Opinión

Los toros, una cuestión de libertad, no de capricho de un ministro

La decisión del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, de eliminar de raíz el Premio Nacional de Tauromaqui

  • El torero Manuel Escribano, durante una faena en la Maestranza -

La decisión del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, de eliminar de raíz el Premio Nacional de Tauromaquia ya desde este mismo año, y para el futuro, es una decisión política basada en el sectarismo, la imposición de una absurda agenda ideológica destructiva de valores históricamente vinculados a nuestro concepto de nación y, sobre todo, un ejercicio de coacción y fractura de la libertad. Urtasun, como dirigente político de Sumar y como un ciudadano más, está en su legítimo derecho de no compartir los valores que emanan de la tauromaquia. Sin embargo, como ministro ha de ser consecuente con el profundo significado de la Fiesta Nacional y del arraigo que representa en nuestras raíces culturales y emocionales. Debe ser, en definitiva, respetuoso con la historia en lugar de tratar de reescribirla desde criterios revanchistas. Es sencillo: un ministro pertenece a un Ejecutivo que gobierna a una nación. No es la expresión de una facción mínima de esa nación ni del sectarismo o el capricho particular de alguien.

La política cultural no puede ser una política de trinchera, y menos contra una expresión que representa desde hace siglos otra rama asimilable a las Bellas Artes y, por supuesto, a la cultura popular más acentuada. Políticamente es un error anular un premio de tanto prestigio en España por ese eterno complejo de la izquierda de reducir todo lo que pueda resultar simbólico de nuestra nación al mero dogmatismo más destructivo y tóxico. Algo similar está haciendo Urtasun desde su llegada al Ministerio de Cultura con el revisionismo histórico más cegato y falaz, e imponiendo unas tesis alarmantes sobre el colonialismo que perjudican al patrimonio histórico y moral de la historia de España.

"Ha tenido que ser un socialista como Emiliano García-Page el primero en mostrar su rechazo a este ejercicio de sectarismo

La Fiesta Nacional es, además de una liturgia cultural anclada en la escenificación de unos ritos identitarios que debemos conservar, un motor económico de indudable factura. De hecho, se calcula que la tauromaquia genera entre 1.600 y 2.000 millones de euros anuales, lo que llega a representar hasta el 0,16% del PIB. No se trata, como se empeña Urtasun, un declarado antitaurino, en sostener la idea de que los toros son un residuo sin valor cultural o artístico, sino un simple ejercicio de maltrato animal o barbarismo al que hay que poner fin. Primero, porque objetivamente no es así; segundo, porque es el modo de vida de miles de personas en España; y tercero, porque la tauromaquia es en sí mismo un valor ecológico que permite perpetuar la raza del toro de lidia.

Desmitificada la falsedad de que la tauromaquia vive exclusivamente de unas subvenciones públicas que debería prohibirse, a Urtasun solo le quedaría admitir que, en el fondo, se trata de una cuestión de respeto a la libertad. Así lo sentenció el Tribunal Constitucional tras otras embestidas anteriores de Gobiernos de la izquierda, que prohibieron en algunas autonomías la celebración de corridas de toros. Urtasun no lo hará. Por eso debe ser inmediatamente desautorizado por el presidente del Gobierno. Y quizás por eso ha tenido que ser un socialista como Emiliano García-Page el primero en mostrar su rechazo a este ejercicio de sectarismo, asumiendo él en Castilla-La Mancha la convocatoria de un premio idéntico. En el caso de Madrid, el consejero de Medio Ambiente, Interior y Agricultura de la región, Carlos Novillo, ha indicado que el Gobierno regional también pondrá en marcha su propio Premio de Tauromaquia de la mano de la Fundación Toro de Lidia. Es la demostración de que esto no va de ideología, progresismo y el resto de mantras abonados a la izquierda más extremista. Va de un sectarismo disparatado empeñado en seguir fracturando a la sociedad española.

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