Lo de este jueves en el Telediario 2 que presenta Carlos Franganillo es de premio. Así de sencillo y de evidente. Porque el periodista de Televisión Española condujo el informativo desde el interior del Hospital del Mar de Barcelona. Y por primera vez en ocho meses nos mostró la realidad de esta pandemia del maldito coronavirus que se ha llevado por delante a miles de ciudadanos.
Al inicio Franganillo aparece en la puerta del centro hospitalario y recuerda que "llevamos ocho meses de pandemia" sin ver la cara más amarga de la misma. Cuando el sorprendente informativo lleva un minuto en antena ya nos muestran a un equipo médico durmiendo e intubando a un paciente que no podía respirar. Directo al mentón y con brutal potencia, como un directo que te noquea sin remisión. Sin anestesia. Solo por ese primer minuto de información real como la enfermedad misma, el equipo del Telediario 2 merece un elogio sin precedentes.
Este informativo de TVE pasará a la historia de la televisión. Porque se adentró en el hospital, sí, pero se recordará por todo lo que mostró desde dentro. Por una vez las noticias del día, como los propios datos de los contagios, la crónica política de la jornada y los ecos de la muerte de Maradona, apenas importaron. Lo relevante fue ver de cerca, comprobar, casi vivir esa lucha titánica contra el virus. Para ello, el telediario contó prácticamente todo lo que había que contar. O, mejor, lo contaron sus propios protagonistas. El presentador mostraba las diferentes estancias del lugar y daba paso a vídeos cuidados con mimo.
Una pieza informativa nos muestra, sin morbo pero con respeto, sin amarillismo pero con verdad, el complejo trabajo en la Unidad de Cuidados Intensivos para salvar los pacientes. Estremecedor pero necesario
Los espectadores, un tanto anonadados, pudimos conocer de primera mano los problemas estructurales de la sanidad, el delirio imperante en las Urgencias, los problemas psicológicos de los sanitarios al volver a sus casas, las perennes dificultades de la atención primaria, los estudiantes que inopinadamente pasaron a trabajar en primera línea, el drama de las trabajadoras de la limpieza, las cartas remitidas por miles de personas para ayudar a los enfermos o la emoción que sintió un paciente al volver a ver el mar.
La cumbre de este telediario está (y estará), para quien quiera revisarlo, entre los minutos 37 y 41. Es ahí cuando vuelven a enseñarnos, aunque ampliadas, esas imágenes impactantes que nos anunciaban en el primer minuto. Una pieza informativa nos muestra, sin morbo pero con respeto, sin amarillismo pero con verdad, el complejo trabajo en la Unidad de Cuidados Intensivos para salvar a los pacientes con covid-19. Estremecedor pero necesario testimonio.
Muchos nos hemos quejado pública o privadamente de que durante todo este tiempo no se nos enseñaba la parte más cruda del virus. Era una queja legítima y con toda la razón. Ya no podemos volver a quejarnos por ello
Desde que la pandemia desarboló nuestras vidas en marzo se han emitido en televisión o publicado en la prensa numerosos reportajes sobre el trabajo en los hospitales. Sin embargo, ninguno ha sido tan completo y tan esclarecedor como el de este telediario de premio. Muchos nos hemos quejado pública o privadamente de que durante todo este tiempo no se nos enseñaba la parte más cruda del virus. Era una queja legítima y con toda la razón. Ya no podemos volver a quejarnos por ello.
Su enfoque o su forma gustará más o menos a cada espectador, pero lo cierto es que Televisión Española dio dado una lección de periodismo. Información y emoción se entrelazaron en este telediario que al menos por un día nos hizo creer que una buena televisión pública es posible.