Opinión

Usted también está excluido del cine español

Tras la rabia inicial del que se siente expulsado de su propia casa, hemos acabado yéndonos en masa a ver otra cosa  o simplemente a nuestra vida

  • Antonio de la Torre

Es curioso que, tratándose de una pareja de actores de reconocido prestigio, disimularan tan mal. Un reportero de OK diario se acerca a los presentadores de Los Goya y les pregunta su opinión sobre los  carteles que aparecieron en Sevilla  en protesta por la nominación y presencia en la gala de Fermín Muguruza, una de las figuras fundamentales del movimiento abertzale, fundador de Kortatu, la principal banda de rock radical vasco, columnista de Egin y simpatizante y colaborador de Herri Batasuna, o sea, el paquete completo.

Antonio de la Torre empieza a balbucear, puede verse literalmente cómo se activan los resortes de su cerebro buscando la salida que menos repercusiones personales pueda traerle. “He visto fugazmente algo, pero no me he enterado, explícamelo” dice, tratando de ganar tiempo. Primera jugada errónea, porque es evidente que era imposible que no estuviera al tanto de algo de tanta trascendencia para un acto que él mismo iba a presentar. A continuación, aprovecha los segundos que le da la respuesta del reportero para encontrar y tirar de consignas, una tras otra. “ETA dejó las armas hace quince años” “Condeno la violencia venga de quien venga” “Reabrir heridas es de populistas” “Sí bueno, en la película se trata a dos etarras como a héroes pero es que claro, es su punto de vista”. A su lado, una habitualmente locuaz y enterada Clara Lago permanece muda y sin echar el menor capote a su angustiado compañero hasta que por fin consuma la traición y con un  "como no me estoy enterando de la movida me voy” lo deja solo ante elmicrófono, los espectadores y la verdad: que el etéreo colectivo autodenominado “cine español” ha decidido nominar para uno de sus premios a una película del mundo de ETA sin la menor consideración por las víctimas, muchas de ellas con sus casos todavía por resolver.

Hay que hacer muchas más películas sobre la guerra civil, hasta que la parte culpable de los españoles pida perdón a la parte inocente de los españoles


Al igual que Walt Whitman, el “cine español” dicho sea siempre entre comillas,  se contradice porque contiene multitudes. En una entrevista al ganador por aclamación de este año, Rodrigo Sorogoyen, este se despacha sentenciando, y nunca mejor dicho, que hay que hacer muchas más películas sobre la guerra civil, hasta que la parte culpable de los españoles pida perdón a la parte inocente de los españoles, y estos decidan, o no, perdonarlos. Es decir, que mantener la memoria de ETA que solo hace quince años que dejó de matar es populismo y reabrir heridas innecesarias, pero usted, nieto de un republicano represaliado pero votante de Vox o del PP tiene que pedir perdón por algo que pasó hace ochenta años al bisnieto de un falangista que como buen señorito es de Podemos. La locura.

Una sueña con una gala en la que los felices ganadores dieran las gracias por su premio a su agente, a su madre y a su perro, por ese orden, y nos evitaran discursos políticos todos en la misma dirección, porque no hubo en la gala la menor referencia a los delincuentes sexuales beneficiados por la ley de Irene Montero y sí se centraron todos en el tiro al pichón Isabel Díaz Ayuso, de la misma forma en que nadie sabe a que partido vota su dentista y ni falta que le hace. Que consistiera en un repaso y celebración de los mejores trabajos en los que brillaran por derecho propio los destellos creados por el talento de tantos artistas, que trabajando juntos consiguen a veces hacer arte. Una gala en la que hubiera candidaturas que prefirieran a las víctimas de los documentales de Iñaki Arteta más que a la hagiografía de etarras de Fermín Muguruza. Un patio de butacas en el que todas las ideologías pudieran convivir en libertad porque, no se engañen, como en la Cataluña del Procés, no todos piensan igual pero una parte debe callar para no sufrir las consecuencias de no volver a ser contratado.

Con el tonito de superioridad moral del que ya va lanzado a ganar puntos, un  joven director de los que tiene más trajes reivindicativos  en su armario que espectadores sus películas no duda en decir que no quiere que españoles de determinada tendencia política vean su cine. Suicidio comercial pero maravilloso cadáver de film progresista. Y así, gala a gala, homilía a homilía, una gran parte de españoles nos hemos quedado fuera porque ya no aguantamos más tanta superioridad moral gratuita. Ya no lo sentimos nuestro. El nuevo “cine español” , tan inclusivo, nos excluye a todos, y tras la rabia inicial del que se siente expulsado de su propia casa, hemos acabado yéndonos en masa a ver otra cosa  o simplemente a nuestra vida.

Así que sin ver la gala en la que no somos bienvenidos más que por lo que salpica en las redes sociales, deberemos concentrarnos en recordar que el cine español, esta vez sin comillas, es mucho más que los aduladores habituales de Sánchez y sus socios. Son Pepe Isbert y su humilde y gigantesco talento, la caras de Bódalo y Landa en cualquiera de Garci como un mapa astronómico de sentimientos, Lola Flores moviendo una bata de cola negra con el poder de una diosa ancestral para Carlos Saura, Fernán Gómez y su extraño viaje, las películas de nuestra infancia y las de ahora mismo, los últimos melocotones de Alcarràs y sus niños milagrosos, Berlanga siempre y el Almodóvar de antes, Fernando Galindo un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo. ese cine en el que vamos a vernos a nosotros mismos y del que no seremos nunca excluidos, pensemos como pensemos, porque forma parte de nuestra memoria sentimental y porque en el momento en que empieza la película y nos sentamos en silencio a verla, la completamos.

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