Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación. Eso decía don José Isbert en “Bienvenido, Mr. Marshall” y eso es lo que tendrá que decir alguien si se acaba llevando a término un pacto a tres entre Colau, el PSC y Ciudadanos. Vamos, es un suponer.
Ya es bien verdad que las urnas son como las armas: las carga el diablo. Vean vuesas mercedes que cosa más curiosa sería si los votos depositados en apoyo de Monsieur Valls para desalojar a podemitas y separatas del poder municipal se trocaran en flores y apoyos. Ni en la ciencia ficción más osada de un visionario como Ray Bradbury se concibe algo similar, pero, ¡ah, amigo!, esto es Barcelona, la dimensión desconocida, el universo paralelo, la última frontera de la galaxia y la leche de patinete.
Con lo cualo, que diría el clásico, hete aquí que se habla en mentideros influyentes y mingitorios de postín de un posible menàge a trois entre Santa Ada del Mantero, el muchacho amigo de Iceta y Valls, sí, ese Valls que negaba por activa y por pasiva pacto alguno con populistas y separatistas. Pero la política es prometer hasta meter y, una vez metido, nada de lo prometido. Así pues, buenas gentes, ahora Monsieur Valls se ha despachado de entrada con un inquietante “Dejaré Ciudadanos si pacta con Vox”, que viene a ser lo mismo que decir que no compartiré mesa con mi cuñado si continúa diciendo que la paella le sale mejor que a mí y que sabe comprar coches más baratos.
Todo huele a excusa, claro, y ya hay quien dice –en los mingitorios, me refiero- que Collboni y Colau tienen guisándose un acuerdo para sumar los concejales de Valls. Eso le daría a la podemita veinticuatro concejales, más de la mayoría absoluta, que está en veintiuno. Y eso sin contar con los dos del PP, que jamás apoyaría una candidatura separatista como la de Esquerra. Uno, que también mingita de vez en cuando gracias a Dios y a el estado de su próstata, de momento excelente, ha preguntado a un mingitante de peso si eso significaría que los prestarían solo para la investidura. Entre salpicadura y salpicadura, puesto que hay que tener la precaución cuando se charla en un urinario para caballeros de no girarse en demasía para no regar al interlocutor, me dice que no, que Valls haría una espantá digna del Platanito y se marcharía con armas, bagajes y concejales. Lo que se viene llamando independizarse, vamos.
Yo no puedo creer que nadie esté por la labor de mantener aquel conocido y tan poco empleado precepto de no mezclar churras con merinas
Atónito ante tamaña revelación, me he negado a considerar tal locura. “Pero entonces, ¿de qué le habría servido a Ciudadanos renunciar a una candidatura propia, tragarse una lista transversal en la cual, como en botica, había de todo, y, encima de no ganar, ver como se sostiene a podemitas y socialistas peseceros conciliadores con los golpistas?”. Nadie me ha respondido, claro, porque el mingitorio ya estaba vacío y mi voz resonaba con ese tono de falso eco catedralicio que tienen los lavabos públicos. Yo no puedo creer que nadie esté por la labor de mantener aquel conocido y tan poco empleado precepto de no mezclar churras con merinas, pero quien sabe. Desde luego, si Valls y algunos de los integrantes de su lista se pasaran a ese gobierno tripartito, la cosa sería digna de un sainete de Carlos Arniches. Tanto hablar del ridículo que hacen los golpistas para acabar así me parecería una herida mortal a la causa del constitucionalismo en mi tierra.
Claro que, a la salida de aquel urinario donde tantas cábalas y conciliábulos se urden, por lo que me comentan, he escuchado a sesudos varones diciendo que siempre sería mejor Colau que permitir a Ernest Maragall sentarse en la silla del alcalde de Barcelona. Yo he pensado en los últimos cuatro años en mi ciudad natal y no puedo más que estar en desacuerdo con tan notables próceres. Colau ha mantenido un lazo amarillo enorme en el balcón del ayuntamiento, votó que sí en el falso referéndum, ha impedido que se colgase una enseña nacional, ha retirado el busto de Don Juan Carlos de la sala de plenos, ha visitado a los golpistas tratándolos de presos políticos, defiende un referéndum, en fin, el lote completo. Es tanto o más militante en la innoble causa de la anti España como lo puedan ser Maragall o Torra.
Así que no veo la jugada por ningún lado y deseo fervientemente que esto no sea más que una especulación propia del momento sutil en el que alivias tu vejiga, tan propicio por otro lado al comentario chocarrero y facilón. Lo que me inquieta es que, al salir a la calle, me he percatado de que llevaba la bragueta abierta. ¿Un mal augurio? Esto es pa mear y no echar gota.