Junqueras ha obtenido para Esquerra los mejores resultados en la historia del partido separatista. Quince diputados frente a los siete del fugado Puigdemont. Bien podemos decir Delenda est Convergencia.
El deseado sorpasso que ansiaban los republicanos ha terminado por suceder. Ni en sus mejores sueños podía imaginar el partido de Macià y Companys acabar doblando en escaños a la hasta hace pocos años omnipotente derecha burguesa nacionalista. En Waterloo reina la más absoluta desolación. Parece increíble, pero no se lo esperaban. Su mesianismo ciego les hacía creer que la mitificada figura del exiliado Puigdemont, del héroe perseguido, iba a resultarles rentable. No contaban con que el votante separatista – el constitucional lo sabe hace tiempo – considera mucho más digno quedarse a dar la cara y asumir las responsabilidades por el intento de golpe de estado que huir como un conejo en el maletero de un automóvil para darse la vida padre en el extranjero, financiado por quién sabe qué organizaciones.
Hablando con votantes separatistas este domingo me decían que les parecía un escándalo que Puigdemont intentase dar instrucciones y directrices desde la comodidad de su sala de estar, mientras que Oriol se pudre en la cárcel. Tienen razón. Se compartan o no sus ideales – que yo no comparto – hay que admitir que el razonamiento no tiene réplica posible. Junqueras, además, ha apostado por dialogar, por renunciar al la via unilateral, por acercar posturas con el Gobierno del PSOE, por no cerrarse puertas. No me sirven las razones mezquinas que dan desde Bélgica, a saber, que lo hace para conseguir un indulto. Junqueras ha estado, desde el minuto cero, instalado en la sólida voluntad de afianzarse como único referente del orbe separatista y lo ha conseguido sin alzar la voz, con su discurso de siempre, sin abjurar de sus ideas paro flexibilizando una estrategia que, como ya se vio, ha resultado un auténtico desastre para Cataluña, para España y, por descontado, para los mismos separatistas.
Junqueras ha estado, desde el minuto cero, instalado en la sólida voluntad de afianzarse como único referente del orbe separatista
Que Esquerra y el propio Junqueras son tan responsables como Puigdemont, Mas, Torra y la ex convergencia de lo sucedido es evidente. Pero no es menos cierto que, visto lo visto, Junqueras tiene el mérito de haber rectificado su estrategia. No entraré en el fondo de la ideología de Esquerra - ya he hablado mucho de ella y lo que tendré que hablar, me temo - hablo de la diferente, casi abismal, diferencia entre la cerrazón suicida frente al gobierno de España y ese radical todo o nada de Puigdemont o el sentarse y ver en que se ponen de acuerdo de Esquerra.
Sin ir más allá, que ya veremos lo que sucede porque hay mucha tela que cortar todavía y, o mucho me equivoco, tendremos relator, mesa de partidos y referéndum pactado en pocos meses, lo sustancial es el relevo producido en Cataluña. Se van quienes nos han mangoneado durante cuatro décadas, los que le decían a Ferrusola que aquello si que era una mujer, los que tenían a Pujol poco menos que como a Dios padre, los que decían que si no eras de convergencia poco o nada tenías que hacer en una Cataluña intoxicada por los sobrecitos y el lametazo periodístico.
Me atrevo a decir que el hundimiento de Convergencia supone un punto y final en la tristísima historia de mi tierra
Ahora son otros los protagonistas del drama político, aunque compartan el mismo objetivo. Que existen ganas de ocupar ese nuevo espacio dejado por CDC es evidente. Ayer noche se rumoreaba que el actual gobierno de la Generalitat podía saltar por los aires en cualquier momento por iniciativa de Esquerra. Veremos.
No será consuelo para muchos, pero política e históricamente, me atrevo a decir, el hundimiento de Convergencia supone un punto y final en la tristísima historia de mi tierra. Adiós, pues, al pujolismo. Lo más curioso es que fue Artur Mas quien metió a su partido en esta debacle, perdiendo diputados en el parlament elección tras elección, perdiendo alcaldías y escaños en el Congreso, perdiendo peso, perdiendo cuadros, perdiendo la confianza de sus empresarios habituales.
Ellos mismos cavaron su propia tumba. Lástima que sea tan holgada que en ella cabemos todos, incluso los que no compartimos sus ideas.
Pero eso se queda para posteriores crónicas, porque esto no ha hecho más que empezar. Por lo pronto, lo que sabemos es que desde una celda se pueden ejecutar no pocas venganzas. Vean ustedes a Montecristo o a Junqueras.