Opinión

'No me no me que te que te'

Esos dos faros de sabiduría que son Torra y Tardà le han dejado clarinete a Sánchez que o les da la razón y se celebra una consulta por la independencia

  • Pedro Sánchez y Joaquim Torra.

Esos dos faros de sabiduría que son Torra y Tardà le han dejado clarinete a Sánchez que o les da la razón y se celebra una consulta por la independencia o se va a la ruptura. O sea, puro estilo “Que me he quedao con tu cara y sé dónde vives”.

“Ay la Sole cómo me ha puesto”

Estos dirigentes separatistas tienen un aire poligonero que les traiciona a la primera de cambio, por más que intenten esconderlo detrás de un barniz cultural fundamentado, básicamente, en el Patufet, el Pi de les Tres Branques y la leyenda de los nueve barones de la fama y Otger Cataló. Poligoneros, sí, chuletas con esa impostación de matón de autos de choque que, sin ser nadie, decide quién puede y quién no puede subir a la atracción. ¿Qué pasaría si el encargado lo enviara a la mierda previas dos galletas? Ah, no se sabe, porque los encargados de vigilar el sano esparcimiento popular sólo se interesan en hacer caja y que todos hayan pagado religiosamente su billete. Además, esas cosas son, seguramente, propias del tardofranquismo, el heteropatriarcado y la vacunación sistemática.

A Torra, a Tardà y a otros muchos de esta pandilla de aficionados al matonismo les gusta decir “Te espero a la salida de clases”

A Torra, a Tardà y a otros muchos de esta pandilla de aficionados al matonismo les gusta decir “Te espero a la salida de clases”, la amenaza fatídica que el bravucón deslizaba en la temblorosa oreja del pobre educando que no sabía donde meterse. A Sánchez le dicen que lo esperan a la salida de los presupuestos, a la salida del próximo Once de Septiembre, a la salida de cualquier votación en el congreso, lo que viene a ser lo mismo. Es una modernización del clásico “No me no me, que te que te”, dicho así, en plan cheli, arrastrando las vocales, intimidatoriamente banal y cutre, sin la menor gallardía ni honor. Porque, digámoslo de una vez, amedrentar al actual presidente del gobierno es fácil, es barato, cuesta poquísimo y, por tanto, no tiene ningún mérito. Incluso a la hora de sacar al matoncillo de esquina son tristísimos. Cuanto les falta para llegar al compadrito borgiano, al que te deja p’a la escupida nomás, mientras te apostrofa cínico y audaz la terrible y humillante frase de puro asco no te carneo, escupida más que pronunciada, saliendo de soslayo por la comisura del labio malevo y teñido de tabaco.

Que Torra diga que, o hay referéndum o se va a la ruptura, es de chulito de patio escolar, la pura inanidad, es cosa de chulito del montón, vulgar, adocenado, aquel que arrincona al primero que pilla y le amenaza con pegarle la del pulpo a dos manos si no le da el bocadillo, los cromos, el tebeo o lo que sea. Chulito que suele ser el jamao, el favorito del profesor más cabroncete del colegio, el chivato, el que ejerce su despotismo porque se sabe impune y sin nadie que le controle. No le verán nunca meterse con los mayores. Es abusica y, debido a eso, miserablemente grisáceo y pedestre. Que el presidente de la Generalitat tiene el secreto furor por proclamar la independencia es evidente, pero que pretenda hacerlo a la brava, sin red y sin condón ya es otro cantar. Tengo dicho que Torra no es un idiota ni un hiperventilado, aunque juegue a parecerlo en ocasiones. Sabe que proclamar según qué humoradas cuesta cárcel y ya ha dicho que a él no le pillan en una de esas. Jamao, sí, tonto, nunca. ¿Va a calentar la estufa hasta que se ponga al rojo vivo? Evidentemente. ¿Los de Esquerra, el PDECAT y los puigdemontianos coinciden – vaya por Dios, coinciden en algo – en que o hay contrapartidas o no se votan los presupuestos? Por descontado. Y que las calles van a estar calentitas entre insultos, lazos colgados y descolgados, algunas hostias que se van a escapar jaleadas desde cuentas anónimamente conocidas de Tuiter, también. Todo eso va a pasar ya mismo, porque las hojas del calendario avanzan que es una barbaridad, parafraseando a Don Hilarión, y las municipales están a medio año vista, lo que es decir nada, menos que nada. Para que la lista unitaria separatista en Barcelona tenga visos de ganar las elecciones – a eso se reducen ahora las expectativas de esta panda, a ganar Barcelona con lo que de cargos, sueldos, prebendas y pasta supone y hacer así la pinza Generalitat-Ayuntamiento de la capital – se precisa que la imagen sea la del alegre pueblo combativo, los que pululan por Europa no menos aguerridos y los presos, pues mira, que vayan haciendo comunicados y tal, porque a Junqueras no hay que hacerle mucho caso que está flojito.

