El 17 de septiembre de 2009, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que instaba a Lituania a retirar una ley que establecía que “la publicidad de las relaciones homosexuales” era perjudicial para la salud mental y el desarrollo físico, intelectual y moral de los menores. El único diputado de UPyD en la Eurocámara, Francisco Sosa Wagner, quiso votar a favor del texto, pero una confusión le llevó a pulsar la abstención. Un día después, el partido explicó que se había tratado de un error, provocado por “el hecho de que los eurodiputados tienen tres botones exactamente iguales para el sí, el no y la abstención, [y] Francisco Sosa Wagner pulsó en la votación el habilitado para la abstención, pero después inició el proceso de rectificación para que constara en acta su apoyo a la resolución de condena de la ley homófoba lituana”.
El propio Sosa, en respuesta a un votante de UPyD que le había escrito a su correo personal, declaró: “Mi querido amigo: no hay ninguna cuestión de fondo, la razón se debe a algo bastante más prosaico y elemental y es la siguiente: yo no me he hecho todavía con el ritmo de las votaciones en el Parlamento pues se producen muchísimas en pocos minutos. Los diputados que pertenecen a los partidos mayoritarios van con una lista donde se les indica el sentido de cada votación y yo carezco de esta ayuda porque mis asistencias técnicas son muy limitadas. Estoy tratando de solucionar esta carencia. Espero haber contestado a su pregunta, reciba un saludo muy cordial.” Pero la suerte estaba echada. En un comunicado conjunto, FELGTB y COBAM anunciaron el veto a UPyD en el Orgullo Estatal [a 10 meses vista].
Respecto a las razones que había esgrimido el diputado Sosa, la secretaria general de FELGTB, Desiré Chacón, manifestó:“Como organizadores del Orgullo Estatal, no admitiremos una nueva participación de UPyD en nuestra manifestación porque no nos sirve de excusa que sólo tienen un eurodiputado que no conocía la resolución. En casos tan sangrantes como el de Lituania o existe un compromiso con los derechos LGTB o no existe”. Faltaban cuatro años para que Vox se fundara y cualquier menudencia era ya bienvenida para proscribir a las fuerzas políticas que no eran de izquierdas o, como UPyD, lo eran sólo un poco. El problema, en efecto, nunca ha sido el roce de Ciudadanos con Vox, sino su mera existencia, y lo mismo cabe decir de Madrid Central: el problema nunca ha sido la contaminación, sino si la derecha tiene legitimidad para ejercer el poder. (¡Vox! Si @BobPopVeTV ha podido decir que los homosexuales a los que el castrismo confinaba en campos de trabajo “se lo pasaban bastante pirata” sin llevarse un mísero reproche del magma Orgullo, el problema es muy otro).
Los dirigentes de Ciudadanos deben plantearse si la defensa de los derechos LGTB es indisociable de la participación en el aquelarre identitario (no menos identitario que la Diada) en que hoy consiste el MADO; si el compromiso con esa causa, en fin, implica necesariamente la sumisión a un movimiento que, amparado en la defensa de las libertades civiles, no pretende sino imponer una nueva ortodoxia; la misma ortodoxia, por cierto, que ha convertido los campus universitarios de medio mundo en focos de intolerancia.
El Orgullo es hoy un inquietante remedo de la Ofrenda Floral a Rafael Casanova, de la que Ciudadanos, con buen criterio, se liberó hace ya tiempo.