Opinión

El sueño de los zurdos

No le gusta que la prensa llame robo al robo, o delito al delito, o injerencia a la injerencia, o autócrata al autócrata, y señala a los periodistas diestros

  • Javier Milei

 

El sueño idílico de un zurdo, ter´mino ahora tan demodo debido a la irrupción del lenguaje Milei, es el de un mundo en el que no hubiera personas diestras. El zurdo desea el mundo a su imagen y semejanza, es decir, desea un mundo zurdo.Le molesta mucho que intenten convencerlo de que su proyectado mundo zurdo es un mundo utópico, un mundo que ni siquiera sobre el papel tiene visos de mundo justo, de mundo lógico. Al zurdo le incomodan esos señores ceñudos con toga, esos señores diestros que intentan imponer un criterio de justicia severa o que, sencillametne, pretenden que se rspete el estado de Derecho. El zurdo no quiere oír hablar de que el mundo es un lugar complejo, caprichoso y caótico, y que no se resuelve únicamente con ideologías zurdas.

Un zurdo con poder ilimitado es esencialmente una persona despótica, una persona sectaria, un tirano, y los ejemplos históricos son abrumadores, pero al zurdo lo incomoda mucho escuchar estas cosas, como lo incomoda que las personas diestras con toga traten de cambiarle el paso. Los amigos importantes del zurdo visitan a señoritas que ejercen el oficio aquel bien provistos de un dinero que no es suyo, sino que han arañado del erario. 

Esos despreciables empresarios

 

Existen problemas que preocupan a la gente más allá de las ideologías. El acusado riesgo de pobreza infantil, por ejemplo, pero el zurdo considera que es un invento de los diestros. Al zurdo le preocupan otras cosas, por ejemplo, proteger los derechos de una minoría, de una minoría dictatorial, de una minoría intolerante y ruidosa, no binaria. Esas son las cosas que tanto le gustan, despreciar el principio mayoritario de una democracia. Al zurdo hay conceptos que lo hacen muy feliz: la expropiación, la okupación, la distribución de la riqueza ajena... El esperpéntico lenguaje inclusivo es utilizado por el zurdo como un arma valiosa para obtener votos. Ha convencido a gran parte de la sociedad de que, a través de un lenguaje diestro y machista, las mujeres viven sometidas, y ha prometido a las mujeres, con la ayuda de un lenguaje pueril e improvisado, rescatarlas del abismo, del infierno diestro. Ha prometido a las mujeres una vida mejor, les ha prometido ser hombres.

El zurdo odia a los empresarios porque los empresarios son diestros, porque los empresarios generan riqueza y empleo y viven en grandes casas diestras. El zurdo nada quiere saber de empresarios, de lo que arriesgan, de lo que trabajan, de lo que se esfuerzan para crear empleo y contribuir a la prosperidad general, solo quiere saber de su riqueza y de sus grandes casas diestras. Pero sin empresarios no hay riqueza, ni empleo, y el zurdo patalea porque su propia incoherencia lo irrita. Al zurdo no le gusta que la prensa hable de sus zurdeces, ni de su zurda. Lo considera una maldad injusta, una afrenta diestra, una agresión binaria. No le gusta que la prensa llame robo al robo, o delito al delito, o injerencia a la injerencia, o autócrata al autócrata, y señala a los periodistas diestros, y los amenaza, y medita, reunido en su gruta zurda con sus amigos zurdos, cómo silenciar estos ataques tan molestos.

El zurdo, convencido de su inmarcesible grandeza, de su enorme y futuro legado histórico, se va a la cama después de recibir un beso tierno y zurdo en la frente, y duerme, cada noche, el dulce sueño de los zurdos.
 

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