Escribo estas líneas todavía bajo la impresión de lo ocurrido hace pocos días en el Congreso de los Diputados. Un terrorista yihadista condenado a 43 años de cárcel por los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto de 2017 comparecía presencialmente en sede parlamentaria a propuesta de Junts per Catalunya. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta este punto de degradación institucional? ¿Qué descalabro moral ha ocurrido en España para que un terrorista condenado sea llamado a declarar en una comisión de investigación sobre unos hechos ya juzgados y con sentencia firme del Tribunal Supremo?
El foro era la comisión de investigación sobre los atentados creada por exigencia de Junts como contrapartida a su apoyo para la investidura de Sánchez. El objetivo de la comisión nunca ha sido otro que dar carta de naturaleza a una disparatada teoría de la conspiración urdida por el entorno de Puigdemont para vincular al CNI con la comisión de los atentados. Puigdemont y sus corifeos llevan ocho años alimentando la chifladura de que el Estado español, concretamente el Gobierno de Rajoy, favoreció o, como mínimo, permitió la matanza para castigar a los catalanes por el procés. Tal es el grado de insania del fugado y su corte.
El problema, sin embargo, no es tanto que el líder de un partido con una importante representación institucional abandere ominosas teorías de la conspiración, cuanto que todo un presidente del Gobierno de España acceda a todas y cada una de sus disparatadas exigencias para retener el poder a toda costa. La galopante quiebra moral e institucional de España es inexorable mientras Sánchez siga claudicando ante los delirios de Puigdemont.
La quiebra moral definitiva de un político que da pábulo a un terrorista porque le da la razón, sí, pero por desgracia también el desmoronamiento ético de un Estado que alberga en el corazón de su vida institucional semejante infamia por culpa de un presidente ciego de poder.
La creación de la comisión de marras podía parecer una más de las concesiones de Sánchez a sus socios, pero la presencia del terrorista ayer en la Sala Prim del Congreso de los Diputados supone un salto cualitativo en la degradación moral de nuestro país bajo la insondable codicia de poder de Sánchez. Fue, precisamente, el general Prim, paradigma de hombre de Estado que también fue presidente del Gobierno de España, quien dijo que a España “no se la deshonra”. Tuvo la suerte de no conocer a Sánchez.
El hecho de que un asesino en masa comparezca esposado en la sede de la soberanía nacional a propuesta de un grupo parlamentario con el único objetivo de que el yihadista confirme sus abyectas elucubraciones resulta devastador para la dignidad institucional y la decencia institucional de un país. En efecto, lo primero que hizo el terrorista fue abonar la siniestra teoría de Puigdemont, a lo que inmediatamente el ex presidente fugado de la justicia respondió extático con un tuit otorgando al terrorista condenado absoluta credibilidad, “porque pocas ‘personas’ (sic) como él pueden estar en condiciones de formular esta acusación”. La quiebra moral definitiva de un político que da pábulo a un terrorista porque le da la razón, sí, pero por desgracia también el desmoronamiento ético de un Estado que alberga en el corazón de su vida institucional semejante infamia por culpa de un presidente ciego de poder.
Puigdemont obtuvo el jueves el titular que anhelaba con la creación de la comisión. Se lo dio el testimonio del yihadista, pero fue la avidez de poder de Sánchez la que lo hizo posible, tanto el titular al que Puigdemont se aferra como a un clavo ardiendo cuanto la humillación del Parlamento. Todo es uno y lo mismo. Otro baldón en el proceso de putrefacción institucional emprendido por Sánchez.
Los diputados del PP abandonamos la sala Prim antes de que empezara la comparecencia y tras el vibrante discurso de nuestro portavoz en la comisión, el también catalán Santi Rodríguez, que defendió emocionado la respetabilidad de las instituciones y honró la memoria de las víctimas del terrorismo mirando de frente al terrorista. España sobrevivirá a Sánchez y allí estaremos para devolverle el respeto y la dignidad propia a nuestro país. Más pronto que tarde.
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kjlm10
16/02/2025 13:16
En qué cárcel esté encerrado el terrorista en cuestión? Quien controla esa cárcel? Pues eso....
ingmarpepe
16/02/2025 20:49
Respondiendo a kjlm10 El carcelero no decide quién va a las Cortes. En los barcos la culpa es del capitán. Y barco del Estado lo gobierna ………. pues eso