Emitió Radiotelevisión Española una pieza hace unos días en la que aparecía un muchacho con una máscara transparente mientras lloraba y rogaba porque una ambulancia acudiera a su casa, donde su madre tenía claros síntomas de covid-19.
Cualquiera que observara ese desgarrador documento podría llegar a pensar que en España no se han producido situaciones de ese tipo, pero nada más lejos de la realidad, puesto que han sido miles los ancianos que han perecido en los geriátricos, abandonados a su suerte por un sistema sanitario que, ante el riesgo de colapso, optó por salvar la vida a los pacientes más jóvenes y con una mayor esperanza de vida. Y, más allá de la propaganda política, que desde hace unas semanas habla de ‘normalidad’ y ‘nueva normalidad’ sin mucho rubor, lo cierto es que basta con llamar a un centro de salud o solicitar una prueba médica para darse cuenta de lo lejos que se encuentra España de esa situación.
Es evidente que la pieza sobre el coronavirus en Bolivia era interesante, pues ofrecía una perspectiva sobre los estragos que ha causado esta enfermedad en los países con un sistema sanitario carente de recursos. Pero no conviene desligar este documento de un fenómeno llamativo que ha ocurrido estos días en estos lares. Tiene que ver con la fijación de los medios aliados con el Gobierno por transmitir a los ciudadanos que la gestión de países como Reino Unido, EEUU o Brasil ha sido desastrosa.
Es innegable que políticos como Jair Bolsonaro han dado muestras de imbecilidad en grandes dosis. Pero también lo es que la actuación del Ejecutivo español y de las autoridades sanitarias no ha sido mucho mejor. La clave es tratar de generar amnesia sobre lo segundo con la sobre-exposición de lo primero. Que las ocurrencias de Bolsonaro ayuden a apartar la vista de Fernando Simón.
¿Lecciones? Ninguna
Publicaba El País hace dos domingos un revelador reportaje en el que aparecía el testimonio de varios médicos que solicitaron en febrero la realización de pruebas a pacientes sospechosos de padecer coronavirus. Sin embargo, no tuvieron éxito, dado que el protocolo de Sanidad, de enero, lo impedía. En aquel entonces, el Gobierno español desaconsejaba el uso de mascarillas para no extender el alarmismo y Fernando Simón porfiaba de las voces que hablaban de la posibilidad de que se produjeran contagios en España.
Bien es cierto que no se pueden esperar altas dosis de coherencia de quienes encomendaron su futuro en el periodismo a la defensa de un Gobierno. Pero no deja de llamar la atención que haya medios que señalen a Donald Trump, Boris Johnson o a Jair Bolsonaro cuando quieren exponer la nefasta gestión del virus en sus países, pero, a la hora de referirse a España, libren de toda culpa a Pedro Sánchez con el argumento de que la emergencia sanitaria ni se podía predecir ni es cosa sólo de un partido, sino que afecta a toda la sociedad española.
También resulta chocante la fijación que tertulias como Al Rojo Vivo demuestran con los datos de contagiados y fallecimientos en Brasil y Estados Unidos. De hecho, no han sido ni una vez ni dos las que, después de contar una mala noticia sobre España, se ha dado paso a otra información negativa sobre estos países, haciendo uso de lo que, en psicología, se conoce como la ‘técnica sandwich’.
Podría decirse que este programa se retransmite en República Checa, donde apenas si se ha llegado a las 3,25 muertes por cada 100.000 habitantes. Pero no, ARV se ofrece todas las mañanas en la televisión española, donde se han contabilizado 60 fallecimientos para ese rango de población, frente a los 25,7 de Brasil y los 37,3 de Estados Unidos, según los datos recopilados por RTVE.
Holanda ya se ve
Tampoco ha sido raro que sus contertulios más alineados con el Gobierno hayan despotricado contra la insolidaridad de Alemania o Países Bajos. Pero ya se sabe, todo lo que suponga desviar la atención de los dislates del Ejecutivo será bueno. Pese a que, por ejemplo, haya actuado con una impresentable falta de transparencia durante la desescalada, en la que pasó varios días sin actualizar la cifra de muertos… e incluso resucitó a más de 1.000 en un solo día, en el mayor milagro registrado desde la multiplicación de los panes y los peces y el gol de Alfonso Pérez contra Yugoslavia en la Eurocopa del año 2000.
Ahora, se ha optado por la manga ancha general con los turistas alemanes o británicos que llegan a los aeropuertos españoles; y se ha hecho por razones económicas, a sabiendas de que la movilidad es uno de los factores que contribuye de una forma más decisiva a la expansión del virus. Dentro de unas semanas, a buen seguro volveremos a escuchar a los especialistas que aparecen periódicamente en esos medios con una frase en la boca: “no se podía saber”.
Quizá sea positivo fijar las vistas en determinadas repúblicas tropicales para reafirmarnos en lo que no nos queremos parecer. Pero, desde luego, resultar pueril y malicioso enfocar a tu enorme ‘brunete mediática’ hacia esos países para evitar señalar las barrabasadas autóctonas. Que, por cierto, no distan mucho de aquellas y, en algunos casos, las superan con creces.