En 2023 nos enfrentamos a preguntas sobre las criptomonedas que están pendientes de responder desde hace tiempo. Posiblemente desde que nacieron pero que, como las cosas iban bien, no era importante responderlas. En cambio, el año pasado su cotización sufrió los embates de la inflación y cayeron dos gigantes de las criptoinversiones: la plataforma Terra y, a finales de año, FTX.
Tal vez la pregunta más relevante sea: ¿de verdad tienen futuro las criptomonedas?
Otras preguntas importantes serían: ¿es un modelo mejorable? ¿Es mejor esperar a que los bancos centrales lancen sus propias criptomonedas antes de invertir en ellas? ¿Qué lecciones deja a los inversores su actuación en los mercados?
Una explicación breve y sencilla
Las criptomonedas son monedas o activos virtuales. O sea, no tienen respaldo físico, ni dependen ni están respaldadas por ningún país o institución, pero pueden ser usadas como medio de intercambio o como inversión.
Se basan en la tecnología de cadena de bloques o blockchain, que se define como: “Un libro mayor de transacciones digitales y distribuidas, con copias idénticas mantenidas en múltiples sistemas informáticos controlados por diferentes entidades”.
Que la información se distribuya en una gran cantidad de sistemas informáticos controlados por distintas entidades blinda la cadena de bloques ya que, con la tecnología actual, es prácticamente imposible alterar la misma información en todos los sistemas informáticos en los que está distribuida.
Hechas estas aclaraciones, vamos a responder ahora a nuestros interrogantes.
¿Tienen futuro las criptomonedas?
La garantía de una moneda tradicional, por ejemplo el euro o el dólar, está en la credibilidad que ofrece el país o la institución que está detrás de ella.
El problema de las criptomonedas (bitcóin, ethereum y un largo etcétera) es que la única garantía es la confianza que se tenga en ellas. No tienen más respaldo que las expectativas de oferta y demanda. Detrás solo hay un complejo sistema informático, basado en la tecnología blockchain. Nada más. No hay otra garantía.
Por ejemplo, si alguien pierde las claves de acceso a su banco puede acudir a su oficina y, aportando su documentación, recuperarla. Pero si lo que pierde son las claves de acceso a sus bitcoines ha perdido el dinero: no hay lugar al que ir a reclamar.
Según un estudio reciente, un 20% de los bitcoines son de usuarios que han perdido sus claves.
Entonces, como sistema de transacción ¿puede servir? Sí, siempre que la tecnología blockchain no se rompa o deje de funcionar correctamente.
Ahora bien, como inversión, hay que ser plenamente consciente de que es un producto especulativo, cuyo valor no está respaldado por ningún activo, país o institución. En la mayoría de las criptomonedas no hay nada detrás, salvo el valor que el mercado quiera darle. Y hoy en día eso es, en gran medida, volátil y especulativo.
Si la cotización de una criptomoneda sube es porque se tiene más confianza en esa criptomoneda y se piensa que en el futuro se usará en mayor medida. Entonces, como producto financiero, ¿las criptomonedas tienen futuro? Sin un respaldo real, la gente dejará de aceptarlas en la medida en que deje de verle su utilidad.
Las criptomonedas están pensadas para transacciones peer-to-peer, operaciones entre iguales en las que las instituciones financieras no llevan la voz cantante y es difícil que puedan controlarlas.
Esta característica las hace muy atractivas para aquellas transacciones en las que se desee guardar el anonimato (ya sea por actos delictivos o por otros motivos).
¿Un modelo mejorable?
A la pregunta de si las criptomonedas son un modelo mejorable, la respuesta es no. Cumplen con las funciones de una moneda (inversión, ahorro, intercambio), tienen la eficiencia de lo digital y, además, mantienen el anonimato del usuario, como el dinero en efectivo.
¿Mejor criptomonedas con respaldo?
Respecto a las criptomonedas respaldadas, lo cierto es que ya tenemos las monedas de los bancos centrales. ¿Para qué podría servir una criptomoneda controlada por un banco central?