De ahí que el mejor día Rufián nos sorprenda vociferando – bueno, eso no es sorpresa – algo como “Ay, PP, mira cómo me has puesto, ¿a qué te doy con el mechero?”. Al protodandi de piscina municipal con exceso de cloro le iría el papel a las mil maravillas.

¿Sánchez debería decírselo al profe?

Claro que ante la bravuconada constante siempre cabe acudir a la autoridad competente para denunciarla. Pero cuando se pone uno de perfil respecto a esta – sí, Sánchez, hablo del juez Llarena, de los magistrados y fiscales de Cataluña, de los cuerpos de seguridad del Estado, de los partidos constitucionalistas, de los que se juega a diario la jeta arrancando propaganda lazi – va a ser difícil que te hagan caso. Y sería tan fácil. Si mañana el presidente del gobierno plantease una reunión a tres bandas entre PSOE, PP y Cs para atajar el conflicto catalán, y que se sumase quien quisiera, lo tendría solucionado. Si, además, dedicase tiempo a explicar a los aliados de España que esto, o se corta o será un virus que se extenderá a sus respectivos países, llegaríamos al desiderátum. Si convocara a los empresarios que se han ido de Cataluña y a los que aún resisten para plantearles una estrategia contundente del gobierno de la nación para normalizar la vida económica catalana, sería la leche.

Pero no lo hará porque sabe que le esperan a la salida de la clase, que le van a dejar fino el tupé, que, en una de esas, le organizan un quilombo de padre y muy señor mío y lo arrancan de esa silla en Moncloa que ocupa gracias a los apoyos de estos suicidas. No posee ni un gramo de valor, siquiera el necesario para dejar que sea Borrell y no Batet quien lleve el asunto catalán. A este hombre todo se le va en desenterrar a Franco, a saber, el paripé, el humo, la martingala, lo que sea con tal de no afrontar el gravísimo problema que padece el Estado y que, como presidente del gobierno, debería tener como el primero en su lista.

En este patio escolar suburbial que llamamos política española, a Sánchez lo esperan demasiados falsos valientes a la puerta

Por eso les decía que amenazar a este pusilánime es muy sencillo. Viene con la jindama puesta de casa, la del que sabe que no está donde debería, que no se ha ganado el puesto en unas elecciones, que tiene el culo alquilado y que, si se pone farruco, lo van a dejar solo, fané y descangayado, ya que de argentinos vamos.

El problema de Cataluña no han sido nunca los separatistas. El problema ha residido siempre en la clase política española, acomodaticia, sin el menor sentido del Estado, con una peligrosa inclinación a ser el cordero propiciatorio de un sacrificio que tiene mal arreglo.

En este patio escolar suburbial que llamamos política española, a Sánchez lo esperan demasiados falsos valientes a la puerta. Se lo ha ganado a pulso.

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