La avalancha que el pasado 1 de noviembre costó la vida a Katia, Cristina, Rocío, María Teresa y Belén en el Madrid Arena sacó a relucir los dos rostros de la condición humana. Por un lado, aquel de la gente que se apresuró en ayudar a los atrapados en aquella montonera. Por otro, los de personas que aprovecharon la confusión para apropiarse de los objetos que perdieron sus dueños durante el suceso. En los días siguientes a la tragedia de Halloween, al menos tres jóvenes denunciaron a la Policía la sustracción de sus pertenencias, principalmente móviles y dinero, durante aquellos minutos de caos que se vivieron en el estrecho vomitorio del pabellón.
La mochila de una joven, a la que sustrajeron un Iphone y 80 euros, acabó en manos de la familia de una de las fallecidas
La primera en acudir a la Policía para hacerlo fue María C., una joven de 18 años que había acudido a la macrofiesta del Madrid Arena y que, tras conocer que habían fallecidos varias chicas, acudió a la comisaría de Alcobendas para relatar a los agentes lo que ella había visto. María describió en su corta declaración que se encontraba en el estrecho pasillo cuando comenzó a quedarse atrapada "debido a la cantidad de personas que entraba y salía del mismo" y que, poco después, vió como la gente comenzaba a caerse unos encima de otros. María contó que ella también quedó aprisionada durante unos treinta minutos y que, al final, los porteros tiraron de ella "por los brazos literalmente" y consiguieron estraerla de la montonera. Atrás quedó su calzado y la mochila que llevaba con sus objetos personales, entre ellos un móvil Iphone 4S que estaba a nombre de su madre y unos 40 euros en efectivo. No consta que los haya recuperado.
También ese día acudió a declarar a la Policía Ana C., de 21 años, otra de las jóvenes que estuvo en el pasillo donde se produjo la tragedia en el momento de la avalancha. Ante los agentes de la Comisaría de Moncloa-Aravaca, Ana aseguró que se encontraba junto a una amiga en el estrecho pasadizo cuando se comenzó a producir la aglomeración de gente, aunque finalmente no quedó atrapada. Sin embargo, al salir descubrió que la riñonera que portaba en la cintura había sido abierta y de su interior faltaba un teléfono Samsung Galaxy Mini. La joven recalcó a los policías que tomaban nota de su denuncia que "debido a la multitud no me percaté que me lo sustraían".
Una bolsa de ida y vuelta
La tercera joven que denunció su robo fue María M., de 22 años, que consiguió recuperar parte de los objetos perdidos después de que estos fueran llevados por error a la familia de una de las chicas muertas en la tragedia, Rocío Oña. Fue la madre de la fallecida quien avisó la misma mañana del suceso a la Policía de que el médico del Hospital madrileño donde fue trasladada su hija le había enseñado una bolsa de color rosa con la inscripción 'Just do it' que no reconoció como pertenencia de su hija y en cuyo interior había dos llaveros con diez llaves, un pintalabios, un paquete de pañuelos de papel, ochos pulseras de tela, una manta rosa con motivos blancos, un monedero con 6 euros y 50 céntimos en monedas, y la documentación de María M.
Una chica descubrió al salir del tumulto que le habían abierto la riñonera que llevaba y le habían robado el teléfono
Los integrantes de un coche radiopatrulla recogieron los efectos del centro santiario y los llevaron a la sede del Grupo V de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, encargado de investigar el soceso, cuyos agente localizaron a María y la citaron en las dependencia policiales para que los recogiera. Cuando acudió el 5 de noviembre, la joven prestó declaración sobre el infierno que vivió aquel día en el túnel: como cayó al suelo, quedó atrapada durante cinco minutos que le parecieron eternos y cómo logró salir gracias a la ayuda del personal de seguridad y de "personas que colaboraban, que consiguieron sacarme del tumulto tirando de mis brazos".
Cuanto terminó su testimonio, los agentes le mostraron los efectos que días antes habían entregado por error a la familia de una de las fallecidas y ella los reconoció como de su propiedad. Sin embargo, echó en falta dos cosas: no estaba su teléfono móvil Iphone 4 ni 80 euros que llevaba en billetes "de diverso valor". Además, aseguró que las ocho pulseras de colores que estaban en el interior de la bolsa no eran de su propiedad. La presencia de rateros que aprovecharon el tumulto para apropiarse de los objetos de valor que perdieron los que se vieron aprisionados en la avalancha contrasta con la decisión de otras personas de prestar su ayuda a la Policía para localizar a los presuntos autores del lanzamientos de las bengalas --en aquellos momentos una de las hipótesis que se manejó fue que la avalancha se produjera por el estallido de artefactos pirotécnicos-- y los que, incluso, ofrecieron a los investigadores las imágenes que grabaron con sus móviles a través de la página de denuncias en internet de la Policía por si pudiera servir de ayuda en las pesquisas. Fueron la otra cara de la tragedia que unos pocos aprovecharon para robar.