Opinión

Somos puro fango

Sánchez insiste, jura y perjura acerca de que determinados medios, incluido este,

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Moncloa / -

Sánchez insiste, jura y perjura acerca de que determinados medios, incluido este, somos máquinas de fango alentados por la derecha y la extrema derecha. Bien, pues reflexionemos. Todos nacimos del fango, bien de la arcilla de la que Dios nos hizo si eres creyente, bien del fango primordial del que se arrastraron los primeros seres vivos. El fango es un elemento cotidiano en nuestras vidas. Quisiera, pues, rendir homenaje a ese fango que tanto preocupa al augusto líder de la patria concediéndole que, aunque seamos fango, en él podemos encontrar bellezas inexistentes, verbigracia, en esa Internacional que tan mal cantan sus acólitos. Himno, por cierto, desazonador y justificador de tantas barbaridades. Uno, de naturaleza sentimental, agradecería al presidente que si ha de llamarnos a determinados periodistas máquinas de fango lo hiciese con referencias al tango, a esos tangos lunfardos nacidos del compadrito y su drama de arrabal, tan lumpen proletarios ellos. Carlos Gardel cantaba “Flor de Tango”, tremenda letra, desgarradora historia y magnífica voz de Carlitos, con música de Augusto Gentile y prosa de Pascual Contursi.

Pero como tango y fango, además de rimar, van en no pocas ocasiones de la mano, imagine su Sanchidad a todo el comité federal del PSOE entonando “Princesa del fango” – no va con segundas – de Francini y Sanguinetti. Porque define a la perfección el sufrimiento de quienes están en el fango penando sus cuitas en la estrofa que dice “Se alargan las graves cadencias de un tango, un místico soplo recorre el salón… Y rezan las tristes princesas del fango plegarias que se alzan desde un bandoneón”. Ah, seguro que el tango bailado por Sánchez y la princesa que ustedes elijan harían un malevo giro de pierna al oír cantar “Princesa del fango, bailemos un tango…¿No ves que estoy triste, que llora mi voz? Princesa del fango, hermosa y coqueta… Yo soy un poeta que muere de amor.” 

Todos nacimos del fango, bien de la arcilla de la que Dios nos hizo si eres creyente, bien del fango primordial del que se arrastraron los primeros seres vivos

¿Qué mejor que un tango para enmarcar a ese Sánchez al que bien podría decírsele en lunfardo Ché, viejo, como pelechaste, vendías naranjines en las canchas de fútbol y ahora te baten líder del trabajador. Porque no hay nada como el fango – hay terapeutas que recomiendan darse baños de éste para rejuvenecer la piel – si fango hemos de ser y fango hemos de producir, hagámoslo con la cadencia con que se tanguea con una morocha, señores. Que la vida es un tango y dura lo mismo que éste, un nada, un instante, un soplo. Sánchez sabe que pasará porque nada perdura, y lo mejor que podemos hacer es intentar que pase pronto. Pero mientras tanto habrá que ponerle vida a ese mensaje totalitario siquiera como contrapeso a sus pulsiones autocráticas. Y como el bandoneón suena y la pista está vacía, saquemos a bailar al presidente cantándole Cambalache, esa ácida crónica de Discépolo que cantó como nade Julio Sosa, especialmente el trozo que dice “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, pretencioso, estafador… todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor, no hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao”. Y es que, fango que somos, hemos de concluir con la parte de ese tango, Cambalache, que resulta espeluznantemente actual: No pienses más, sentáte a un lao, que a nadie importa si naciste honrao. Puro fango, puro malevaje.

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