Feliz año, en España todo va bien gracias al gobierno de Pedro Sánchez. Un aplauso para el Gobierno. Cerramos este 2021 con el último alarido de ego de quien ha pasado definitivamente a la inanidad. Se trata de la condecoración de la Orden de Carlos III a don Pablo Iglesias Turrión, como "culminación de relevantes servicios al Estado”. Nada mejor para ensombrecer aún más el panorama institucional que seguir instalados en un triunfalismo paralelo a la realidad y gobernar de espaldas, si, a la opinión pública.
La orden servía para premiar y distinguir a personas adeptas a la figura del Rey, pero ahora es un desparrame, una cruz de sombra y sueño que propone un presidente que vive de espaldas a la opinión pública. Todo esto me recuerda al personaje más inquietante de la Rusia de los zares, Rasputín, consejero del último zar de Rusia, Nicolás II. Conocido por su afición al vino y los burdeles, se autoproclamó hombre sagrado y mangoneó lo que no está escrito. Aquí uno puede proclamarse también cualquier cosa, mangonear a la Corona e incluso le puede tocar a uno la condecoración de la Orden de Carlos III al abrir un yogur.
Acabarás creyendo que nuestros dioses modernos, los políticos de la izquierda, lo hicieron todo bien, que siempre acertaron con lo de la mascarilla
Todo esto nos revela lo que nuestra política tiene de embrollo, de máquina de fabricar opiniones y de prepotencia. Vivimos así un tiempo mítico, pero seguimos como si nada, como ciudadanos razonables y correctos, discretamente perfumados. Distinguir la inocentada de la realidad se ha vuelto cada vez más difícil para el ciudadano común. La batalla por la narrativa, o “la batalla por los corazones y las mentes” opera bajo la dinámica política usual, pero quizás está adquiriendo un tono macabro por las estrambóticas y retorcidas narrativas que elabora el gobierno. Acabarás creyendo que nuestros dioses modernos, los políticos de la izquierda, lo hicieron todo bien, que siempre acertaron con lo de la mascarilla. Dijo Raymond Aron que “los crímenes dependen de la ideología”, y en este país, las hazañas y los honores y los aciertos también.
¿Cómo se trocea la realidad? Primero, la verdad se desecha y se sustituye por ideología. Segundo, la bondad se deja a un lado, porque la doctrina política tiene su propia moral. Tercero, queda la “sublime acción” por la que el esteta amoral siente una admiración desmesurada. La sublime acción necesita un potente relato, una condecoración al mérito, una cruz muy grande. Esto funciona siempre que el relato alternativo sea comprado por una parte de la población, y que la otra parte esté calladita. Koestler hablaba de “la conspiración del silencio” refiriéndose a cómo el silencio contribuye a corroborar el relato y la sublime acción que impone una de las partes.
Y hablando de noticia, no se vayan todavía que queda la última noticia, el notición, que contaba ayer la Sexta: el mejor personaje del año es… exacto, Pedro Sánchez
El problema de esta distorsión exagerada de la realidad es que hasta la Corona está empezando a ser criticada por la derecha, al monarca le llaman Felpudo VI. Desde nuestras casas, los ciudadanos cada día compartimos memes más originales y creativos, lo cual es una fuente curiosa de diversión y una vía de escape ante el espectáculo dantesco de nuestra política. De manera inquietante, esta crisis de autoridad o confianza en las instituciones crea una enrarecida atmósfera, mientras que el gobierno la ignora y se mantiene instalado en el triunfalismo. Pienso de nuevo en la Rusia de los zares, y que en el fondo, a estas alturas, todo lo que no sea una guerra es una buena noticia. Y hablando de noticia, no se vayan todavía que queda la última noticia, el notición, que contaba ayer la Sexta: el mejor personaje del año es… exacto, Pedro Sánchez. Un aplauso para el Gobierno.