Aun queda un último pleno antes de finalizar el curso, en el que Pedro Sánchez comparecerá para explicar el acuerdo al que ha llegado la Unión Europea para ayudar a los países más castigados por el Covid, entre ellos, España. Así que el gobierno se irá de vacaciones con la escenificación final de una victoria política. Sin embargo, a la vuelta, continuaremos con los mismos presupuestos, los que aprobó Cristóbal Montoro, cuando nos despegábamos de la crisis económica, una coyuntura que nada tiene que ver con la que debemos enfrentarnos, por eso, aquellas cuentas quedan tan lejanas como desfasadas.
Los presupuestos, el buque insignia de cualquier Gobierno, son territorio inescrutable para Sánchez, que todavía no ha podido aprobar los suyos. Esta será la segunda vez que lo intente, para transitar una legislatura hasta el final y no tener que convocar de nuevo unas elecciones que nos llevarían, según todas las encuestas, a una situación muy similar. Sin embargo, la aritmética parlamentaria no está clara y estos presupuestos, que serían los primeros de un gobierno de coalición, se enfrentan a numerosas adversidades que dificultan el otoño para Sánchez.
En primer lugar, porque Quim Torra anunció la convocatoria de elecciones catalanas, pero la irrupción de la crisis del covid dinamitó los planes de los independentistas. En estos momentos, el PDeCAT ya no es Torra, ni Puigdemont, quien prepara un partido político para seguir con su huida hacia delante política. ERC ha iniciado un viraje estratégico hacia el independentismo posibilista, lo que en un principio beneficiaría el diálogo y acuerdo con Sánchez; sin embargo, la acusación de traición es un armagedón electoral en Cataluña que entorpece la negociación, tachada por los más ultramontanos de 'colaboracionistas con los represores estatales'. Puigdemont, quien controla a Torra, puede apretar la botonera nuclear de las elecciones cuando crea que más fastidia a ERC, PDeCAT, los de Pascal... en beneficio propio; un escenario que fácil podría ser coincidiendo con los presupuestos.
La pandemia ha desatado una crisis económica sin precedentes que hace que muchas de las reformas acordadas entre PSOE y Podemos sean ahora muy difíciles de acometer
En segundo lugar, la legislatura ya no responde al programa de Gobierno que el PSOE y Unidas Podemos pactaron. La pandemia ha desatado una crisis económica sin precedentes que hace que muchas de las reformas acordadas ahora sean muy difíciles de acometer, bien porque el mercado laboral no lo aguanta, bien porque UE vigilará de cerca el gasto de los países del sur. Así pues, los socios deben volver a la negociación política y acordar cómo palian los destrozos que está haciendo el virus en la economía mundial. No será una negociación fácil, UP está experimentando los primeros coletazos de su irrelevancia a consecuencia de ser el socio minoritario; atado de pies y manos en cuestiones diferenciales para ellos, como el debate sobre la monarquía, y asumiendo políticas otrora criticadas, como el que se prevé como el incumpliento de la derogación de la reforma laboral. Por lo tanto, intentará marcar un perfil propio en los prepuestos batallando con la que se ha convertido su adversaria 'de paja' en el Gobierno, la vicepresidenta Calviño.
En tercer lugar, porque el libro blanco de la covid todavía no está escrito. Nadie sabe cuánto durará la pandemia, cual será el impacto total en las economías del mundo, cómo afectará al orden mundial y si se instaurará uno nuevo... así que hacer unos presupuestos sin tener certezas se antoja como uno de los ejercicios políticos más complejos de nuestra historia reciente.
El pragmatismo de Arrimadas
Sin embargo, las operaciones de alta complejidad son la especialidad de Sánchez: justo cuando parece que no hay salida, idea una solución que desencalla la situación. Además, cuenta con varios aliados que le benefician. El primero, la amenaza de repetición electoral. Cumplido el primer año, se podrían convocar de nuevo y Casado e Iglesias temen volver a morder la lona sin tiempo para recuperarse de las derrotas de este año. El segundo, el pragmatismo de Inés Arrimadas, que ha desempolvado el viejo ideario de ciudadanos para pactar con PP o PSOE según convenga. Y en tercer lugar, las directrices europeas, que son una buena excusa para culpar en caso de necesidad para un gobierno de izquierdas. Con unos presupuestos nuevos, Sánchez podrá con toda probabilidad hacer realidad su mantra de que hay proyecto para cuatro años.