España es el país con más farmacias por habitantes del mundo. Tenemos unas 22.100 farmacias repartidas por nuestro territorio, lo que convierte a las boticas españolas en unas de las más accesibles del mundo. No obstante, a pesar de la creencia popular de que la profesión farmacéutica es muy rentable, esa afirmación depende de la geografía.
Durante el último año, se ha hablado mucho de la conocida como la 'España vacía' o la 'España vaciada', un concepto que simplemente hace referencia al mundo rural, esa gigantesca parte de nuestro país país asolada por la creciente despoblación y la falta de atención por parte de la clase política y en ocasiones, los medios de comunicación. Las farmacias son uno de los pocos establecimientos que continúan abiertos en miles de pueblos por todo el país, en parte gracias al sistema de licencias.
El problema es que están comenzando a cerrar. Desde 2010, se han contabilizado más de 200 cierres de farmacias por toda España, de los cuales el 90% tuvieron lugar en zonas rurales. Poner en marcha una oficina de farmacia es extremadamente caro y desde hace varios años, son cientos los farmacéuticos rurales que apenas logran llegar a final de mes.
Estos cierres se producen por lo general cuando se abre un nuevo concurso autonómico para abrir una nueva farmacia. Son cientos los farmacéuticos rurales que se presentan a este proceso, para el que suelen tener muchas papeletas debido a su experiencia. Una vez un farmacéutico rural se hace con una nueva licencia en otra localidad -por lo general, con más habitantes- resulta casi imposible que otro ocupe su lugar.
"Siempre que hay un concurso nuevo, se produce una sangría de cierres de farmacia", señala Jaime Espolita, farmacéutico rural y presidente de SEFAR (Sociedad Española de Farmacia Rural) en una entrevista con Vozpópuli. "Dile tú a chico joven recién salido de la universidad que ponga a trabajar en un pueblo por menos de 1.000 euros al mes y sin vacaciones. Obviamente prefiere ponerse a trabajar de adjunto en una farmacia de ciudad", apunta.
"Si ahora se piensa que los pueblos están vacíos, imagina cuando desaparezcan las farmacias rurales. Aquí no puede vivir ninguna persona mayor si encima se queda sin acceso a su medicación. Eso sí que disparará la despoblación"
Como consecuencia, son muchas las boticas que nunca vuelven a abrir la persiana. Cuando una farmacia deja de tener quien quiera hacerse cargo de la licencia, en muchas ocasiones cierra de manera definitiva, obligando a cientos de habitantes rurales a desplazarse distancias mucho mayores para poder comprar un ibuprofeno o su prescripción para la tensión.
"Si ahora se piensa que los pueblos están vacíos, imagina cuando desaparezcan las farmacias rurales. Aquí no puede vivir ninguna persona mayor si encima se queda sin acceso a su medicación. Eso sí que disparará la despoblación", denuncia Espolita.
Mismo trabajo, pero por 40.000 euros menos al año
La realidad es que dentro de la propia profesión se ha creado una brecha inabarcable. Mientras que la media de facturación de una farmacia en España es de 900.000 euros al año, hay cientos de farmacias rurales que no alcanzan los 200.000 euros al año, lo que supone más de 700.000 euros de diferencia para el mismo tipo de establecimiento.
Esa brecha aumenta de manera radical cuando se analiza la facturación de las farmacias conocidas como VEC (de Viabilidad Económica Comprometida), cuyos ingresos son todavía inferiores y que son las únicas que cuentan con cierta ayuda del Estado para poder subsistir. A día de hoy son 895 locales repartidos por todo el territorio. Como no es de extrañar, la inmensa mayoría se encuentra también en zonas rurales.
Según el último informe de la consultora especializada ASPIME, sitúan la rentabilidad neta de una farmacia rural en 1.756 euros al año. La de la farmacia media se encuentra, por el contrario, en 41.298 euros al año. Esto implica una diferencia cercana a los 40.000 anuales para dos licenciados en Farmacia que realizan -salvando las distancias- el mismo trabajo.
"Esto implica que a final de mes, al farmacéutico rural le quedan de media 22.337 euros en su bolsillo una vez que ha pasado cuentas con el fisco", señalan. Para ponerlo en situación, un farmacéutico titular de una farmacia rural -que ha tenido que hacerse con una licencia y lo que es más importante, pagarla- apenas gana unos 2.000 euros más al año que un recién graduado adjunto a una farmacia en Madrid, por ejemplo. "Resulta obvio que en este estrato de farmacia, debe existir un altísimo grado de vocación profesional y no de interés profesional", añaden desde la consultora, cuya labor es asesorar y recomendar a los profesionales farmacéuticos qué farmacia comprarse.
