Hemos ganado en todo, la idea es acabar con este régimen español Carles Puigdemont
Tanto la expresión en sí misma como el fondo de lo que transmite resultaría absolutamente inadmisible por el Parlamento de cualquier país que se precie de serlo. Es evidente que el acuerdo entre Pedro Sánchez y el independentismo es de tal gravedad que hiere de muerte la arquitectura constitucional del 78, pone en jaque a la nación española y atenta contra la seguridad jurídica y el principio de igualdad de los ciudadanos españoles. Lo que no resulta tan sencillo es discernir entre el deseo de mejorar y la realidad con la que contamos.
La esperanza de que cuatro de los ciento veintiún diputados socialistas, un mero tres por ciento, sufra un ataque de dignidad y acabe votando en contra de un pacto concebido contra su propio país es del todo imposible. Menciono la dignidad y no aludo al valor supremo de la responsabilidad política porque los diputados-alfombra no disfrutan de la libertad que les haría deudores de una mínima responsabilidad. Cual bueyes, surcarán el páramo que les manda el amo sin rechistar ni pensar. Porque si llegasen a reflexionar sobre la transcendencia de lo que van a votar a cambio de una nómina, no podrían mirar a sus hijos a los ojos.
Abandonemos, por lo tanto, toda expectativa de que Pedro Sánchez reciba su némesis en el Parlamento. Será investido presidente del Gobierno.
Desistamos también, en el corto y el medio plazo, de mantener intacta la ilusión de terminar con la gran perversión de la que traen causa todos los problemas serios que sufre España: la partidocracia. Mientras tanto, los amantes de España y de la libertad tenemos que inventariar de una forma realista los elementos con los que contamos para intentar detener el rumbo que el mayor nihilista de nuestra historia reciente nos ha marcado.
No conjeturaré sobre una hipotética moción de censura apoyada por el PNV, una vez achicharrado por Bildu en las elecciones vascas, porque su ejecución depende de nuestros actuales verdugos, sin que cobre sentido práctico ninguna apelación moral que pudiéramos esgrimir. El nacionalismo vasco es idéntico al catalán. Fascista, como todo nacionalismo y, en nuestro caso, enemigo de España.
Aunque algunos eurodiputados españoles trabajen denodadamente denunciando el golpe, un pronunciamiento de la Eurocámara y de la Comisión, con amenazas incluidas, es algo que no depende por completo de nosotros
En relación con la UE, creo que debemos ser cautos. Es cierto que, tras los casos húngaro y polaco, la Unión ha aprendido a reaccionar con mayor agilidad a las vulneraciones del Estado de Derecho y de la democracia, la mayoría de las cuales comienzan con ataques al Poder Judicial. Pero, de nuevo, aunque algunos eurodiputados españoles trabajen denodadamente denunciando el golpe, un pronunciamiento de la Eurocámara y de la Comisión, con amenazas incluidas, es algo que no depende por completo de nosotros.
Sí están sujetas a nuestra voluntad, sin embargo, dos cuestiones fundamentales. La primera ya ha comenzado con éxito. Es la movilización social. El objetivo realista de "agitar la calle”, hoy, no debe ser conseguir los votos de la izquierda, como algunos esperan. Bienvenidos serían, pero no vendrán. Por diversos motivos en los que no puedo detenerme, la sociedad actual, no solo la española, se encuentra mucho más polarizada de lo que estuvo tras la caída del muro de Berlín y el colapso del comunismo. Esa arcadia que simplonamente definimos como “el fin de la historia”, utilizándolo casi como un acrónimo, y que recordaba por analogía a la homogénea sociedad política del liberalismo clásico a la que aludió Habermas, ha dejado paso a una sociedad que ha ido absorbiendo innumerables fobias y prejuicios políticos.
Lo vimos el 23 de julio. Pocos podían imaginar que, por una razón un otra, un lustro ominoso de gobierno no le iba a pasar factura a Pedro Sánchez. Si no lo hizo entonces, no hay ninguna razón para pensar que sí lo hará en las próximas elecciones. El esfuerzo para agitar la calle debe ir encaminado, por un lado, a lograr que no haya un solo votante del centro y de la derecha que se quede en casa las próximas elecciones, cuando quiera que se convoquen. Por otro lado, a persuadir a la tercera opción política más numerosa, la abstención, para que se desperece y, aunque sea por una vez, acuda a las urnas.
Afortunadamente, parece que la parte laocrática de la sociedad se ha unido para movilizarse. Colectivos sociales y profesionales enteros se han levantado pacíficamente contra el golpe de Sánchez, dejando a un lado la ideología para oponerse al felón. Todas las asociaciones de jueces y fiscales -progresistas y conservadoras- la Policía, la Guardia Civil, la Inspección de Hacienda y de Trabajo, la diplomacia, e incluso los maquinistas de RENFE. Seremos más en poco tiempo si no cejamos en el empeño, si seguimos convocando manifestaciones, organizando actos y movilizando a la sociedad, a través, incluso, de una huelga general, nunca más merecida.
Debemos apoyar el surgimiento de un partido de izquierda con vocación españolista y, por lo tanto, antinacionalista. El sistema electoral español actual favorece extraordinariamente esta estrategia
Insisto, es difícil que las movilizaciones provoquen un movimiento de bloques. Desde Hume, sabemos que la razón es esclava de las pasiones. En la era de los mass media y de MacLuhan, la razón se ha abandonado y, por desgracia, la política se vive con más fanatismo que nunca. Un partido político se parece hoy más a un equipo de fútbol que a una herramienta de cambio social. El odio ideológico al otro equipo -o bloque ideológico- pesa mucho más en la conciencia colectiva que la memoria de las promesas incumplidas. Para lograr un movimiento de bloques no hay que trabajar el alma del electorado sino la matemática electoral, acercando a una parte del bloque perdido a la causa española y de la libertad.
