En la versión clásica de la película 'El Álamo' sobre aquel fuerte tejano que se enfrentó al poderoso ejército mejicano, uno de sus personajes lanzaba una frase que pretendía justificar la resistencia de aquel puñado de hombres que lo defendían pese a lo suicida de su empresa: "Más vale una hora de gloria que cien años sin nombre". La semana que viene, los tres escuderos de Ana Botella en el Ayuntamiento de Madrid, Miguel Ángel Villanueva, Pedro Calvo y Antonio de Guindos, también defenderán el 'fuerte' en la comisión de investigación creada en el consistorio para aclarar la muerte de cinco jóvenes en el Madrid Arena, aunque todo parece indicar que ellos no conjugarán el verbo sacrificar en ningún momento. Su objetivo, como ha demostrado hasta ahora el Ayuntamiento con sus informes y las declaraciones de sus altos cargos, seguirá siendo desviar responsabilidades hacia otros --que también las tienen--, como el promotor o las empresas de seguridad, pero en ningún momento admitirán ni un ápice de culpa. ¿Y el honor? Qué es eso comparado con una buena poltrona.
La empresa, de hecho, les será mucho menos 'dolorosa' que a los personajes interpretados por John Wayne y compañía. La propia rigidez del formato impuesto por el PP a la comisión de investigación, y en la que están tasados hasta los tiempos de respuestas de los comparecientes --lo nunca visto--, facilita que los responsables políticos del consistorio puedan salvar el 'trago' en poco más de hora y media hora. Además, contarán con la ayuda de los concejales populares presentes en la comisión, que preguntan más bien poco y se dedican más a atacar a la oposición que a interrogar para saber qué ocurrió realmente aquella noche y si hay responsabilidades políticas.
Porque, no lo olvidemos, son únicamente estas últimas las que se dilucidan en este escenario. Las penales corresponde a los tribunales, que ya resolverán quiénes son los culpables de los cincos homicidios imprudentes y si, entre ellos, hay políticos. Pero la culpa no puede, ni debe, quedarse en lo que dice el Código Penal, que es lo que pretenden los responsables del Ayuntamiento madrileño, empezando por la alcaldesa. Ana Botella ha evitado gracias a la mayoría absoluta de su grupo el trago de responder preguntas para las que, como ha dejado claro en sus contadas comparecencias públicas tras la tragedia, no tiene respuestas. Villanueva, el teniente de alcalde que se convirtió sorprendentemente en el portavoz de la empresa que organizó la macrofiesta horas después de la avalancha normal, será quien dé la cara por ella. Calvo, el único cargo imputado hasta ahora, y De Guindos, el hermano del ministro de Economía y jefe de la 'pasiva' Policía Municipal aquella noche, le acompañarán en la defensa de un guión que no deparará sorpresas.
¿Podrán ponerles en aprieto durante sus comparecencia los concejales de la oposición? ¿Reconocerán que hubo demasiadas irregularidades alrededor de lo que pasó aquella noche en el Madrid Arena? Casi seguro que no. Un alto cargo del ayuntamiento me reconocía esta semana en uno de los recesos de la comisión que los vídeos dados a conocer recientemente por dos medios de comunicación en los que se ve el descontrol en la entrada de jóvenes al recinto había sido un "alivio" para el equipo de gobierno municipal. Esas imágenes, que señalan como presuntos culpables penales de los ocurrido a los promotores y a las empresas de seguridad, han sido interpretadas por Botella y su guardia pretoriana como una exculpación política irrefutable. ¿Y el honor? Quién se acuerda de El Álamo cuando está en juego un cargo. Para lo que hemos quedado, John Wayne.