El oficio en el que la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, pide el cese del coronel Diego Pérez de los Cobos "por no informar del desarrollo de investigaciones y actuaciones de la Guardia Civil, en el marco operativo y de Policía Judicial, con fines de conocimiento", coloca a Fernando Grande-Marlaska en una situación insostenible. La nota pone de manifiesto dos hechos intolerables: en primer lugar, que al presionar al coronel para que desvelara pormenores sobre la investigación judicial abierta por la manifestación feminista del 8 de marzo, la cúpula de Interior estaba infringiendo la ley; y, en segundo término, que el ministro mintió en sede parlamentaria al afirmar que el relevo de Pérez de los Cobos se debió a una remodelación natural con la que se pretendía dar un “nuevo impulso” a la Guardia Civil.
Marlaska puede elegir entre una u otra para justificar su dimisión; o Pedro Sánchez para explicar su cese. Pero lo único que no es admisible es que el titular de una de las carteras clave del Ejecutivo, después de esta revelación, siga ni un minuto más en el puesto. Ni el lamentable hecho de que el presidente del Gobierno nos haya habituado a convivir a casi a diario con la rectificación y la mentira sirve en esta ocasión de argumento para explicar ninguna decisión que no conlleve la salida fulminante de Marlaska del palacete que ocupa en Castellana 5. La opacidad, la ocultación de la verdad, el intento premeditado de destrucción de la reputación de servidores públicos de trayectoria intachable, así como la deslealtad hacia sus subordinados que esta bochornosa patraña implica, convierten en inviable la continuidad de Marlaska al frente de un ministerio de Estado.
Es esta última circunstancia, el redoblado respeto, ahora demolido, que el ministro del Interior debe despertar en los hombres a su mando, la que, si cabe, debe tener mayor peso a la hora de tomar una decisión que se antoja de todo punto inevitable. Los españoles hemos soportado en estos meses un confinamiento que ha supuesto un drástico recorte de movilidad y la suspensión de libertades básicas. Hemos aguantado con redoblada paciencia cambios de criterio, resoluciones a veces incomprensibles, medidas ineficaces y de injustificada asimetría. Pero lo que no se nos puede pedir es que también soportemos a un ministro que insulta a sus subordinados y al conjunto de los ciudadanos cuando desprecia las leyes que, como juez y como miembro del Gobierno de España, prometió defender. Señor Sánchez, ni un minuto más.