Sociedad

Ana Mato: la vida perra de una ministra quemada

La ministra siente que apenas se la ha apoyado pero el presidente del Ejecutivo rechazó su marcha. Si la situación empeora, y por ejemplo hay alguna muerte por ébola, Mato sería una excelente cabeza rodante para calmar a la ciudadanía.

  • Ana Mato se enfrenta a la prensa en Bruselas, este jueves

Ana Mato Adrover, 55 años, jamás olvidará la jornada del lunes 6 de octubre, ni la ruinosa comparecencia que ante un diluvio de periodistas y cámaras de televisión se vió obligada a improvisar en el propio ministerio de Sanidad la tarde de ese día aciago, después de que se hiciera público que una de las enfermeras que había tratado a los misioneros fallecidos acababa de ser ingresada en el Hospital Carlos III con síntomas claros de padecer la enfermadad que ahora aterroriza al mundo: el virus del Ébola. Desde entonces la señora Mato, ministra de Sanidad por la gracia de Mariano Rajoy, vive en un sin vivir, en un constante penar. "Está aguantando una situación de estrés difícilmente soportable, porque se sabe objeto de las iras y burlas de medio país o del país entero; apenas duerme, no come y practicamente se pasa la vida recluida en su despacho sin contacto con el exterior. Una vida muy perra", asegura una fuente de su Ministerio a este diario.

El viacrucis de la señora Mato, famosa por el no menos famoso episodio de Jaguar aparcado en el garaje de su casa de Pozuelo, empezó la tarde de ese lunes, continuó con una 'no comparecencia' el martes 7, cuando todo el mundo la esperaba expectante, obligada como estaba a enviar un mensaje de calma a la población, y continuó con otra aparición ante los medios el viernes, arropada esta vez por los consejeros de Sanidad en el Consejo Interterritorial, donde recibió el castigo vehemente de algunos miembros de la prensa.

La puntilla a esta mujer pobremente pertrechada para casi todo se la proporcionó el mismo Gobierno del que forma parte: la apuntilló la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría cuando, en el consejo de ministros de ese viernes 10 de octubre, anunció que tomaba directamente las riendas de la gestión de la crisis del Ébola, dejando a doña Ana convertida en un florejo ajado. La situación, insostenible para ella desde todos los puntos de vista, la llevó a poner su cargo ese mismo día a disposición del presidente del Gobierno, abrumada por la presión, literalmente aniquilada. Según fuentes de toda solvencia, Mato contactó con Rajoy para indicarle que estaba dispuesta a abandonar el Ejecutivo. Sus hijos se lo estaban pidiendo con vehemencia. Una tormenta mediática incontrolable, pero también una evidente sensación de soledad dentro del propio Ministerio y del Gobierno, estaban pudiendo con ella.

Los trabajadores de Sanidad, especialmente los que ocupan puestos no políticos, prefieren no hablar de la gestión de Mato para no hacer sangre

Como es de sobra conocido, Rajoy no es amigo de hacer movimiento de piezas salvo que sea estrictamente necesario (con tres años ya consumidos de legislatura, sólo se han producido dos cambios de titularidad en los ministerios: el de Miguel Arias Cañete, instalado en Bruselas como comisario, y el de Alberto Ruiz-Gallardón, dimitido). Las fuentes consultadas son capaces de reproducir la escena: "Ana, sé fuerte, ahora hay que centrarse en lo verdaderamente importante, que es superar esta crisis". El gallego prefiere esperar. Si la situación de crisis sanitaria empeorara -por ejemplo, en caso de producirse algún fallecimiento-, Ana Mato sería la cabeza a cortar sin ningún miramiento, la cabeza, sí, de su fiel escudera Mato. He ahí una mujer convertida por mor de las circunstancias en una "ministra fusible": en caso de cortocircuito, a la calle.

Según las fuentes consultadas, sólo Pilar Farjas, la secretaria general de Consumo del Ministerio, médico y tradicional militante del PP en Galicia, continúa dando apoyo a la ministra caída. Farjas es, de facto, su mano derecha y sostén casi único. La tensión que la titular de Sanidad soporta se manifiesta hasta en su aspecto exterior, bastante descuidado, en sus ojeras, en su gesto cansado y sobre todo en esa incapacidad casi léxica para expresarse con soltura en un castellano entendible. Situación de estrés en grado máximo. Mucho daño le ha causado, aseguran las fuentes, la falta de apoyo que ha sentido de sus propios compañeros de gabinete, por no hablar del personal del Ministerio, cuyos trabajadores, especialmente los que ocupan puestos no políticos, reconocen estar también sometidos a un nivel de presión desconocido y prefieren no hablar de la gestión de Mato "para no hacer leña del árbol caído".

La ministra quería dejarlo, pero Rajoy tiene otros planes. Él prefiere reservar la cabeza de Mato para el momento en que realmente haga falta, como una muerte

Fuentes del Partido Popular, por su parte, sostienen que al presentar su dimisión la ministra ha querido proteger sobre todo a sus hijos. Son tres: Borja, Sol y Ana Sepúlveda Mato. Aunque desde pequeños disfrutaron de las ventajas de una vida financiada con cargo a los ingresos de Gürtel, trama en la que participaba su padre Jesús Sepúlveda, la crisis del Ébola y la situación desairada en que ha quedado su madre "les está haciendo sufrir mucho, porque son muchos los comentarios hirientes que tienen que soportar siendo como son ya veinteañeros y por tanto plenamente conscientes de lo que pasa".

El viraje desde el viernes

Cuando, en el Consejo de Ministros del pasado día 10,  Soraya anunció que tomaba sobre sus hombros la gestión del ébola, la nueva supuso para Mato un descargo y una desautorización. Cierto es que desde entonces, al menos la comunicación del Ministerio ha mejorado. Hasta ese momento, la coincidencia entre los especialistas en comunicación corporativa e institucional había sido total: el trabajo de la señora ministra estaba siendo un desastre absoluto, porque, si el objetivo era calmar a la población, había conseguido justo lo contrario: generar inseguridad y abonar el terreno para el alarmismo en los medios de comunicación, también culpables.

El hombre clave en el cambio de percepción de la crisis ha sido Fernando Simón, director del centro de alertas y emergencias del Ministerio de Sanidad. Simón ha adoptado el papel que Juan José Badiola protagonizó en 2000 con la crisis sanitaria de las 'vacas locas'. Una persona de perfil técnico y con las ideas muy claras, que desde que tomó las riendas de la comunicación del Ministerio ha contribuido decisivamente a bajar la tensión. Lejos de la seguridad que transmite Simón, la ministra Mato sigue encarnando la situación de una mujer totalmente superada por el reto que enfrenta. Una mujer que solo aspira a poner fin cuanto antes al martirio que soporta, la perra vida que ahora lleva. ¿Se apiadará de ella el presidente Rajoy? 

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