Opinión

Siervos con vocación de esclavos

Se vanagloriaba Benito Berceruelo, mascarón de proa del negocio de lobby que en Madrid regenta el gran Lalo Azcona, de la heroicidad que supone “traer a España a principios de año a más de 200 inversores inte

  • Pedro Sánchez, a su llegada al Spain Investors Day, en el Hotel Ritz de Madrid. -

Se vanagloriaba Benito Berceruelo, mascarón de proa del negocio de lobby que en Madrid regenta el gran Lalo Azcona, de la heroicidad que supone “traer a España a principios de año a más de 200 inversores internacionales para hacer con ellos un ejercicio de transparencia e información”, y más de uno en los salones del Ritz se maravillaba del prodigio al mirar en derredor y advertir la presencia de apenas un puñado de personajes de segunda fila pertenecientes a fondos y bancos de inversión con residencia en la capital. Se clausuraba una edición más del Spain Investor Day, y Berceruelo, un “agradaor”, se abría de capa en presencia de un Pedro Sánchez llamado a cerrar las jornadas. “A mí me han preguntado –argumentaba el hombre de Lalo- que cómo ven ellos el clima político de España, y la verdad es que, salvo cuando hubo el tema de Cataluña hace algunos años, en ningún momento entre las preguntas de los inversores está la cuestión política. Los inversores entienden que España es una gran democracia consolidada, entienden que en todas las democracias hay batallas políticas, hoy, con el ministro de Economía, comentábamos en la mesa que en una ocasión Bélgica tardó un año en formar Gobierno y a nadie le extrañaba que los inversores siguieran confiando en el país… Los inversores no están preocupados por nuestra situación política, lo que sí nos piden es conocer cuáles son los planes del Gobierno y de las empresas para el próximo año”.

Los planes de las empresas españolas, debería saberlo Berceruelo, consisten en aguantar el chaparrón y resistir el tiempo que dure en Moncloa un tipo enemigo declarado de la actividad empresarial y de la libre empresa. Y de los planes del Gobierno qué quieren que les diga, que será lo que se le ocurra en ese momento a Sánchez, y que acabará siendo lo contrario de lo que diga Sánchez… El único plan del sujeto es resistir, aferrarse al poder con saña, aguantar una semana más, un mes más, a cualquier precio, el del desguace de la España constitucional y sus instituciones. Y, claro, llegó el turno de Sánchez. Y Sánchez, que apenas 12 horas antes y en el edificio del Senado se había bajado pantalones y calzas hasta los zancajos para que Puigdemont, el verdadero presidente, le sometiera a su sesión semanal de humillación y estricta disciplina, leyó un discurso que pronto obligó a enarcar la ceja de los pocos independientes que en el lugar se hallaban. ¿De qué nación, de qué Estado, estaba hablando el inquilino de Moncloa? Alicia en el país de las maravillas. Todo un despliegue de datos trucados, de cifras manipuladas, de situaciones abiertamente contrarias a la realidad. Todo falso. Y todo con el natural desahogo de un personaje que no dice una verdad ni debajo del agua.

¿De qué nación, de qué Estado, estaba hablando el inquilino de Moncloa? Alicia en el país de las maravillas. Todo un despliegue de datos trucados, de cifras manipuladas

La realidad es que la inversión extranjera directa en España cayó un 23,3% durante el pasado año, reflejo de la incertidumbre política por la que atraviesa el país y de las graves deficiencias en lo que a seguridad jurídica se refiere. A lo que hay que añadir el alud de regulaciones e impuestos que gravan la actividad empresarial y el clima hostil que el propio Gobierno proyecta diariamente sobre las empresas. ¿Quién va a arriesgar su dinero en un país que parece caminar directamente hacia el enfrentamiento civil, con grave riesgo para su unidad nacional y de mercado, habiendo tantos lugares seguros en el mundo donde hacerlo? ¿Cómo confiar en un país cuyo Gobierno decide abandonar a sus socios naturales, las potencias occidentales, con EE.UU. a la cabeza, para meterse de hoz y coz en el bloque de los países no alineados o del Tercer Mundo, peor incluso, del llamado Grupo de Puebla? ¿Qué tipo de seguridad jurídica ofrece a la inversión extranjera un Gobierno que de la noche a la mañana decide asaltar el accionariado de una empresa privada (caso Telefónica), que unilateralmente y sin contar con la representación empresarial anuncia una subida del SMI para dar gusto a su base electoral, ignorando los efectos que esa subida pueda tener sobre la actividad económica y el empleo? Lo llamativo es que la contracción de la inversión se produce en un entorno de crecimiento superior al europeo, cierto, pero en una economía generosamente dopada por la inversión pública de los fondos europeos, un dinero cuyo destino final, al margen del sector público, sigue siendo un misterio.

El acuerdo anunciado esta semana entre el ministerio de Trabajo y los sindicatos, con la subida del SMI en un 5% hasta los 1.134 euros brutos en 14 pagas, que para el empresario supone un desembolso de entre 1.654 y 1.734 euros mensuales en función del tipo de cotización por accidentes laborales (en realidad la subida se dispara hasta los 2.000 euros mensuales por trabajador si se tiene en cuenta el absentismo, las bajas y los periodos vacaciones y días no laborables), ha dejado perpleja a la comunidad empresarial y muy deprimido a cualquier pequeño y mediano empresario consciente de las dificultades para sacar adelante su negocio. Estamos ante un Gobierno de izquierda radical que ignora los demoledores efectos que sobre la ocupación tendrá una subida que desde la llegada al poder de Sánchez se ha incrementado en un 52,6% -desde 707,7 euros mensuales hasta los 1.134 antes citados-, una cifra equivalente al 61% del salario promedio neto de jornada completa, marcando nuevo máximo histórico. Descontada la inflación, España es el segundo país de la OCDE donde más aumentó el SMI en términos reales, 30,2 puntos porcentuales, tan sólo superado por Lituania. 

