Desde hace un año, más o menos, es recurrente leer noticias relativas a los vertidos renovables, bien a cuenta de las quejas del propio subsector renovable, bien a cuenta de diversos estudios publicados por algunas consultoras.
Se denomina (o se debería denominar) vertido renovable a la diferencia entre el producible renovable máximo y la producción renovable real, en un determinado periodo de tiempo. Digo que se debería denominar porque no existe una definición ni una metodología de cálculo normalizadas.
Es habitual, por ejemplo, leer que vertido es la electricidad producida y no consumida. Sin embargo, esto no es correcto ya en que el sistema funciona en equilibrio constante; es decir, se consume lo que se produce y se produce lo que se consume. Si hubiese un exceso de oferta o se recorta, de ahí el desperdicio, o se almacena. Lo que ocurre es que el almacenamiento, hoy por hoy, es residual y prácticamente se reduce a la gestión de desvíos (desequilibrios puntuales en tiempo real entre oferta y demanda) que lleva a cabo el operador del sistema, Red Eléctrica de España (REE-OS).
En relación con la cuantificación no hay una medición ni una estadística sobre la evolución de los vertidos. REE-OS cuantifica los que provoca su acción de programación y gestión del balance eléctrico, pero esto es solo una parte del problema y, además, no hace públicos los datos. Algunas consultoras se han interesado recientemente por este fenómeno y arrojan unas estimaciones económicas de algo más de 2.000 millones de euros de electricidad de origen renovable desperdiciada en el año 2023.
Tipos y causas de los vertidos
Vertidos técnicos
La causa más habitual de los vertidos tiene que ver con la operación del sistema, los denominados 'curtailments'. Como ya he comentado, el sistema eléctrico funciona siempre en equilibrio, pero además funciona en la modalidad de corriente alterna (frente a la corriente continua de, por ejemplo, unas pilas o la batería de un coche). Este tipo de corriente se caracteriza por requerir una serie de parámetros técnicos de tensión, frecuencia e inercia para mantenerse en equilibrio, que no pueden ser aportadas por las tecnologías de origen eólico y fotovoltaico. Solo las centrales nucleares, los ciclos combinados a gas y las centrales hidroeléctricas, pueden garantizarlos.
REE-OS tiene legalmente atribuida la función de programar y controlar el balance eléctrico nacional. Esto es, asegurarse de que la oferta y la demanda coinciden exactamente en todo momento y, como decía, para lograr este objetivo necesita una cantidad mínima de energías estables (gas, nuclear e hidroeléctrica), lo que limita el hueco para eólica y fotovoltaica. En la búsqueda de este equilibrio, en muchas ocasiones, REE-OS se ha visto en la necesidad de sustituir producción renovable por energías estables.
De hecho, REE-OS viene manejando el concepto de vertido desde hace muchos años, eso sí, limitado a la acepción de vertido técnico. En este sentido, es justo reconocer que nuestro operador del sistema siempre ha tenido como objetivo principal minimizarlos y para ello ha desarrollado herramientas específicas que le han permitido convertirse en líder mundial en maximizar la integración de renovables.
Vertidos por sobrecapacidad
Actualmente, tenemos una potencia instalada total de 125.000 MW, de los cuales 56.500 MW se corresponden con tecnología eólica y fotovoltaica. Sin embargo, la demanda de potencia punta diaria no supera los 39.000 megavatios (MW). Es verdad que todos los generadores renovables no suelen estar funcionando a la vez, ya que no es normal disponer de recurso (viento y sol) de forma continua a lo largo y ancho de toda la península ibérica. Aun así, la oferta renovable es tanta que cada vez es más habitual que exceda la demanda, produciéndose un gran despilfarro de electricidad potencial. Es decir, los famosos vertidos a los que, por cierto, deberíamos ir cambiándole la denominación por una menos confusa. Llamémosles excedentes renovables, por ejemplo.
Esta tipología es la más grave, puesto que pone de manifiesto una sobrecapacidad estructural desproporcionada del sistema eléctrico que, de una forma u otra, hay que pagar. Hasta el año 2022 estos casos habían sido prácticamente inexistentes; sin embargo, cada vez son más frecuentes y, vistos los objetivos del gobierno respecto de nuevas instalaciones renovables, la tendencia es hacia un agravamiento del desperdicio energético.
Dentro de esta clasificación incluiríamos aquellos productores que pujan en el mercado, pero se quedan fuera de la programación por exceso de oferta sobre demanda.
Vertidos por causas económicas
Esta tipología está íntimamente relacionada con la anterior. La sobreoferta de renovables, cuyos costes marginales son casi nulos, hace que una mayoría de ofertas sean a precio cero o cercano, lo que expulsa a muchos generadores.
La primera consecuencia práctica es la anulación de facto del mercado eléctrico, lo que se denomina canibalización. Ante un exceso de oferta, el mercado es incapaz de fijar precios sostenibles y arroja un resultado nulo o negativo, que no permite recuperar las inversiones a ninguna de las tecnologías presentes en el mix eléctrico. La segunda consecuencia, derivada de la anterior, es que habrá que articular mecanismos regulatorios fuera de mercado para retribuir estas inversiones: incremento del RECORE, pagos por capacidad, etc.
Este tipo de vertidos, por tanto, hace referencia a aquellas ofertas que no llegan a producirse. Los generadores, a la vista de unos precios que no les permiten recuperar sus inversiones, directamente renuncian a pujar.
¿Qué solución hay para evitar este desperdicio?
No hay una solución fácil. La incapacidad para gestionar el recurso (viento y sol) hace necesaria una determinada sobrecapacidad renovable. Bajo este marco deberíamos comenzar a planificar cuál es el nivel de sobrecapacidad requerido por el sistema que permita maximizar la integración de renovables, sin convertirse en un lastre técnico y financiero. Diga lo que diga el gobierno, este ejercicio no se ha hecho, o si se ha hecho no ha sido correcto. La evolución creciente de los vertidos es la prueba de ello.
El sector renovable reclama una fuerte inversión en almacenamiento, pero esto solo es una solución parcial. Por una parte, el almacenamiento incrementa los costes, ya que supone nuevas inversiones que hay que retribuir. Por otra parte, una instalación de almacenamiento, si está conectada individualmente a la red, constituye un punto de demanda cuando almacena y un punto de oferta cuando devuelve lo almacenado, por lo que no siempre resuelve los vertidos y puede agravarlos.
Deberíamos comenzar a planificar cuál es el nivel de sobrecapacidad requerido por el sistema que permita maximizar la integración de renovables, sin convertirse en un lastre técnico y financiero
Otra opción sería que las unidades de almacenamiento estuviesen adosadas a una instalación renovable determinada con la que compartiese conexión. Esta sería una solución más prudente y razonable, siempre y cuando la inversión sea una decisión de cada productor renovable en particular. De lo contrario, nos enfrentaremos con toda seguridad a una sobreinversión en almacenamiento.
En cualquier caso, prueba de que el almacenamiento no es una solución completa y a corto plazo frente a los vertidos renovables, es que las previsiones más favorables de las consultoras no ven remedio hasta el año 2035. ¡En fin! Finalmente, no puedo dejar pasar la oportunidad para incidir en que un cierre precipitado del parque de generación nuclear va a dificultar notablemente la maximización de la integración de energías renovables.
Francisco Ruiz Jiménez ha sido consejero y miembro del comité de dirección del grupo REDEIA