Por eso lo único que han sabido hacer desde la noche de los tiempos es lanzar bravuconadas entre amigotes, con unas cuantas cervezas y deseando que las barbaridades que vomitas te permitan ligar esa noche. La sinsustancia de ese pensamiento, por llamarlo de alguna manera, fofo, blandiblub, gelatinoso y amorfo no le permite cuajar en la vida normal, es decir, en esa en la que usted o yo debemos apechugar con nuestras acciones para bien o para mal. Por eso, los flojos de la izquierda charlatana han de refugiarse en el colchón del cargo público. En primer lugar, porque eso madrugar para ganarse la vida honradamente no es lo suyo; en segundo, porque solo saben moverse entre trapicheos, compadreos, nepotismos y amigachos.
Estos ejemplares de plastilina, han dicho burradas para llenar más tomos que la Espasa en redondilla, pero, en cuanto pisan moqueta, se crecen y las dicen todavía más gordas. Fíjense lo que largaba por su boquita de piñón la segunda teniente de alcalde y regidora de urbanismo del ayuntamiento de Barcelona, Janet Sanz: “El sector de la automoción no debería reactivarse después de la pandemia para así poder fomentar la movilidad sostenible”. Ahí queda eso. La rojísima Sanz lanzaba al viento tamaña proclama en hace poco y, mira tú por donde, Nissan ha decidido hacerle caso y marcharse. Que a la tal Janet eso no le afecte ni laboral ni económicamente, provocando sin embargo la ruina económica de trabajadores, proveedores y empresas que tenían vinculada su supervivencia con la Nissan, le da igual. Su sueldo no se verá mermado por ello.
Igual que a Ada Colau no le faltará un céntimo aunque hoteles y restauración se vayan al carajo para siempre jamás en esta tierra que, no nos engañemos, vivía básicamente del turista. Pero como a Colau eso del turismo le parecía facha, no se ocupó ni de incentivarlo ni de promoverlo ni de dotar a la ciudad de infraestructuras económicas que lo sustentaran. Y ahora, que vienen duras, que digo duras, durísimas, andan los propietarios de hoteles y restaurantes como ánimas en pena. “Fuera turistas de nuestros barrios”, decía la señora. Como remedio, Colau se hace fotitos enseñando el pie, porque le suda un ídem.
Lo poco que generaba ingresos se nos ha ido a la mierda sin que esas devotas del rojerío hayan hecho más que enseñar coquetonamente el pie"
Sanz y Colau despreciaban la fabricación de automóviles o la industria derivada del turismo por una sencilla razón: no tienen ni idea de cómo funciona la economía y jamás han vivido de nada que no sea la subvención o el chalaneo entre camaradas. No saben lo que supone montar tu propio negocio, lo que se sufre cuando has de pagar nóminas y no te llega, de cómo se te retuercen las tripas cuando has de despedir a alguien a quien aprecias o la responsabilidad que supone cumplir con tus clientes aunque te cueste el sueño y la salud. Eso son cosas de fachas, insistimos, y mejor no saberlas. Así ya se puede ser revolucionario y pasar a la historia como lideresas de los ayuntamientos del cambio, con programas para niños en los que la alcaldesa hace el ridículo más sideral o promover conciertitos en los balcones, que al final no te dejan hacer, con Roures por medio, lo tienes todo hecho.
Su bluf es tremendo y las consecuencias de que se las haya votado para mandar en un mecanismo de relojería tan delicado y complejo como es Barcelona están a la vista: lo poco que generaba ingresos se nos ha ido a la mierda sin que esas devotas del rojerío hayan hecho más que enseñar coquetonamente el pie. Total, el futuro es feminista, sostenible, ecológico y transversal así que ¿a quién carajo le hacen falta los turistas y los automóviles? Viviremos de la paguita que nos dará Iglesias, seremos camaradas en el partido de la vagancia y la nulidad intelectual y nos pintaremos de azul e iremos a ver salir el sol a la playa.
Eso sí, después de ningunear a la Nissan, de que la empresa acabara hasta los cojinetes de tanta carretera cortada por los CDR, de tanto boicot municipal, del clima de inestabilidad provocado por el proceso y de la incompetencia tanto de Sánchez, que juraba que se iban a quedar, como de ayuntamiento y Generalitat, ahora a poner caras de circunstancias y exigir que se queden. O como decía Errejón, que la nacionalicen. Hace falta ser zote, hace falta ser ignaro, hace falta no tener ni puta idea de nada que no sea la retórica bananera del emancipador de sofá y gin tónic. Y, además, enseñar el pie.