Mi firme convicción es que debemos apoyar el surgimiento de un partido de izquierda con vocación españolista y, por lo tanto, antinacionalista. El sistema electoral español actual favorece extraordinariamente esta estrategia. Por un lado, todos los votantes de izquierda que no han sido capaces de dar la espalda a Sánchez, pese a lo amargo que ha podido resultarles el trance, tendrán la posibilidad de exorcizarse sin cambiar de bloque. Por otro lado, como le ocurrió a la derecha cuando concurrieron tres partidos distintos (PP, Ciudadanos y Vox), la izquierda perdería muchos votos en las circunscripciones pequeñas, no traduciéndose en escaños, lo que siempre implica que los ganarían otros partidos, en concreto el más votado. Por último, aunque relacionado con lo anterior, cada escaño que gana un partido pequeño de un bloque ideológico, le hace perder al grande un porcentaje mayor. Si unimos todo esto, la aparición de un partido de izquierda antinacionalista sería letal para el bloque Frankenstein. Su sola representación parlamentaria probablemente otorgaría la mayoría absoluta a la derecha. Pero, con seguridad, eliminaría toda posibilidad de reeditar el Pacto de la vergüenza actual.
La arquitectura de esta estrategia precisa de dos elementos que actúan de clave de bóveda. El primero es que exista o esté a punto de crearse ese partido. Pues bien, ya existe. Es el movimiento de izquierda ilustrada y nacional de Guillermo Del Valle, Gorka Maneiro, Pedro Insua, etc., que, de momento, gravita en torno a la publicación online “El Jacobino”, con el apoyo explícito de miembros de la antigua UPyD y al que probablemente se unirán otros colectivos y partidos como la Tercera España. Aunque resulte paradójico que un liberal como yo les aconseje mantenerse en la izquierda sin aproximarse al centro, deben hacerlo si aspiran a lograr votos. La guerra en la que nos ha colocado Sánchez nos obliga, contrariamente a lo que la sociedad actual hace, a poner la cabeza en donde se encuentra el corazón. Tal es el grado de fanatismo y polarización, que, si el votante socialista huele al más mínimo centrismo, no les votará. España, cuesta decirlo sin sonrojarse, necesita una izquierda española.
La responsabilidad de los medios de comunicación que critican este golpe a la democracia es histórica. Solo ellos pueden darle la vuelta a la situación
La segunda dovela es el apoyo explícito y constante de los medios de comunicación y las instituciones no contaminadas por el populismo woke-reaccionario que representa el sanchismo. Sin una gran presencia en los medios no cuajará el proyecto. Contamos con los ejemplos de Podemos, de Vox y quizá también de Ciudadanos para saber cómo surgen hoy los partidos: de una necesidad imperiosa y del apoyo mediático.
La responsabilidad de los medios de comunicación que critican este golpe a la democracia es histórica. Solo ellos pueden darle la vuelta a la situación. La responsabilidad alcanza, por lo tanto, también al IBEX, propietario de los grandes medios. Si tanto les preocupa que los inversores internacionales huyan de España, lo pueden solucionar en un almuerzo. También ruboriza reconocer esto.
Las elecciones europeas están, afortunadamente, a la vuelta de la esquina. Son las elecciones más sencillas para un nuevo partido por la fórmula proporcional empleada y la ausencia de barreras de entrada. Así surgió Podemos en 2014. Y solo dos mil votos separaron a mi amigo Alejo Vidal-Quadras de lograr el escaño con el que habría cambiado la política en España. Hoy, paradojas de la vida, lucha para recuperarse de un intento de asesinato por defender la libertad, incluso fuera de nuestras fronteras.
La tentación del dictador
Si la izquierda nacional obtiene representación en Europa, acceder al Parlamento español será mucho más fácil. Hay poco tiempo, pero es suficiente. Los “Jacobinos” ya han dicho que se presentan. Apoyémosles, elevando su voz. A este pestilente régimen sanchista, al que Iglesias vaticinó la eternidad, hay que combatirlo desde la izquierda, lo han manifestado claramente sus votantes el 23-J. Solo hace falta la capacidad de verlo.
A las dificultades actuales debemos unir otra más. Es probable que Sánchez intente cambiar el sistema electoral o, al menos, la Loreg. A nadie se le escapa que el PSOE obtuvo 16 escaños menos que el Partido Popular, con una diferencia del 1,35% en la intención de voto, lo que significa que va a tener muchas tentaciones de cambiar a un sistema más proporcional que, ceteris paribus, le acercaría diez escaños al PP. No podemos olvidar que la primera tentación de todo dictador o aspirante a ello, es eliminar la independencia del Poder Judicial y, la segunda, modificar el sistema de elección.
¿Serán las europeas la última oportunidad antes de la segunda y definitiva embestida contra la democracia en España? Insisto también en esta cuestión, los medios de comunicación jamás tendrán una responsabilidad histórica de mayor calado.
Ansurez
Lo que tiene que hacer la izquierda es desaparecer,no ha hecho ya suficiente daño?
Arcano1964
Difícil plan, pero en otros países se ha dado. En nuestra vecina Francia, sin ir más lejos, donde el PSF está quedándose en los huesos, como el italiano. Desde luego, tarea enorme en convertir el PSOE en algo del pasado, pero ya pasó con el PCE
vallecas
¿Dónde vive usted? Me refiero a ¿en que planeta vive usted?