Opinión

El silencio de los borregos

En política, borrego se emplea con aquellos que, bien por ignorancia, bien por interés, bien por furor de las partes pudendas o bien por maldad suele aplaudir hasta la extenuación al líder. Es la acepción más común pero, a fuer de aficionados a la fa

  • El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez -

En política, borrego se emplea con aquellos que, bien por ignorancia, bien por interés, bien por furor de las partes pudendas o bien por maldad suele aplaudir hasta la extenuación al líder. Es la acepción más común pero, a fuer de aficionados a la fauna politiquera, debemos añadir otros considerandos. El borrego solo tiene dos estados acústicos. Pueden emitir un sonido monocorde y machacón denominado balido partidista – no confundir con los aullidos de sus dirigentes – que ellos entienden como palabras cargadas de sentido, siendo así que no dejan de ser sumamente molestas en oídos inteligentes; Por otra parte, el borrego en política también suele callar, siendo su silencio mucho más estruendoso que el balido a fuer de significativo, léase cuando el líder mete la pata, la mano en la caja o, simplemente, mete mano a lo que se presente. En ambos casos el borrego suele mirar hacia el capo y actuar en función de lo que diga éste, bien en primera persona, bien a través del secretario de organización, bien a través del periodista mindundi y apesebrado – es otra variante del borrego, pero remunerada, de la que ahora no nos podemos ocupar – sin dejar que ni un gramo de criterio influya en su cerebro.
Esto, que cualquier estudioso conoce, se intensifica durante las épocas electorales entendidas estas como de apareamiento entre pastor y borregada. Hay quien bala esperando obtener un premio, quien bala para no distinguirse del resto del rebaño e incluso se han dado casos en los que el balido sale espontáneo, molestando al apacentador por no convenirle meter ruido. El silencio es, por eso, conveniente en ocasiones porque más tiene que perder el que guía a la borregada por lo que se dice que por lo que se calla. A los pastores les molesta que se bale sin su venia y eso lo demuestran cortándole la cabeza al borreguito que, buscando una teta de la que mamar, se queja soltando un balido aunque sea pequeñito.

El borrego suele mirar hacia el capo y actuar en función de lo que diga éste, bien en primera persona, bien a través del secretario de organización, bien a través del periodista mindundi y apesebrado – es otra variante del borrego, pero remunerada, de la que ahora no nos podemos ocupar – sin dejar que ni un gramo de criterio influya en su cerebro.


Imagínense ustedes como han de enfadarse cuando los contrarios a la borreguería lanzamos gritos cargados de crítica diciendo que en España ni todos somos borregos ni todos acatamos la férula del mayoral, rabadán, pastador, rebalero y en no pocas ocasiones porquerizo, porque el borrego puede decidir cambiar de identidad
sexual y trocarse en marrano. Hay casos.
A nuestros gritos, el borrego incrementa sus balidos intentando taparlos. Los modernos lo llaman cultura de la cancelación creyendo que, en no oyéndose al discrepante, deja de existir. Es la muerte civil, la omertá del ukase zarista, la losa de plomo que cae encima de quien osa no balar con el conjunto. Tiene otro medio el apacentador, curtido en dominar masas aborregadas, que es ignorar nada que no provenga de su rebaño. Para que se disimule la trampa, en ocasiones escoge a algunos borregos más despejados y los hace pasar por disidentes. De esta manera puede jactarse ante el mundo, que generalmente no suele hacerle demasiado caso, afirmando que incluso entre la disidencia hay borregos que prometen. Es sencillo reconocerlos. Suelen empezar sus balidos con el clásico “Yo no estoy de acuerdo con el pastor, pero…” para, a partir de ahí lanzar balidos que desconcierten al personal, acabando en la conclusión que desea ardientemente quién maneja el asunto: fuera del rebaño, no existe salvación. Otro método para identificar este tipo de borregos es cuando lo escuchas al borrego balar diciendo “¿Pero cómo va a estar equivocado nuestro mayoral si hasta fulanito, que no forma parte de los nuestros, ha dicho esto y lo otro?”.
Verán, que, balen o callen, finjan disentir o asientan con fervor, los borregos nunca dejan de serlo.

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