En la que es hoy la Residencia ORPEA Loreto nació el rey Felipe VI, un 30 de enero de 1968, y también el hijo más pequeño de Mari Pepa Laserna, como indica con presteza a los reporteros de Vozpópuli. Mari Pepa es una de las personas que viven en esta céntrica residencia de la ciudad de Madrid, y ha sufrido como la que más los embistes de la primera ola de coronavirus, que se llevó a su marido, aviador de profesión. A sus 90 años ha vivido mucho, desde una Guerra Civil en la que se refugió en un sótano de los bombardeos, hasta el amor, los hijos, los nietos, los bisnietos... y una pandemia que se ha cebado, sobre todo, con las residencias de ancianos, donde Sanidad calcula que han fallecido más de 18.000 personas.
Ahora, la llegada de la vacuna arroja luz y esperanza a personas mayores residentes y al personal encargado de cuidarlos. "La llegada de la vacuna es una gran satisfacción. En la primera ola se vivieron momentos muy duros. Lo veías a tu alrededor, la gente estaba inquieta... Ahora la situación no es comparable a entonces. Somos unos privilegiados por ser los primeros a los que han vacunado. Estamos viendo la luz al final del túnel", explica Apolonio Ruiz, otro residente.
Apolonio, de 77 años, con gafas, pelo largo e inseparable bastón, muestra gran cultura al conversar. Licenciado en Económicas, ha desempañado cargos importantes como el de secretario de Estado de Comercio o vicepresidente del Banco Europeo de Desarrollo. Llegó a desayunar con Bill Clinton: "Estaba de misión con empresarios en Bogotá, Colombia. Habíamos estado en Medellín, donde se construyó el metro con la colaboración de Alemania y España. Tenía que ir a Cali pero me llamaron de Madrid. Tenía que estar allí en dos días para un desayuno de trabajo con Bill Clinton y Felipe González".
El más joven de la residencia llegó hace tres años tras unas duras operaciones de columna. "Me han operado varias veces. Tengo un auténtico mecano dentro", bromea. Hasta la llegada de la primera ola, hacía una vida normal. "Salía a hacer gimnasia, participaba en conferencias, pasaba tiempo con mi mujer y luego volvía a la residencia cuando tenía que acostarme", cuenta. Mari Pepa forma parte del grupo de amigos de Apolonio. Ambos participaron en la iniciativa “Cuadros Vivientes” en el mes de mayo, en la que los residentes se han convertido en los protagonistas de cuadros famosos de la Historia del Arte. Este proyecto ganó el 'Premio 1.000 Sonrisas' que concede ORPEA a nivel internacional. Otro miembro de este particular grupo de 'mosqueteros' que forman Apolonio y Mari Pepa es Paco, que llega mientras conversamos y le regala a Apolonio una felicitación: "Hoy es tu santo Apolonio. ¡Felicidades!".
La Comunidad de Madrid prevé terminar estos días con la vacunación en residencias. Según los datos a los que ha accedido este diario, el 52,3 por ciento de las personas que viven en residencias han recibido ya las dos dosis de la vacuna. En el caso de la residencia ORPEA Loreto, sus más de 80 residentes ya han recibido las dos dosis el 4 de febrero.
Apolonio, que entró en al residencia a petición propia y afirma estar muy bien tratado, no podía imaginar la que se venía encima con la pandemia. La vacuna, "que no sientes nada cuando te la ponen", ha traído tranquilidad al lugar. Eso sí, "nos queda la asignatura de que hay gran parte del mundo donde no llegan las vacunas. Sería bueno que hubiera la conciencia en los países desarrollados de hacer fácil la obtención de vacunas. Eliminar las patentes no es bueno, puesto que hay años de inversión e investigación, pero también es injusto y peligroso que haya países sin acceso a las vacunas", manifiesta.
La calma de los sanitarios
Vozpópuli se ha trasladado también a la Residencia ORPEA Santo Domingo, donde están terminando de poner la segunda dosis y ya hay vacunados más de 100 residentes. En una capilla transformada en sala de vacunas aguardan 6 personas mayores para recibir la segunda dosis. Dos enfermeras preparan las jeringuillas con la vacuna de Pfizer con gran velocidad y destreza -se nota la experiencia-. En la administración de vacunas, nadie se queja. "No duele nada"; dice una señora de Extremadura.
Esta residencia, decorada con temática automovilística por encontrarse al lado del circuito del Jarama, vive los últimos coletazos de un tiempo que muchos buscan olvidar cuanto antes. Es el caso de Tamara Segorbe, enfermera del equipo de vacunación de residencias ORPEA: "No quiero recordar esa época porque lo pasamos realmente mal. Era algo terrorífico. Entrabas a una habitación y veías que no había alguien, en la siguiente igual, en la siguiente igual... La vacuna nos da esperanza. Ahora, por ejemplo, no estamos teniendo casos".
Esta enfermera asevera que la llegada de la vacuna les ha hecho vivir "como en un mundo aparte. No hay respiradores, ni dispositivos de alto flujo… Los residentes están ilusionados y con ganas de recibir la segunda dosis y que esto acabe". "Ahora ya vas tranquilo a trabajar. No soportaríamos otra carga igual que la que hemos tenido. Nada te prepara para una pandemia", sentencia.
Un bagaje vital que endurece
Según las estadísticas del Instituto de Salud Carlos III, el 12 por ciento de las personas mayores 80 años contagiadas de covid han fallecido en el último medio año. Las personas de esta generación, a la que pertenece Mari Pepa, están acostumbradas a experiencias vitales de extrema dureza. Así lo reconoce el propio Apolonio, 13 años más joven, que habla con admiración de su compañera.
"La mía fue una etapa dura. Empecé a trabajar con 14 años. En la época de la carrera teníamos sentimientos democráticos y no era fácil la vida universitaria. Aun así, mi caso no se puede comparar con los de la generación de Mari Pepa. De hecho, no estoy seguro de que llegue a su edad. Se aprende muchísimo de ellos, que se llevaron la peor parte. Yo llegué a conocer las cartillas de racionamiento y el estraperlo, pero la generación anterior aun más. Algo de esos mimbres ha ayudado a que podamos superar esta situación".
Nostalgia de un mundo sin covid
Madrid se encuentra en estos momentos con una incidencia acumulada de 759 casos por cada 100.000 habitantes. Ante la situación, la Consejería de Sanidad no permite el mismo régimen de visitas y salidas de las residencias que de manera habitual. Los residentes pueden salir dos veces por semana a la calle durante una hora. En cuanto a las visitas, están limitadas a una persona, una hora, una vez a la semana.
"Lo de salir dos días una hora es demasiado poco. Antes salía todos los días a correr. He perdido mucho físico desde que llegó la pandemia", dice Apolonio. Mari Pepa es, en este sentido, quizá más severa: "Solo te da tiempo a dar una vuelta a la manzana y tomar una coca cola en una tasca que hay ahí al lado, nada más. Ni siquiera puedo ir a una perfumería muy buena que hay por aquí. Me entretengo leyendo, leo mucho. Echo de menos todo de mi vida anterior. No puedo decir que estoy mal, pero echo de menos todo".