Sabíamos que Mas anda contando los meses que le quedan de inhabilitación para cargo público, porque no para de chicolear en los ambientes más anti Puigdemont – que no son pocos – del PDeCAT, buscando hueco. También es público y notorio que el de Waterloo teme que los malos resultados que auguran las encuestas a su desarbolado Junts per Catalunya lo deje a los pies de los caballos de una neo convergencia que está más que harta de sus imposiciones tiránicas. Cabe decir que, al ser preguntados algunos de esos críticos acerca del por qué no dan un puñetazo en la mesa y se libran del muchacho del flequillo, estos sonríen y responden que no hace falta matarlo, porque ya lo hará él solito. A uno todo eso le parece cobardía de la peor especie, pero estamos hablando del sector del tres por ciento, del que tira la piedra y esconde la mano, de aquellos que desearían una independencia que no tan solo les saliera gratis, sino que, además, se la pagase España.
Por otra parte, el nacionalismo vinculado al sector de negocios, es decir, la mayor parte, si entendemos por negocios vivir de la subvención y el comisionista de turno, quisiera volver a aquellos tiempos en los que sus asuntos se solventaban con un par de desayunos en algún hotel madrileño y dos o tres sobrecitos oportunamente distribuidos. Esa añoranza promueve que la ex convergencia busque una salida al problema que ella misma creo. De ahí que Artur Mas, el mismo que nos metió a todos en este colosal laberinto para ocultar la corrupción y los recortes de su partido, aparezca ahora como su caballo blanco, dispuesto a reconducir la vida política catalana. Tarde, creemos, porque hacer que la gente se eche al monte es relativamente sencillo, pero hacer que vuelva a su salita de estar es poco menos que imposible.
La otra opción, que cada vez circula con mayor fuerza en los mentideros catalanes, es que Duran i Lleida vuelva de nuevo a la arena política al estilo Valls
La otra opción, que cada vez circula con mayor fuerza en los mentideros catalanes, es que Duran i Lleida vuelva de nuevo a la arena política al estilo Valls, a saber, poniéndose al frente de una plataforma transversal que podría aglutinar los restos de aquella malhadada Unió que acabó hundida por sus propios capitanes y diversas personalidades de cierta relevancia, incluidos algunos ex PSC. Duran no dice nada, pero, en su recién publicado libro de memorias políticas El risc de la veritat (El riesgo de la verdad), deja caer muchas claves acerca de lo que podría ser el futuro inmediato en la política nacionalista. Dice Duran, por ejemplo, que el proceso ha sido un fracaso colectivo, que la situación tardará en volver a la normalidad y que eso pasa, forzosamente, porque los separatistas hagan una severa autocrítica.
Ahora, la frase clave es cuando manifiesta que no le ve futuro alguno al PDeCAT, añadiendo que habrá que reformular el catalanismo en el sentido de desligarse de un independentismo inmediato e improvisado. Lo sentencia con rotundidad: “Mucha gente quiere tener claro que, de aquí a 15 o 30 años, no volverá a plantearse un proceso separatista”, refiriéndose a personas catalanistas moderadas, es decir, al votante de toda la vida de CiU. Para el político de Alcampell, lo sucedido en la ex convergencia ha sido “una animalada”, Puigdemont es un cupaire y Torra lo peor de lo peor. No se corta un pelo. ¿Para qué andarse con paños calientes, si no tiene nada que perder? De todos modos, no dice nada nuevo. Nos cuenta un antiguo colaborador de Duran que siempre fue alérgico a las bravatas emanadas de Palau porque, a su juicio, solo ayudaban a tapar los tremendos errores que cometió Jordi Pujol.
Enfrentado en su día a Miquel Roca, a Marta Ferrusola, a Oriol Pujol, al aparato convergente y a Lluís Prenafeta, tendría su qué verlo enfrentarse en unas autonómicas a su antiguo compañero de coalición Artur Mas. En caso de producirse tal situación, demostrarían algo terrible para Cataluña: todo este tiempo ha sido tiempo perdido y ahora toca lo más difícil, reconstruir una derecha localista, atemperar a los hiperventilados y evitar que Esquerra se apodere para siempre del espacio que antiguamente ocupase el partido de Pujol.
Más que un retorno, sería un dejà vu.