Todo cambió en menos de una semana. El viernes 25 de mayo de 2018, el PSOE registró la moción de censura contra Mariano Rajoy. El 1 de junio, un tal Pedro Sánchez, que entonces no era diputado, fue elegido presidente de Gobierno. Soplar o sorber. La sentencia de la Gurtel fue la excusa perfecta para forzar un cambio en el clima político. El PSOE de Sánchez instauró en el Parlamento un estilo tenso y artificial. A la hora de legislar, la ideología sepultó a la búsqueda del bien común. El sistema de pactos y acuerdos presente desde la Transición saltó por los aires y, a la vista de todos, fue sustituido por un modelo de trueque, un regateo mercantil: te vendo mi apoyo a cambio de esto y de esto.
En el mes de diciembre de ese mismo 2018 nadie daba un duro por Juanma Moreno y todas las quinielas auguraban que, tras un previsible desastre electoral, sería defenestrado. Aquel personaje, más gris que azul, no sólo evitó la guillotina sino que pasó a convertirse en héroe y referente de su partido al acceder a la presidencia de la Junta de Andalucía gracias al apoyo de Ciudadanos y el aval externo de Vox.
Un año después, en 2019, los españoles nos servimos una importante ración de democracia: dos elecciones generales, unas autonómicas y otras municipales. El 5 de enero de 2020 tuvimos debate de investidura y cabalgata de Reyes. Roscón y Sánchez diputado y presidente. Llegó la pandemia y, entre los muertos y enfermos, nos miramos al espejo y nos llevamos un sopapo doble.
Descubrimos que los problemas que nos eran lejanos vivían en el bloque de al lado. Pasaban los días y cada medida era una soldadura al buque que se hundía
Con el primero comprobamos que las instituciones habían dejado de estar al servicio del ciudadano y se convertían en siervas de la ideología del Gobierno y sus aliados. Aquello no era más que una gripe. Todo estaba en orden. Un pequeño sacrificio. Se aprobaban medidas para que no se parase la economía. Saldríamos más fuertes. Lo segundo fue más duro: descubrimos que los problemas que nos eran lejanos vivían en el bloque de al lado. Pasaban los días y cada medida que aprobaban era una soldadura al buque que se hundía. Una chapuza, un chaperón. Y teníamos mascarillas, hidrogel, muchos muertos y aún más gestos. Soplar o sorber.
Antes del confinamiento el PSOE ganaba elecciones. «El quédate en casa» nos desveló que la ideología, con su propaganda, enfrentamientos y limosnas, no sirven para conseguir empleo, llenar la nevera, pagar la luz, las facturas, ir al cine, hacer vacaciones, poder viajar y dormir en paz. Se ha podido comprobar en las distintas elecciones autonómicas celebradas en este tiempo de sanchismo. Por ejemplo, si los socialistas fueron los más votados en 2019 en la Comunidad de Madrid, en 2021 quedaron terceros. Y en Andalucía se resume con una mayoría absoluta de los populares de Juanma Moreno. Soplar o sorber.
Los españoles hemos dejado de ahorrar y hemos empezado a tirar del modesto colchoncito que teníamos para poder hacer frente a la inflación del 10%. Y alardea el presidente de que, si no fuera por él, estaríamos más arriba del 15
Pedro Sánchez y su gobierno parece que han venido a molestar. Y entrenan porque lo están consiguiendo. Las leyes aprobadas -decretazo tras decretazo- y las que están en proyecto, no mejoran la vida de los españoles. Incomodan y perjudican. Hacen daño. La Ley de Eutanasia, la del 'solo sí es sí', la Educación de Celaá, la reforma de la ley del aborto o la ampliación de la memoria histórica hasta 1983 es lo único que hasta la fecha el Gobierno ha podido proporcionar a los españoles. ¡Ah! Y la exhumación de Franco, una urgencia nacional.
Un presidente, con 22 ministros y casi 800 asesores, carece de materia gris suficiente para hacer frente al aumento de los precios de la electricidad y carburantes. O para entender que los españoles hemos dejado de ahorrar y hemos empezado a tirar del modesto colchoncito que teníamos para poder hacer frente a la inflación del 10%. Y alardea el presidente de que, si no fuera por él, estaríamos más arriba del 15. Pues allí llegaremos si todo sigue así.
Me quito el sombrero ante uno de sus últimos éxitos: dar un bono a los autónomos que no alcancen un mínimo de ingresos después de haberles subido la cuota mensual. Porque «todo es juego y diversión hasta que alguien pierde un ojo» es una frase de la peli de Tarzán. Y aquí ya estamos comprando el parche.
Soplar o sorber porque quisimos ideología y comprobamos que sirvió para que nos encerrasen en casa y pisotearan la Constitución. Quisimos ideología y, en plena crisis energética el Gobierno, monta el pollo con Argelia, vecino complicado e imprescindible. Quisimos asaltar los cielos y Caritas denuncia que estamos tres veces peor que cuando comenzó la pandemia.
La risa y el llanto nos esperan a la vuelta del verano, todos morenitos y contentos. Soplar o sorber. Ya hemos visto que la ideología, los discursos, los eslóganes, las pancartas, la confrontación y los aguinaldos no sirven para nada. Puro artificio, truco circense, espectáculo de trampantojo. Es preciso gobernar, gestionar, administrar, hacer los deberes, cumplir con las cifras, controlar las deudas, crear riqueza, empleo. En suma, impulsar crecimiento y prosperidad. "Para eso nos pagan", insistía Tony Blair. A todo esto, ¿alguien sabe qué fue de los sindicatos?