El problema de fijar los sueldos por ley, por ideología en el caso de esa analfabeta funcional que responde al nombre de Yolanda Díaz, es que genera graves distorsiones si no se ajusta a la reglas del mercado

El problema de fijar los sueldos por ley, por ideología en el caso de esa analfabeta funcional que responde al nombre de Yolanda Díaz, es que genera graves distorsiones si no se ajusta a la reglas del mercado, si esos sueldos no vienen determinados por la productividad. En el caso español, el Gobierno Sánchez ha protagonizado uno de los mayores aumentos del SMI de los países desarrollados, al tiempo que ha sufrido la mayor caída de la productividad (del 3,8% entre 2018 y 2023), lo que terminará traduciéndose en una sustancial pérdida de empleo, porque hay mucho pequeño negocio –en la hostelería, por ejemplo- cuyos márgenes no permiten ni de lejos afrontar esos 2.000 euros mensuales de coste por trabajador. Estamos pues ante un Ejecutivo convertido en un obstáculo para el crecimiento y el empleo, en realidad ante un individuo totalmente infiable, que acepta la exigencia de Junts de multar a las empresas que se fueron de Cataluña si no regresan de inmediato al infierno “separata”, que pasa por el aro de la prevalencia de los convenios autonómicos para satisfacer a otro de sus socios nacionalistas, el PNV en este caso, y que esta misma semana también ha sido capaz de parir una “ideica” como la de las “autobajas” médicas.

La intención de la ministra Mónica García de recuperar la autobaja laboral de tres días, al objeto de que un trabajador pueda “justificar una enfermedad leve” mediante “una declaración responsable” sin necesidad de acudir al centro de salud, contribuirá decisivamente a consolidar, de llevarse a efecto, ese gigantesco fraude que son las bajas médicas, que solo en España y en el segundo trimestre de 2023 –último dato conocido- supusieron la pérdida de 372,4 millones de horas laborables, de modo que cada asalariado español estuvo de baja una media de 22,9 horas entre abril y junio del pasado año o el equivalente a tres días de trabajo. Una situación insostenible. El abuso es tan clamoroso que el Gobierno francés (las bajas por enfermedad costaron a la Seguridad Social gala algo más de 16.000 millones en 2023) acaba de facultar a los patronos a contactar con un médico autorizado para comprobar la situación real del enfermo en caso de sospecha de fraude.

El empobrecimiento de los españoles desde que gobierna Sánchez es una evidencia. Según datos del Instituto Juan de Mariana hechos públicos a primeros de enero, el incremento de los precios y la insuficiente mejora de los salarios ha hecho que el trabajador medio español haya perdido el equivalente a 615 euros de poder de compra. Para un hogar de dos personas en el que ambas perciben un sueldo medio, su renta ha caído 1.230 euros en términos reales desde 2018. La renta per cápita española está cada vez más lejos de la europea, al punto de que la brecha ha subido del 8,7% al 14,4% desde 2018 a esta parte. “Estamos ante una coyuntura que debería ser favorable a la inversión privada”, escribía este jueves Javier Jorrín en El Confidencial. “Por un lado, el sector público está apoyando la inversión con los fondos europeos; por otro, la demanda interna garantiza un buen comportamiento del consumo y, por último, las compañías están desapalancadas y tienen margen financiero para invertir. Pero, aun así, las empresas son reticentes, lo que sugiere que realmente existe un desincentivo en la inseguridad jurídica”. El miedo a un Gobierno social comunista al servicio de las ambiciones personales de un personaje menor, un buscavidas con vocación de autócrata, dispuesto a descerrajar el país para seguir reinando sobre sus ruinas. Un tipo apoyado por 7,8 millones de votos y protegido por un poderoso blindaje mediático, el formado por ese ya famoso Equipo Olímpico de Opinión Sincronizada en el que parece militar también el señor Berceruelo.   

El miedo a un Gobierno social comunista al servicio de las ambiciones personales de un personaje menor dispuesto a descerrajar el país para seguir reinando sobre sus ruinas

Una salva de aplausos saludó el jueves el final de la intervención de Sánchez en el hotel Ritz y acompañó al personaje desde el atril hasta la salida del salón donde se había celebrado el acto. Caminaba Sánchez galleando por el pasillo central entre las miradas de arrobo, próximas a la lascivia, de los altos cargos de las empresas del sector público que llenaban el recinto, porque en el Ritz no había ni un alma del Ibex y fue necesario llamarles a todos, pasar lista, que allí sobraban los paniaguados, gente toda que le debe el cargo, la nómina golosa, el brillo y el doblón, ese sillón por que el tanta gente, siervos con vocación de esclavos, está dispuesta a tragar con ruedas de molino hasta que el cuerpo aguante. O los españoles decidan que ya es hora de acabar con el felón y su banda.

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