"Esta semana tienes que venir a Discoteca XXX. Las mujeres pasan gratis hasta la una con dos consumiciones. Música latina, el mejor ambiente de toooodo Miami. ¡No te puedes perder la fiestaaaaaa XXX en XXX!".
Escuchaba este anuncio de radio estas navidades, cuando estaba en Estados Unidos. Lo primero que me vino a la cabeza fue "joder, qué morro, quiero quedarme a vivir aquí y no pagar por entrar en garitos". Lo decía mientras recordaba en el sablazo que me metieron en la última discoteca que fui en Madrid: 20 euros con una consumición.
Y luego pensé en el lío que había en España con los locales que aun hoy siguen la estrategia de la discoteca americana: ellas no pagan, ellos sí. Algo que es tildado de machista por muchos, cuando en realidad no hay nada de eso, ya que los hombres son los únicos que pierden. Es lo que se conoce como 'tasa azul', pero nadie habla de ella porque vende menos que la 'tasa rosa', que es muy feminista y muy moderna.
Trato discriminatorio, ¿pero para quién?
La razón de los garitos para cobrar más a los hombres es obvia: si hay mujeres dentro, ellos están, en teoría, más tentados a ir al local. Y si no hay hombres, a ellas les da igual ir ahí o a otro sitio, ya que, en la mentalidad del empresario de la noche, ellas siempre tienen a muchos tíos detrás y no están tan interesadas como ellos en tener sexo.
Hay quienes creen que esto es discriminatorio y "machista" para ellas, ya que las convierte en 'mujeres objeto' al ser usadas como 'gancho' para atraer al sector masculino. Yo lo veo como un pase VIP: prefiero no pagar a pagar, y si el empresario de turno piensa que puede hacer negocio dejándomelo gratis, pues él verá.
En muchas discotecas y apps para ligar, los hombres pagan más que las mujeres. No es machista, es la ley de oferta y demanda
En realidad, tanto el empresario como la mujer salen ganando: él hace su estrategia de marketing y ella se ahorra dinero. El que sale perdiendo, claramente, es el hombre, pero si acepta este trato, la industria seguirá cobrándole más por el hecho de serlo, a pesar de que haya una ley que lo impida.
En las apps para ligar sucede lo mismo: a ellos se les cobra por utilizarlas (y bastante), y a las mujeres les sale gratis. La técnica es similar, y otra vez el hombre es obligado a pasar por un peaje que la mujer se salta si quiere disfrutar del servicio.
No es machismo ni feminismo: es el mercado
Esto no va a cambiar hasta que los hombres, en este caso, dejen de aceptar convertirse en marionetas de la industria del ligue. A mí me ocurrió, pero a la inversa, en una discoteca de ambiente de la capital, esto es, para hombres gais: a las mujeres nos costaba más dinero la entrada, con una consumición menos.
"Pero bueno, ¡vaya discriminación!", me quejé a la chica que cobraba. Mi amigo se rió, asintiendo, y me ofreció compartir el precio de mi entrada. "No, no, lo pago yo, pero vamos, que no vuelvo a venir". Esto fue hace un año y medio, y desde entonces no he vuelto a pisar una discoteca gay.
En numerosas discotecas gais de la capital a las mujeres se les cobra más por entrar. ¿La solución? No ir
Si los hombres hicieran lo mismo cuando a ellos les piden pagar y a las mujeres no, esta discriminación se acabaría porque a la empresa dejaría de salirle rentable. Es tan simple como entender el mercado y actuar en consecuencia.
Y lo mismo ocurre con la 'tasa rosa', con la que el Gobierno hace propaganda a costa de las mujeres.
Hablar de la 'tasa azul' no es 'feminista' ni da votos
En España existe una ley sobre igualdad que, sobre el papel, no permite que los negocios cobren más a las personas dependiendo de su sexo, pero parece que solo le interesa al Gobierno de turno cuando es la mujer la que sale perdiendo.
Desde hace unos años, todo el mundo está preocupadísimo por la 'tasa rosa', un concepto empleado para referirse al precio superior que tienen algunos productos y servicios dirigidos a mujeres, como maquinillas de afeitar, peluquería o artículos de cosmética e higiene.
Las empresas no penalizan a las mujeres con la 'tasa rosa', como dice el Gobierno: solo les venden el mismo producto más caro porque ellas están dispuestas a pagar más
Esta supuesta problemática, que solo es una decisión de la industria (a más demanda, precio más caro), ha sido utilizada por el Gobierno para vender el nuevo feminismo. María Jesús Montero, la ministra de Hacienda, dijo el pasado verano que estudiaba bajar el precio de los productos femeninos y que "las empresas tienen que dejar de penalizar con un plus a las mujeres por el hecho de serlo".
Las empresas no penalizan a las mujeres, solo les venden el mismo producto más caro porque ellas están dispuestas a pagar más. Si un hombre no gasta tanto en su higiene, hay que bajarle el precio para que lo compre. Es la ley de la oferta y la demanda, y la solución para las mujeres es tan simple como comprar la versión masculina del mismo artículo. Si las ventas bajan, los precios también lo harán, igual que lo harán los precios de las entradas de las discotecas para los hombres. (Y, por favor, no me digas que pagar por tampones te arruina la economía porque no es verdad).
Presentar a las mujeres como víctimas del mercado, pintarlo todo de machismo e ignorar completamente a los hombres no construye una sociedad feminista, esto es, igualitaria, sino una sociedad 'hembrista' en la que solo ellas parecen tener voz y voto.