que representa los independentistas en el Parlament de nada sirve si se pasan todo el tiempo lanzándose dardos, quejas y acusaciones. Quizás ese desgaste es el que espera Pedro Sánchez, que los independentistas se maten entre ellos y salir al paso de sentarse en una negociación que ha muerto antes de nacer. Se decía que Mariano Rajoy era una máquina de fabricar independentistas y Pedro Sánchez, a día de hoy, va por el mismo camino. Una estrategia que ayuda muy poco a Salvador Illa, el líder de los socialistas en la Cámara catalana.
Es decir, lo que no beneficia nada es torear a los independentistas de esta forma porque lo único que van a conseguir con ello es que intenten agrupar fuerzas. Lo harán cuando Junts entienda que perdió unas elecciones, que ERC parece tener otra manera de enfocar el camino para llegar a la independencia pese a que con las reglas de juego actuales, con el voto de los ciudadanos que hablan en las urnas, todo indica que no lo van a conseguir.
Pongan unos y otros los pies en el suelo. Gabriel Rufián, con su soberbia particular, le ha espetado a Sánchez que “afronte el conflicto político en Cataluña porque quizás solo así evite hacer las maletas en Moncloa”. No, no depende de ERC que Sánchez siga en Moncloa, no depende sólo de los independentistas sino de todos los ciudadanos. Lo que sí depende de los independentistas es unirse nuevamente en un proyecto que atraiga a todos los que piensan que Cataluña estaría mejor fuera de España.
Ese ruido de peleas entre los independentistas, al chocar contra el muro que levanta el gobierno central de turno, que no aborda el conflicto como debiera, solo origina un desgaste difícil de entender para la parte de la sociedad fatigada ya de estar siempre sumida en el olvido por parte de los dirigentes. Ciudadanos con Inés Arrimadas al frente no consiguió revertir una situación que es muy compleja para todos, ese corazón dividido entre los que quieren y los que no quieren separarse. Ahora le toca al PSC. Salvador Illa tiene un gran reto, por lo que mejor es que Sánchez deje de tomarle el pelo como hacen los independentistas. Para resolver un conflicto hay que sentarse, dialogar al fondo hasta encontrar la solución. Las urnas hablaron, ahora les toca a ellos entenderse, demostrar algo nivel y altura de miras. Cuídense.