Las noches electorales eran como la película de Bodganovich Todos rieron. Los líderes comparecían ante su gente, encaramados a improvisados balcones o asomando el testuz por un ventanuco inhóspito, para, exultantes, reivindicar como hazaña lo ocurrido. Todos habían ganado. Momento cumbre fue el protagonizado por Pedro Sánchez en 2016 cuando calificó sus 84 esquílfidos escaños de resultado de "histórico". Cierto, nunca en la historia el PSOE había caído tan bajo.
Apenas hubo hueco este domingo para las sonrisas. Tan sólo Vox, gran triunfador de la jornada, se permitió festejar con bullanga y burbujas su salto de 24 a 52 escaños. Una proeza olímpica que le coloca en el tercer puesto del escalafón. Severos analistas y encumbrados politólogos vertían espumarajos de diversa intensidad contra el partido de Santiago Abascal. Sus opúsculos y sermones desbordaban referencias a la "ultraderecha", los "fascistas", los "franquistas", o los alimentadores del "discurso del odio", como excretó Pedro en funciones. Al parecer aún hay cuatro millones de franquistas en nuestro país y hasta ahora no se habían manifestado.
El principal perdedor del 10-N ha sido Albert Rivera. Hay pocos precedentes de un desplome de tales dimensiones en tan breve espacio de tiempo. De 57 a 10 escaños. Su dimisión le honra y envía un mensaje de integridad ética a un mundillo poco dado a la autocrítica y a las renuncias. El futuro de Ciudadanos está en el aire. Ya huele a UCD y UPyD. Inés Arrimadas y Begoña Villacís tienen la palabra.
El gran derrotado, pese a su victoria, ha sido Sánchez. Organizó todo este numerón de repetir elecciones para galopar por encima de los 150 diputados, como le había prometido el CIS de Tezanos, y para pulverizar defintiviamente a Podemos. Ni lo uno ni otro. Perdió el PSOE tres escaños, la 'operación Errejón' le salió rana y no ha despejado las incógnitas ni sobre su futuro Gobierno ni su investidura. Sánchez, también, debería irse.
Cabe pensar que Iglesias intentará ahora vender muy caro su apoyo a Sánchez para resarcirse del revés electoral
Pablo Casado cosechó un resultado magro y algo tristón al no ser capaz de aprovechar la oportunidad que le brindaba el trastazo de Cs, su más directo rival en el ámbito del centroderecha. Recuperó 650.000 votos y 22 escaños de abril. Pese a que su rival directo naranja quedó K.O., no logró alcanzar la anhelada barrera de los cien escaños. Ni siquiera la más asequible de los noventa. A Casado ya solo le queda un intento, el tercero, como tuvieron Aznar y Rajoy antes de llegar a la Moncloa. En Génova hubo poca alegría. El número dos del partido, Teodoro García Egea, recibió un directo a la mandíbula por parte de Vox en Murcia, su demarcación. Casado deberá ahora hacer frente a una disyuntiva letal. Ha de elegir entre la abstención patriótica con Sánchez en aras de la gobernabilidad, lo que le convertiría en el almuerzo favorito de Vox, o asumir el papel de responsable de un Frankenstein.
No puede tampoco Pablo Iglesias sacar demasiado pecho. De 42 a 35 en una línea descendente. El líder de Podemos se zafó de la torpe artimaña de Moncloa en forma de Íñigo Errejón. Una chapuza improvisada que naufragó con tres escaños. Errejón se ha convertido ya en el personajillo más atrabiliario, frívolo y antojadizo del escenario político. Un auténtico "vago" y un consumado gandul, como dicen los diputados de la Asamblea madrileña. En este ámbito nebuloso y oscuro, cabe pensar que Iglesias intentará ahora vender muy caro su apoyo a Sánchez para resarcirse del revés electoral. Una vicepresidencia, seis ministerios y la dirección del Ente, como poco.
El viaje a Cuba
Tampoco a la Zarzuela le han sentado bien estas elecciones. El resultado es nefasto, peor que el de abril. De nuevo la incertidumbre, las rondas en Palacio, las investiduras quizás fallidas. Para colmar de grises el tenebroso cuadro, los Reyes han sido embarcados a un viaje a Cuba que en la Casa se juzga totalmente inadecuado. Sánchez, quien no es el político favorito de Palacio, ha parachutado a Sus Majestades hacia la isla caribeña, en pleno vacío institucional en España.
El 500 aniversario de fundación de La Habana es la excusa del líder socialista para tan inaceptable gesto hacia la dictadura castrista. Los Reyes se encontrarán allí con individuos tan poco recomendables como el propio Castro, Putin, Maduro y Ortega. Una panoplia de gente peligrosa y de desalmados malvivientes. En fin, la multitud de pequeños males hace más daño que la violencia de uno, por grande que sea.