La dura prueba del segundo disco suele traer consigo más de un dolor de cabeza. Parecen mayoría aquellos que apuntan a que la verdadera evolución de una banda o solista no queda marcadamente clarificada hasta el tercer trabajo. Pero el segundo bien puede suponer cavar un agujero donde quede enterrada cualquier posibilidad de desarrollo posterior. Y esa tensión es aún mayor cuando el debut ha sido todo un éxito.