“La única oportunidad que la tragedia nos ofrece es la de reconstruir nuestra vida.” Paulo Coelho
Ya nadie duda que la crisis a la que nos enfrentamos en España es la mayor desde la Guerra Civil. Posiblemente, ni siquiera la ministra de Economía, Nadia Calviño, que hace sólo cinco semanas veía un “impacto poco significativo y transitorio”, la misma que comparte, con la “unanimidad de los analistas”, una “crisis intensa, pero de duración acotada.” Muchos analistas financieros hablan de la recuperación, pero más de los audios en los que anunciaban la Vve, para borrarlos cuales tuits, que de la propia economía. Era de ciegos no verlo hace un mes, cuando lo anticipaba en Reset.
Ahora la discusión se da entre los que estiman una caída del PIB por debajo del 10% y los que pensamos que estará en el entorno del 15%, como señalé el pasado 31 de marzo. El turismo, el comercio y la automoción, entre otros sectores, están parados desde hace seis semanas al menos; los tres suponen, aproximadamente, un 40% del PIB y otro tanto del empleo. El lunes 20 de abril se matricularon 354 vehículos en España; los valores medios diarios de los últimos cinco lunes fueron de 382 vehículos, y los seis últimos agregados suponen un 86% de las ventas de un solo lunes tipo previo al estado de alarma. La producción se desplomó en un 45% en marzo, de acuerdo con ANFAC. Y muchos pensarán, correctamente, que una buena parte de esa producción se exporta; desgraciadamente, los mercados de nuestras empresas están en la misma situación que el nuestro, y las exportaciones cayeron en marzo casi un 38%.
La caída del turismo
El mes de marzo suele ser mejor que los dos anteriores en el sector turístico. En 2019, por ejemplo, en marzo los viajeros se incrementaron un 25% y las pernoctaciones y un 30% respecto del mes anterior. Este año, sin embargo, la caída en marzo respecto de febrero ha sido de un 60% en ambas magnitudes. De mantenerse la tendencia del año anterior, hemos pasado de 8.1 millones de viajeros estimados en marzo a 2.6 millones reales. Una caída de cerca del 70% en toda España, con un mínimo del 63% y Canarias (donde el PIB y el empleo asociados al turismo rondan el 30%) y un máximo del 77% en La Rioja, con un 73% en Castilla y León, Asturias y Baleares (comunidad en la que el 26% del PIB depende de forma directa del turismo, así como un 30% del empleo).
Valgan estos dos ejemplos para ponerle cifras a una crisis que se presume terrible. La historia económica nos muestra incontables ejemplos de cómo serán los empresarios y no los gobiernos los que nos sacarán de esta; al fin y al cabo, y como señaló Adam Smith, “no es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés.” Por eso, lo único que cabe pedirle al Gobierno es que no interrumpa la recuperación. Ya hablé en 'Economía de guerra' de las condiciones en las que el gobierno debía ejecutar el gasto presupuestado. Debemos tener claro, sin embargo, que aquellas medidas sólo suponen una desviación del gasto hacia cuestiones prioritarias. Es el momento de las decisiones, no de poner paños calientes para no asustar.
El total de impuestos recaudados por el Gobierno central ascendió, en 2018, a 208.685 millones de euros; las cotizaciones sociales, por su parte, añadieron 115.000 millones a las arcas del estado. Eso supone que, de cada 100 euros recaudados, 35 provienen de los impuestos al trabajo, frente a los 27 que se recaudan en el conjunto OCDE. De los 2.755 euros mensuales que, en media y de acuerdo con el INE, paga una empresa a sus trabajadores, casi el 23%, 626 euros, suponen cotizaciones sociales obligatorias. La carga fiscal por todos los conceptos de los trabajadores solteros de más bajos salarios (aquellos que cobran no más de dos terceras partes del ingreso medio) supone sólo un 3.5% menos que la media europea, cuando nuestro PIB per cápita es un 9% inferior en paridad de poder adquisitivo.
La presión fiscal
Esa misma carga en Irlanda, para el mismo trabajador, supone un 37% menos que la media europea mientras que su renta per cápita es un 91% mayor. Y mientras que Irlanda se enfrenta a esta crisis con un 4,8% de su población activa desempleada en febrero pasado, nosotros partimos con un 13,6% de paro. Esa misma Irlanda, con un sistema fiscal despreciado por la mayor parte de los economistas, recaudaba 17.500 dólares per cápita, cuando nosotros, con muchos más impuestos, recaudábamos 10.500. Insisten, esos mismos colegas, que la presión fiscal de los españoles, que supone un 35,4% del PIB en 2018, es menor que la de la media de la Unión Europea, que alcanzó el 41,3% si quitamos al Reino Unido. Lo que ocultan es que no es lo mismo pagar un 35% en impuestos cuando la renta per capita es de 24.880 euros que cuando es de 38.960 euros, como es el caso de Islandia, por ejemplo, que soporta una presión fiscal similar. Para poder efectuar comparaciones homogéneas, el indicador del esfuerzo o sacrificio fiscal de Frank mide, como es bien sabido, la presión fiscal respecto de la renta per capita; así, en 2018 para el caso español fue de 0,14, mientras que la media de la Unión Europea sin el Reino Unido fue de 0,148 y el de Irlanda, por ejemplo, fue de 0,038. Incluso en Alemania el índice es menor, con un valor de 0,115. Es decir, que nuestro esfuerzo fiscal es estadísticamente igual que el de nuestros vecinos, mayor que el de Alemania y muy superior al de Irlanda.
Es el momento de replantearnos nuestro esquema fiscal. No podemos enfrentar una crisis con una de las mayores cargas fiscales sobre el trabajo de la OCDE, un esfuerzo fiscal global idéntico al de la Unión Europea y un paro del doble. No quedan hojas por escribir en el cuaderno de ruta del batallón del gasto. No podemos seguir aumentando la carga sobre los españoles vivos ni es justo hacerlo sobre los que aún no han nacido. Sólo con imaginación y esfuerzo podremos mitigar el impacto, y recortar el tiempo necesario para poder iniciar la remontada. Y este Gobierno no está en condiciones de hacerlo.