Opinión

¿Quién le pone el cascabel a Vox?

Vox quiere gobernar. Ocupar despachos decisivos, gestionar presupuestos, firmar decretos, emborronar páginas en los diarios oficiales. Se acabó la etapa de la obsequiosidad estéril, de apoyar sin cobrar pieza, del

  • Santiago Abascal. EFE / Javier Lizón.

Vox quiere gobernar. Ocupar despachos decisivos, gestionar presupuestos, firmar decretos, emborronar páginas en los diarios oficiales. Se acabó la etapa de la obsequiosidad estéril, de apoyar sin cobrar pieza, del franciscanismo parlamentario. De hacer de costalero sin percibir rédito, de tirar del carro sin más recompensa que un 'muchas gracias'. O ni eso. En suma, de ejercer de responsable palanganero sin ver la gracia de Dios.

Las razones para que hasta ahora actuara en forma tan desprendida eran diáfanas. Vox apoyaba al PP allí donde se le precisaba para desalojar a la izquierda, para desterrar al sanchismo y sus cofrades. Así lo ha venido haciendo en Madrid (Comunidad y Ayuntamiento) y en Andalucía. Llegado es el momento, al parecer, del cambio de partitura. Se acaba de comprobar en Cibeles, donde Ortega Smith le ha dado a Martínez Almeida con la puerta del pacto en las narices bajo una serie de pretextos entre burdos e inconexos. O muy mal explicados. Ante esta actitud ('visto lo cual' diría el tertuliano) el alcalde madrileño, recurrió a tres concejales postpodemitas para sacar adelante sus cuentas. "Comunista", le ha llamado Smith, en hipertrofiada hipérbole. Es como tratar de 'señora' a Ada Colau o de 'españolaza' a Meritxel Batet.

Ha sido la primera advertencia de que Vox va en serio. Nada que ver con los tiroteos alambicados de esos debates retóricos sobre el pajarillo de Lesbia, u otras variantes, en el que frecuentemente sucumben nuestros próceres más respetados. Otra pista. En Andalucía ha ocurrido lo propio. Juanma Moreno, que se ha quedado sin presupuestos porque no tenía tránsfugo mohoso al que aferrarse. Se ha quedado en la estacada, agarradito a Cs y con los pies colgando. Mucho mejor le ha ido a Isabel Díaz Ayuso porque Santiago Abascal, buen estratega, sabe que su electorado no entendería un bofetón al símbolo nacional en la defensa de la libertad contra la izquierda. De ahí que Rocío Monasterio, quizás en contra de lo que le pedía el cuerpo, tuvo que cerrar un acuerdo sin apenas reclamar contrapartidas y avalar las cuentas entre sonrisas y palmas.

Necesitaría el apoyo de Abascal para gobernar, salvo que le cuadren los números y lo logre con el respaldo de los nacionalistas liliputienses, que, bajo la piel de 'España vacía', empiezan a surgir como níscalos

Terminado ya el tiempo de la pelea de sombras y la esgrima de salón, empieza definitivamente el combate en serio. Está en juego el liderazgo de la derecha y se va a dirimir en el próximo bienio. Una contienda fatigosa y cruel cuyo primer escenario es Castilla y León, allí donde Alfonso Fernández Mañueco ha calcado la operación Ayuso (incluida la gestión pandémica) para asegurarse la victoria. Las encuestas le conceden una mayoría muy amplia, a tres o cuatro escaños de la mayoría absoluta. Emerge, por lo tanto, el factor decisivo de siempre. Necesitaría a Vox para gobernar, salvo que le cuadren los números y lo consiga con el respaldo de los nacionalistas liliputienses, que, bajo la piel de 'España vacía', empiezan a surgir como níscalos en esa declinante región, la más grande y la más olvidada. Terueles por doquier. La España menguante y cantonal.

Aferrados al sigilo, abrazados a la prudencia, los estrategas de Abascal no sueltan prenda. Nada dicen sobre reclamar sillones en ejecutivos regionales, o que si no hay carteras no hay votos. Pero se advierte ya un cambio de todo, un giro evidente en su actitud. Macarena Olona, posible candidata en las regionales andaluzas de junio, dio a entender que el PP deberá abrir las puertas del Ejecutivo allí donde ambas fuerzas sumen. "El Gobierno será con Vox o no será". Más claro que el caldito de un autónomo. "Nadie pretenderá que pongamos nuestro voto para que se conforme un gobierno en solitario", añadía con la contundencia de quien conoce las respuestas.

Los barones del PP miran hacia el tendido, disimulan, silban, se hacen los loquitos, no quieren ser el primero que de el pasado. Malhadadamente para Mañueco, parece ser el encargado de abrir la marcha

Las instrucciones son muy claras. Nada de coaliciones con Vox. Negociar apoyos, alcanzar consensos, ceder algún reclamo, pero sin compartir gobiernos. Esa es la foto que anhela Moncloa, la del PP "sentadito con la ultraderecha", advierten en el equipo de Casado, a quien le salen sudores fríos solo de pensarlo. El líder popular rompió drástica y brutalmente con Abascal en la moción contra Sánchez. Y ahora lo va a necesitar. En alcaldías, en comunidades y hasta en después de las generales. ¿Cómo se hace eso? ¿Quién le pone el cascabel a Vox? Los barones del PP miran hacia el tendido, disimulan, silban, se hacen los loquitos, no quieren ser el primero que dé el pasado. Malhadadamente Mañueco será el encargado de abrir la marcha. Un marrón nada glacé. Una patata bien caliente.

¿Quién saltará del coche en la carrera?

El presidente en funciones de CyL ya ha advertido que no contempla tal posibilidad. Que gobernará en solitario. ¿Y si no lo logra, sentará, como en Plácido, a un consejero de Vox (o dos, o tres) a su mesa? Piensan los de Teodoro que Abascal, finalmente, tendrá que ceder. "No puede andar regalando gobiernos a la izquierda, jamás se lo perdonarían sus votantes". O no. El problema, en cualquier caso, lo tendrá el PP. En su condición de vencedor, será el partido encargado de formar Gobierno. Le tocará resolver el problema del nudo gordiano. Un endiablado laberinto. Ayuso lo solventaría por la vía rápida. Agarraría la espada y le pegaría un tajo al nudo que saltaría por los aires, sin muecas ni gestos de doncellita asustada. Mañueco no pude hacerlo. Como tampoco podrían Almeida, o quizás Bonilla.

¿Y qué dice Casado? De momento, inmóvil en su cuadrícula: "Vox tendrá que retratarse. En una investidura todos se tienen que retratar". Así de complicado está el tablero. "Sólo es cierto que nada es cierto" afirmaba Plinio. "No existe razón que no tenga la contraria", apuntaría Sexto Empírico. Y entonces, ¿qué narices se hace llegado el momento?. ¿Quién aflojará, Casado o Abascal? Como en Rebelde sin causa, uno de los dos ha de arrojarse del coche en marcha antes de caer al abismo. Ninguno, la verdad, tiene demasiado aspecto de James Dean.

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