El té que tomarán Sánchez y Torra esta tarde, si no hay impedimento, será como el que tomaba el general chino Tsé Fong, amargo para el enemigo y dulce para él. Sánchez tiene que hacerse el constitucionalista cuando, en realidad, la constitución, la monarquía, la estabilidad o el prestigio de España le importan un huevo de avestruz. El viene a hablar de su libro e intentar quedar bien con los monta pollos neoconvergentes porque, tonto de toda tontería, cree que puede hipnotizar con su caída de ojos y su gesto de galán de los cincuenta a quienes son maestros en el arte de engatusar a propios y extraños. Saldrá mucho menos gallito de lo que entrará. Si fuese un presidente serio no habría aceptado reunirse con alguien que piensa vomitarle encima un reflujo de separatismo mal digerido y peor masticado. A Felipe no se lo hacían.
Torra, que pasa por un delicado momento debido al estado de salud de su esposa – tangencialmente, le deseamos una pronta recuperación, porque jamás ha de perderse de vista el aspecto humano en política y menos en el periodismo -, llegará lo suficientemente calentado por la presión que le meten desde Waterloo y por su lógico estado anímico. ¿Qué van a decirse, acerca de que van a dialogar? No es difícil concluir que ahí no va a producirse más que unas imágenes para vender a las respectivas parroquias, seguidas de las justificaciones pertinentes por ambas partes, dignas de un coro griego. Los socialistas dirán que Torra, léase Puigdemont, pide cosas que no caben en el ordenamiento jurídico vigente; los separatistas dirán que una vez más el gobierno de España es autoritario, fascista, impermeable y lo más parecido a Turquía que existe después de los turcos que, ajenos a la de veces que se les menciona en Cataluña, siguen bebiendo café sin colar tan tranquilos.
No es difícil concluir que ahí no va a producirse más que unas imágenes para vender a las respectivas parroquias, seguidas de las justificaciones pertinentes por ambas partes, dignas de un coro griego
Los puigdemontianos no acaban de entender que quien manda en realidad, y ahora no hablamos de Sánchez sino de los poderes económicos y mediáticos que hacen y deshacen gobiernos y partidos, decidió hace mucho tiempo que Convergencia estaba amortizada y su rol debía ser asumido por Esquerra, de la misma manera que decidió que Albert Rivera molestaba y que Ciudadanos lo mejor que podría hacer era diluirse de manera discreta. El infantilismo del núcleo duro de Waterloo, ajeno a estos análisis, compite con Junqueras a ver quién es más radical, más fiel a esa estupidez llamada mandato popular.
Entre socialistas y podemitas sucede lo mismo. Se pelean por ver quien es más rojeras, más obrerete y tal. Que el Falcon, Galapagar, las subidas de sueldo o el nombramiento de cargos con nivel de director general de algo denominado políticas palanca – tan cierto como verídico - sean incompatibles con una sociedad en la que economía está desacelerándose a pasos agigantados y en la que el paro aumenta les da lo mismo.
La cosa es presumir, vanagloriarse, hinchar el pecho y pavonearse en platós de televisión a ver quien la tiene más grande. Insistimos, la estupidez. Es una competencia durísima, ciertamente, porque en esa materia ni el mejor de los jurados con Risto Mejide al frente sabría discernir quien se lleva la palma. Todo se les queda en criticar a la extrema derecha, al fascismo que parece estar a punto de elegir a Franco como generalísimo de los ejércitos y jefe del gobierno mientras dure la guerra o a quienes se niegan a aceptar las jaimitadas que dicen a diario ministras, ministros y menestras.
No esperen nada de esta reunión ni de ninguna otra. El plan acerca de la desmembración de España hace mucho tiempo que empezó a ponerse en marcha de manera implacable y esto que vemos ahora no es más que su lógica consecuencia. Vamos hacia una Europa en la que los estados acabarán por disgregarse en unidades más pequeñas y, por lo tanto, más fácilmente manipulables. Es un viejo sueño de los Soros, los Davos, los Bilderberg, los Bohemian, los Skull and Bones y demás asociaciones que, siendo la misma, se ofrecen con diferentes rostros para mejor confundir al vulgo.
El plan acerca de la desmembración de España hace mucho tiempo que empezó a ponerse en marcha de manera implacable y esto que vemos ahora no es más que su lógica consecuencia
Y aunque todos estos politiquillos tengan muy grande la estupidez, no es menos cierto que tienen muy pequeña la inteligencia. No les hablo de la moral porque, en su caso, es inexistente.