Opinión

Carta abierta al escolta de Puigdemont

Me dirijo a usted con el respeto y agradecimiento que siento por los miembros de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. No le con

  • El expresidente de Cataluña, Carles Puigdemont -

Me dirijo a usted con el respeto y agradecimiento que siento por los miembros de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. No le conozco ni sé su nombre. Ni siquiera si ya le han asignado la función de servir de escolta a Puigdemont. Tampoco al cuerpo al que usted pertenece. Imagino que será el de la Policía Nacional, pero eso ahora no tiene relevancia. Lo que me gustaría decirle es que tengo plena confianza en su profesionalidad, en su buen hacer y en que estará acostumbrado a cumplir con su deber. Por eso mismo me atrevo a decirle, como compatriota suyo, que proteger a quien se ha reído de ustedes, de los jueces, de la Constitución y de la ley no va a ser fácil. Usted ha jurado hacer cumplir la ley y la Constitución, y ahora se encontrará ante una disyuntiva espinosa: si cumple la ley de amnistía, que ley será cuando se apruebe en el congreso, estará incumpliendo la Carta Magna; si, por el contrario, decide usted cumplir con la Constitución, en la que no caben esos alifafes de Sánchez diga lo que diga, estará usted incumpliendo la ley. Digo más, estará desobedeciendo una orden superior lo cual en cualquier cuerpo policial es gravísimo y motivo de sanciones que le pueden traer funestas consecuencias.

Proteger a quien se ha reído de ustedes, de los jueces, de la Constitución y de la ley no va a ser fácil. Usted ha jurado hacer cumplir la ley y la Constitución, y ahora se encontrará ante una disyuntiva espinosa: si cumple la ley de amnistía o si, por el contrario, decide usted cumplir con la Constitución

Salvo que sea usted un entusiasta del citado individuo o de Marlaska o de Sánchez y acepte ese destino con la alegría propia del militante – no quiero ocultarle que hay gente uniformada que sonríe ante el golpe de estado al que asistimos, igual que había en 1936 guardias de asalto o guardias civiles que militaban en el frente popular – el dilema que se le presenta es tremendo, máxime para un policía serio y comprometido como son, por otra parte, el 99’9 por cierto de sus compañeros. ¿Qué hacer? ¿Aceptar la orden recibida y tragarse sus propias convicciones que, no lo dudo, estarán en contra del golpista y en favor del policía herido en los disturbios de la plaza Urquinaona promovidos por esos bárbaros CDR? ¿Negarse a cumplirla sabiendo que con eso su carrera policial ha puesto punto y final porque, no lo dude, irán a por usted? Es muy difícil decidir porque, con el corazón en la mano, todos tenemos facturas que pagar y con el escaso sueldo que cobran ustedes no se les puede exigir que sean el coronel Moscardó. No obstante, se me ocurre una idea que, caso de secundarla toda la policía, podría ser de algún efecto. Si le mandan ser escolta del hasta ahora fugado Puigdemont puede usted solicitar ser escolta de Vidal Quadras. Al fin y al cabo, al bueno de Alejo han intentado asesinarlo y al otro, gracias a Dios, no. Y digo gracias a Dios porque a diferencia de ellos, nosotros no deseamos, al menos servidor, que corra más sangre en un país donde esa barbaridad ha ocurrido demasiadas veces.

Ser escolta de Alejo supone, además, serlo de un hombre de bien, un demócrata de pies a cabeza, un ser culto, divertido, caballeroso y de una calidez humana excepcional. No tan solo serviría usted mejor a su patria sino que, además, se lo pasaría pipa oyéndole explicar las mil y una sapiencias que alberga su prodigiosa mente. Por otro lado, el caso no ofrece dudas: es la reciente víctima de un atentado del que casi no se habla pero que es, lo haya hecho quien sea, un claro aviso a navegantes, como si alguien quisiera dejarnos claro a quienes nos oponemos al dictador Sánchez que cuando quieran y como quieran nos pueden cazar.

Piénselo y explíquelo. Si les piden ser escoltas de Puigdemont, contrataquen y ofrézcanse a serlo de Alejo. Ya me parece estar escuchando a algunos diciendo que eso no puede hacerse, que si la disciplina debida, que menuda jaimitada, pero mire, hay momentos en la historia de las naciones en las que basta con que la gente de bien se niegue a someterse a directrices infames para, en su lugar, entregarse a causas nobles.

Un fuerte abrazo y que Dios reparta suerte.

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