Madrid era la salvación de Casado. Necesitaba mantener la Comunidad y recuperar el Ayuntamiento para entrar en la Ejecutiva Nacional del Partido Popular del lunes 27 de mayo con la cabeza a media altura y no agachada del todo, a la espera de un traicionero descabello. Lo que demuestra el aguante del PP, la prueba de vida, son los 2.563 municipios en los que los populares han alcanzado mayoría absoluta o relativa, por delante del PSOE. La red municipal y de militantes del Partido Popular ha aguantado de pie recibiendo el respaldo de más cinco millones de votantes en las locales. En las europeas, cuatro millones y medio, por encima del resultado del 28 de abril, pero con diez puntos menos de participación.
Hace cinco años, el PP empezó a desangrarse en cada elección sin que nadie hiciera nada por evitarlo. Casado trató de taponar el agujero deprisa y corriendo. Los errores han sido de bulto, aunque el diagnóstico no estaba del todo equivocado. La táctica empleada ha tenido que ser corregida o matizada. Los barones regionales como Feijóo, Moreno o Alonso estaban esperando al 26 de mayo para ajustar en Casado una cuenta que no echaron con Rajoy y Sáenz de Santamaría. No ha ocurrido porque tras el 28 de abril han llegado unas elecciones municipales en las que el PP ha demostrado que respira incluso cuando está herido de muerte. Que Vox haya perdido más de la mitad de sus electores en las europeas y dos millones en las municipales, confirma que el PP aguanta incluso en la tormenta perfecta. El movimiento de indignados de la derecha tiene también fecha de caducidad. Si el bipartidismo ha renacido por la izquierda con el PSOE, el centro y la derecha ganan cuatro años para refundar un proyecto común.
El 28 de abril Casado pensó en dejarlo de inmediato ante el tamaño de la catástrofe, pero la cercanía de las siguientes elecciones frenó su salida
La noche del 28 de abril fue el final adelantado de Pablo Casado. Pensó en dejarlo de inmediato ante el tamaño de la catástrofe. La cercanía de las siguientes elecciones le impidió la salida. Cuando Sánchez diseñó el calendario electoral lo trazó a su imagen y semejanza. La moción de censura que le hizo presidente del Gobierno acababa con el PP, creando un ambiente de opinión pública cercano al del fin de un ciclo. Al echar a Rajoy, se cuarteaba todavía más a un partido que ya venía averiado por el centro, con el crecimiento de Ciudadanos, y roto por el enfado y frustración de más dos millones de votantes metidos en el saco de la abstención. Muchos de ellos creyeron ver en Vox, a partir de los sucesos de Cataluña en otoño del 2017,la sustitución del PP. Tres semanas han tardado más de la mitad de esos votantes en volver a la casilla de la salida regresando al PP o a la abstención.
Aquellos que le piden a Casado la reconstrucción desde el centro aciertan, pero deben tener paciencia. La primera fuga masiva del PP empezó por Ciudadanos hace cinco años. Aznar y Rajoy consiguieron ganar desde posiciones más templadas. El centro no significa quedarse quieto o renunciar a cualquier batalla de las ideas. No basta con ser gestores y hacer vídeos sobre lo obvio, por ejemplo, lo bonito que es San Sebastián. El próximo alcalde de Madrid es un ejemplo de lo nuevo que llega pero con el PP más reconocible. Un PP capaz de llevar a las urnas a cinco millones de votantes, tumbado en la camilla, recibiendo la extremaunción en la opinión publicada.
Que Vox haya perdido más de la mitad de sus electores en las europeas, y dos millones en las municipales, confirma que el PP aguanta incluso en la tormenta perfecta
Tiene Casado varias tareas. Para empezar explicar qué se pacta con Vox y para qué. Y sobre todo dejar claro cuáles son los límites. El PSOE ha negociado con la extrema izquierda o con los independentistas y nacionalistas. Todos, sin excepción, son partidos que están contra la Constitución del 78. Hasta la fecha, la única autonomía suprimida ha sido la catalana. Los que luego votaron por Sánchez para echar a Rajoy, venían de derogar el Estatuto de Autonomía convocando un referéndum de independencia. Tampoco tuvo problema el presidente del Gobierno en abrir una negociación con un nacionalista de ultraderecha como Torra al que propio Sánchez comparó con Le Pen.
Por el otro lado del PP, en Ciudadanos, si Rivera decide pactar con el PSOE en Castilla y León o en Aragón, el espacio del centroderecha se le aclara a Casado, ya que Ciudadanos volvería a cambiar de rumbo recuperando el papel de bisagra. El Presidente del PP tiene dos referencias que el tiempo ha separado pero que demostraron tener algo en común. Tanto Aznar como Rajoy aguantaron. Cada uno a su manera y según la circunstancia. La mezcla de ambos le va a dar la solución para saber ganar, casi fuera de tiempo, tras un mes de derrota. Casado ha perdido mucho pero sale ganando lo justo y necesario. Aunque Madrid no es poca cosa.