Estas cifras se obtienen sin tener siquiera en cuenta la horquilla más alta del sector, donde se encuentran las farmacias situadas en localizaciones de costa y capitales. Este tipo de boticas, que suponen el 20% del total, facturan más de un millón y medio de euros al año.
El modelo de licencias es en gran medida el que garantiza que se abran farmacias en localidades poco rentables, pero al mismo tiempo, no puede hacer nada por asegurar que haya farmacéuticos que quieran hacerse cargo de estas boticas. Y tampoco les incentiva, según denuncian desde el sector.
Seis meses de guardia "sin cobrar"
Además de ganar menos, otro de los desafíos a los que se enfrentan los farmacéutico rurales es a tener que trabajar muchas horas más, sin cobrar de más por ello. Las guardias farmacéuticas -que por lo general son los fines de semana- no están remuneradas de manera extraordinaria por la Administración. Lo que obtienen es la facturación durante las horas que están abiertas. Sin embargo, sí que se establecen desde las CC.AA.
"Lo que le pedimos al Estado es que o racionalice las guardias o que comience a pagarlas, simplemente", apunta Espolita. En función de la Comunidad Autónoma, existen un número de días al año en los que tiene que haber un farmacéutico de guardia, en función de la cantidad de las farmacias que hay en la zona o por número de habitantes.
En el caso de los farmacéuticos rurales, debido a que son muy pocos, se ven obligados en ocasiones a estar de guardia hasta seis meses al año, sin retribución.
La problemática de las guardias afecta principalmente a las boticas rurales, ya que son muy pocas las farmacias urbanas que se ven obligadas a ello, debido a que están muy cerca entre sí y a que cada vez hay más abiertas 24 horas.
"Es por eso que nuestros representantes jamás se han preocupado de decir 'oiga, las guardias habría que pagarlas'", señala Espolita, que cuenta que durante su última guardia, que duró un fin de semana entero, apenas facturó 28 euros, de los que a su bolsillo sólo llega un 7%. Cuando una farmacia en la Gran Vía de Madrid abre un domingo, sus ventas son infinitamente mayores, al igual que el margen del farmacéutico.
Fuera del foco político
"El sistema no se creó para que, por un lado, exista una bolsa de farmacias con ingresos estratosféricos y otra bolsa de farmacias, como la rural, donde los compañeros no pueden ni poner la calefacción. O que tienen que dar clases particulares para llegar a final de mes", destaca el presidente de SEFAR.
El hecho de que existan farmacias con facturaciones millonarias aleja esta problemática del foco social y político. Es una de las conclusiones que saca Carlos Mínguez, socio del bufete Andersen Tax & Legal y experto en Derecho Público y Regulatorio.
"Hablar de la ruina de los farmacéuticos le cuesta mucho a la clase política, por ese entendimiento colectivo de que el farmacéutico mantiene un nivel económico solvente que no merece que la administración le coloque en su lista de prioridades, incluso cuando es alguien que no llega a final de mes", señala.
Desde su punto de vista, existe un planteamiento "anacrónico" de la situación desde el punto de vista administrativo. "La farmacias rurales están colocadas según unos términos de población y de distancia geográfica que tenían sentido hace treinta años, pero no ahora, porque el panorama rural ha cambiado radicalmente", apunta.
Espolita, por su parte, sabe perfectamente que las farmacias no son una prioridad a la hora de conceder ayudas públicas. "Un sector que facturó 20.000 millones de euros en 2018 no puede ir pidiendo ni ayudas ni subvenciones, eso lo sabemos perfectamente", asegura.
Es por ello que propone otra medida, una que no le costaría ni un centavo a las arcas públicas y que por el contrario, está levantando ciertas ampollas en el sector. "En muchos otros países existen fondos de compensación que se sacan de las farmacias que mejor van. Y con este fondo de compensación se garantizaría la viabilidad de las farmacias más pequeñas que en el fondo son las que sostienen el modelo actual", apunta.
De esta manera, aboga por que el futuro Gobierno establezca, a través de un Real Decreto, que sean las farmacias de mayor facturación -aquellas que obtienen más de un millón al año, por ejemplo- las que aportasen una pequeña ayuda para garantizar que las farmacias rurales se mantengan abiertas. Mínguez, aunque apoya la propuesta, se muestra algo escéptico sobre su puesta en marcha.
"Sinceramente, estamos en contacto con mucha gente del sector y es un melón que ni siquiera se ha abierto", apunta. Según los cálculos de SEPAR, la cantidad anual necesaria sería de unos 38 millones de euros al año para todas las farmacias rurales. "Puede parece mucho dinero, pero cuando se compara con los 20.000 que factura el sector al año, no es tanto. No pedimos más dinero a la administración, sino que lo reparta mejor", concluye.