Nunca hubo dilema ni dudas en el Partido Socialista de Navarra (PSN). Desde la noche electoral del 26-M, los socialistas navarros sabían que tenían una oportunidad de volver a liderar el Gobierno de la Comunidad Foral. Y la querían aprovechar. No les importaba pagar el precio político de alcanzar su objetivo gracias al apoyo indirecto de Bildu. Porque en caso de que el plan de María Chivite saliera adelante, como va a ocurrir el próximo viernes, regresarían al poder casi 25 años después.
Quizás 20 años no sean nada en el amor. Pero en la política 23 años suponen demasiado tiempo. Desde que Javier Otano dimitió, en 1996, tras encontrarse una cuenta en Suiza con su nombre, el socialismo navarro no ostenta el poder. Al PSOE regional se la ha hecho larga, muy larga, y dura, muy dura, la travesía en el desierto de las dos últimas décadas y media. En todo ese tiempo se han tenido que contentar con ocupar algunos cargos en Ejecutivos de UPN y han perdido algunas oportunidades de gobernar porque en Ferraz se mandó parar.
Sánchez hace lo que no hicieron Zapatero y Rubalcaba
Los tiempos en el PSOE han cambiado. Con José Luis Rodríguez Zapatero y con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente del PSOE, en 2007 y en 2014, se paró para no gobernar junto a nacionalistas vasquistas. Ahora, con Pedro Sánchez, el socialismo gobernará junto a Geroa Bai (marca del PNV en Navarra), Podemos e IU y, además, gracias a la ya confirmada abstención de Bildu.
Algunas tímidas presiones de Ferraz no funcionaron esta vez. Aunque la dirección nacional y la dirección regional dicen no tener nada que hablar con Bildu, Chivite gobernará merced al apoyo indirecto de la coalición abertzale. Esas presiones naufragaron quizás porque, como recuerdan en el PSN, el propio Sánchez en su día también recibió votos de Bildu en el Congreso para su moción de censura contra Mariano Rajoy. O quizás porque esos 23 años de travesía eran demasiado duros.
El caso es que el PSN, con solo 11 de los 50 parlamentarios de la Cámara autonómica, liderará un gobierno junto a Geroa Bai, Podemos e IU. Esta última formación ha preferido no obtener consejerías, pero sí ha firmado un acuerdo programático vinculante. O sea, un cuatripartito que en cada votación tendrá en frente a los 20 parlamentarios de Navarra Suma (UPN, PP y Cs) y a los 7 de Bildu.
Una promesa electoral...condicionada
No hubo dudas nunca en el PSOE navarro, como ya se ha dicho. Durante la campaña electoral, la propia Chivite había dicho una y otra vez que pretendía presentarse a la investidura para liderar el Gobierno y también utilizaba el mantra de que no pactaría ni con la derecha ni con Bildu. Cuando el 26-M, en la sede del PSN vieron los resultados, supieron que ese plan era más que factible. Aunque dependieran de los abertzales.
En esa promesa del PSOE navarro había una cierta trampa. Estaba condicionada a los resultados. Porque solo la utilizarían si, como ocurrió, quedaban en segunda posición en las elecciones forales. Para ello, se tenía que repetir lo ocurrido el 28-A en las generales. En caso de haber quedado en tercer o cuarto lugar, por detrás del partido gobernante, Geroa Bai, hubieran tenido casi imposible esa idea de liderar el "gobierno progresista", ya que Chivite no tendría autoridad para reclamar a Uxue Barkos, presidenta saliente, que se retirase.
En las autonómicas de 2015, el PSN había quedado en quinto lugar, por detrás de UPN, Geroa Bai, Bildu y Podemos. Aquello fue un hundimiento histórico que había que remedar como fuera. Gracias al 'efecto Sánchez', por un lado, y al desgaste del cuatripartito que gobernó en la anterior legislatura, por el otro, el milagro se hizo posible. Chivite y los suyos quedaron en segundo lugar. Era el momento de 'cumplir' con su promesa electoral: ni con Navarra Suma ni con Bildu.
Chivite ni se inmutó por la presiones
Desde el primer momento las negociaciones fueron viento en popa. Nada frenó a Chivite y los suyos, que arrastraban ese peso de la travesía en el desierto. Ni las presiones, aunque tímidas, de Ferraz. Ni las quejas amargas de Navarra Suma, que ganó holgadamente las elecciones y pedía el apoyo de los socialistas. Ni las críticas llovidas desde todas partes, especialmente desde medios nacionales. Ni la relación entre lo que pasase en Navarra con la investidura de Sánchez. Nada impidió que el plan del PSN saliera adelante.
Así, el próximo viernes Chivite se convertirá en presidenta del Gobierno autonómico. El precio que pagará es que la oposición y sus críticos (ya se verá si también los ciudadanos) siempre le recordarán que llegó al poder gracias a Bildu cuando, paradójicamente, ella dice vetar a Bildu. También sus oponentes le recordarán que ella siempre atacó con fiereza al cuatripartito saliente (Geroa Bai, Bildu, Podemos e IU) y ahora va a liderar otro cuatripartito (PSN, Geroa Bai, Podemos e IU). Y, por supuesto, está por ver cómo se gobierna cuando los partidos del Ejecutivo solo suman 23 de los 50 escaños. Pero en el PSN están dispuestos a pagar ese precio, a superar esas críticas y a enfrentar ese reto. Porque 23 años sin poder son demasiados.