Opinión

¿Tiene Casado dos almas?

La exhibición de dos almas puede ser una argucia para pescar en un caladero de votos más amplio, pero conlleva el riesgo de caer en una contradicción

  • El líder del PP, Pablo Casado (d), y su secretario general, Teodoro García Egea (i).

La moderna psicología evolutiva afirma que los humanos no tenemos alma, eso que Steven Pinker llama irónicamente the ghost in the house, “el fantasma en la casa”. Según su visión antropológica, ese ser que habita en nuestro interior, el sujeto de la célebre frase de Descartes, esa conciencia que identificamos como “yo” y que en el esquema hilemórfico es distinta de nuestro cuerpo material, es una pura ilusión cognitiva y la suposición de que es eterna e inmortal un cuento de hadas.

Ahora bien, si nos olvidamos de modernidades, adoptamos un enfoque tomista-aristotélico y aceptamos como hipótesis de trabajo que el alma existe, nos tropezamos con un problema de consecuencias muy relevantes para la política española y es la posibilidad de que algunas personas especialmente singulares tengan más de un alma y, en el caso concreto de Pablo Casado, que posea dos.

Este fascinante fenómeno se manifiesta de forma muy evidente en los últimos tiempos y hay ocasiones en que el alma número uno del Presidente del Partido Popular se hace aparente a través de su portavoz en el Congreso o del máximo responsable de su partido en Cataluña y otras su alma número dos se deja ver en las declaraciones de una ex-ministra de Sanidad y ex-Presidenta de las Cortes o del líder de los populares vascos.

Asombrados por tal maravilla, no pocos analistas han llegado a la conclusión de que el PP tiene dos almas, apoyándose en el hecho probado de que la gran formación liberal-conservadora es inequívocamente presidencialista. Sin embargo, lo que podía ser un interesante caso de sistema espiritual dotado de dos fases en equilibrio metaestable, se ha visto perturbado cuando nada menos que el Secretario General de la organización, es decir, la encarnación indubitada de la posición oficial, ha deslizado unas consideraciones sobre la cuestión catalana que entraban claramente en las características del alma número dos.

Como es natural, la alarma ha surgido en las filas populares y la duda ha quedado sembrada en la opinión pública: ¿Significa este suceso que el vaivén metafísico que alberga la cubierta corpórea del candidato del PP a La Moncloa se decanta al final por la segunda alma y la primera, surgida con brío del último Congreso Extraordinario, entra en declive irreversible y habrá sido un breve relámpago en la densa oscuridad del consenso socialdemócrata, el relativismo tibio, la tecnocracia insulsa, el deshuesamiento ideológico y la pasividad frente a la ofensiva separatista?

Estos atormentados interrogantes no son gratuitos porque Ana Pastor se permitió decir en el debate de candidatas en La Sexta que “el Estado Autonómico es lo mejor que nos ha podido pasar” y sustentó tan optimista aseveración en la conveniencia de acercar la Administración a los ciudadanos para mejorar sus vidas. No satisfecha con tal observación, concluyó también en otro orden de cosas que “cuando no hay consentimiento, hay agresión o violación”.

Si una estructura territorial ineficiente, disfuncional, destructora de la unidad de mercado, financieramente insostenible y alimentadora del independentismo es lo mejor que nos ha sucedido, cabe preguntarse qué es lo peor. En cuanto al consentimiento explícito, tan certeramente descrito por Cayetana Álvarez de Toledo como “sí, sí, sí, hasta el final”, aparte de no reflejar en absoluto la conducta femenina en el galanteo desde el tiempo de los sumerios, se corresponde exactamente con uno de los postulados centrales de la totalitaria ideología de género.

Tibieza frente a los totalitarios

En cuanto a Teodoro García Egea, introducir a estas alturas de una película que incluye un golpe de Estado, Barcelona ardiendo, policías en la UCI y un Presidente de la Generalitat que organiza comandos terroristas, la simpática propuesta de incrementar el autogobierno de Cataluña porque “una competencia no es buena o mala, depende de cómo se utilice”, revela una ingenuidad asombrosa en un adulto racional o una ofuscación mental que hay que desearle transitoria. Vernos todavía en el trance de explicar que determinadas transferencias, como la educación, el orden público o las prisiones, son malas en sí mismas cuando la Nación alberga un enemigo mortal que pugna por destruirla, provoca, como mínimo. desaliento.

La tibieza de los representantes del PP en Baleares, Galicia o el País Vasco frente a las tesis nacionalistas relativas a la lengua o a determinados hechos diferenciales que acaban siendo privilegios contrarios a la igualdad en derechos y deberes de todos los españoles, tampoco ayudan a despertar la adhesión de un electorado que se está desplazando en masa hacia proyectos de mayor contundencia y firmeza en la defensa de la unidad nacional.

La exhibición de dos almas puede ser una argucia para pescar en un caladero de votos más amplio, pero conlleva el riesgo de caer en una contradicción que aleje del PP a un número considerable de sus potenciales simpatizantes. Este artículo se publicará el 10 de Noviembre antes de que el veredicto de las urnas sea conocido. Sea cual sea el resultado de estas elecciones, es evidente que Pablo Casado ha de decidir de una vez si tiene alma y cuál es esa alma. De lo contrario, se asemejará a su predecesor, ese plácido y socarrón funcionario público que sí tuvo alma, pero tan contemplativa que era puro vacío.

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