Una criptomoneda controlada por un banco central serviría para lo mismo que la moneda tradicional, que ya controla ese banco central.
En cambio, las criptomonedas oficiales serían muy útiles para las autoridades económicas por la enorme eficiencia y el control sobre las transacciones. Además, si todo pasase por ellas, podrían terminar con la economía sumergida.
Pero el usuario perdería totalmente el anonimato. Los bancos centrales sabrían en qué ha gastado cada céntimo de su dinero. Como en el caso del yuan digital que está implantando el banco central chino.
Y ¿qué lecciones quedan para los inversores?
Cuando detrás no hay nada de valor, al final es muy posible que la burbuja explote. Ya pasó con los sellos y pasará con aquello que se sobrevalore de manera exagerada.
Hemos visto el auge y la caída en la cotización de criptomonedas pero, tarde o temprano, alcanzarán su meseta de rentabilidad y encontrarán su función dentro de un sistema cada vez más complejo y digital.
Si a día de hoy invierte en alguna criptomoneda, hágalo con pleno conocimiento de causa, sabiendo que no hay nada detrás, salvo pura especulación y expectativas.
Este consejo también sirve para quienes están invirtiendo especulativamente en los terrenos del metaverso.
Jorge Pelegrín Borondo, Profesor titular del área de Comercialización e Investigación de Mercados, Universidad de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Jorge UR
No estoy de acuerdo con Kikolas. No es lo mismo una moneda de un país como EEUU que de Argentina. La confianza no es lo mismo en un país que en otro y por eso las monedas cotizan diferente. La confianza de que un país no va a quebrar es lo que le da fuerza a su moneda. Luego viene la valoración de su demanda para especular (que luego comento). La aceptación de un bolso de Hermes está influencia por otros factores como puede ser la norma social (o influencia social), las emociones que produce, la diferencia del precio objetivo con el esperado unido a los umbrales psicológicos de precios, los beneficios básicos buscados, el juicio ético, etc. Por favor, no mezcle churras y merinas que no tiene nada que ver. Lo que sí que estoy conforme es que la valoración de un sello, una criptomoneda y cualquier objeto o activo financiero que se emplee para especular tiene un componente de valoración en función de lo que las personas quieran valorar y la idea del precio que tendrá en un futuro. De eso trata la especulación: del posible valor que se piensa que tendrá.
Kikolas
Coincido con la advertencia del autor sobre la volatilidad de los criptoactivos, pero se equivoca al dar una idea de que el dinero fiat está respaldado por algo (ni siquiera la "credibilidad" del Estado). El único activo que respalda un billete del Banco Central, es otro billete del Banco Central. Y si un ciudadano pierde o destruye un billete (o si le endosan un billete falso), el único respaldo que va a recibir del Estado es un "lo siento, chaval, has perdido tu dinero". Exactamente igua que si pierdes las claves de tus criptoactivos. El único valor que tiene el dinero fiat es la demanda del resto de ciudadanos, que te lo aceptarán a cambio de algún bien o servicio. Es decir, exactamente igual que con un criptoactivo, un sello, un cuadro o una fanega de trigo. No, señor Pelegrín, la moneda tradicional no tiene ninguna garantía, como ud. afirma. En todo caso, es el custodio el que está obligado a ofrecerle garantías de que ud. conserve el acceso a su dinero (y aún así, existen las quitas cuando éstos están en bancarrota). Lo único que ha dicho ud. correctamente es que los criptoactivos tendrán valor en tanto la gente los acepte. Y aquí podemos discutir sobre los motivos por los que la gente está dispuesta a valorar un Picasso, un bolso de Hermes o un NFT. El valor es subjetivo, no se encuentra de manera intrínseca en ninguna sustancia, ni siquiera en el trabajo que la creó (Marx también erró)
Perhaps
El problema de las criptomonedas es que carecen de soporte económico, material o de cualquier tipo, basándose su valor en exclusivamente su escasez y la avaricia del usuario.