La convergencia de dos de los rasgos más destacados del neoliberalismo, la financiarización de la economía global y la expansión cuantitativa de los Bancos Centrales, representan una seria amenaza al ecosistema productivo global y patrio. En un momento histórico donde la rentabilidad ex-ante a medio y largo plazo de los activos financieros es muy baja o negativa, la financiarización empuja al capital global a fijarse en actividades productivas reales que generan retornos interesantes, desde el mercado de alquiler de la vivienda, hasta las empresas industriales exportadoras, pasando por negocios familiares o los otrora monopolios naturales.
Si no se entienden sus causas, se analizan sus consecuencias, y se promueven las reformas necesarias que limiten externalidades negativas, con las correspondientes medidas de política económica, el impacto negativo en términos de bienestar para la ciudadanía española será muy elevado. La concentración empresarial y de riqueza que ello conlleva, y la búsqueda a cualquier precio de una rentabilidad determinada, tendrán un impacto demoledor en clientes, vía precios más altos; proveedores; y trabajadores, sometidos éstos a menores salarios y pérdida de derechos. Como corolario, debemos poner en valor el papel de las empresas productivas, y de los empresarios productores, en el entorno geográfico que actúan y su importancia como elemento de cohesión social.
Financiarización y Política Monetaria
El proceso de financiarización que vive la economía global, y que ya hemos analizado desde estas líneas, no es independiente de la política monetaria implementada por los bancos centrales. Occidente solo puede hacer frente al estancamiento secular con tipos de interés reales negativos. Pero la implementación de dichas políticas monetarias activa distintas burbujas financieras y/o inmobiliarias. Ello pone de manifiesto cómo las élites económicas y políticas diseñaron en su momento, en ausencia de subidas salariales, un sistema encaminado a sostener una expansión artificial de la demanda.
La implementación de una política monetaria excesivamente expansiva conlleva procesos de endeudamiento y la activación de distintas burbujas financieras. Ello ha permitido, a su vez, la financiación de un gigantesco proceso de acumulación y adquisición de riquezas por todo el globo a favor de unos pocos. Sin embargo, sabemos que cualquier intento de fuga hacia delante vía burbujas acabará siendo abortado.
Las élites económicas y políticas diseñaron en su momento, en ausencia de subidas salariales, un sistema encaminado a sostener una expansión artificial de la demanda
Es en este contexto donde se produce, especialmente tras la Gran Recesión, el proceso de asalto del capital financiero al ecosistema productivo global, incluido el español. Si hiciéramos una previsión de los rendimientos ex ante anualizados a largo plazo de los distintos activos financieros globales a los precios de cierre de 2018, salvo activos financieros de mercados emergentes, el resto, ofrecen rentabilidades negativas. Como consecuencia se activa la búsqueda de retorno por parte del capital global, fijándose éste en negocios de actividad real, exportadores o no, que ofrecen rentabilidades muy atractivas y competitivas. En una economía “finanziarizada” nadie está a salvo de ser absorbido por una gran compañía, un fondo de inversión, o un capital-riesgo…
¿Qué deberían analizar las autoridades económicas?
Resulta necesario analizar las consecuencias reales en la sociedad de estas dinámicas descritas. Para ello, en primer lugar habrá que conocer la magnitud del problema. Es necesario cuantificar cómo ha evolucionado el porcentaje de capital extranjero en las empresas no financieras españolas. En segundo lugar habrá que analizar la naturaleza y características de ese capital extranjero. Especialmente hacia qué sectores se dirige, y si dicho capital acelera un proceso de concentración en los mismos que pueda acabar generando comportamientos oligopolísticos. La consecuencia va a ser una proliferación de nuevas prácticas empresariales que exigirán estrategias de racionalización de costes a los gestores de las empresas participadas; y de gestión del beneficio, y de su reinversión. Todo ello afectará, y no positivamente, a la lógica de la acumulación, el empleo y el salario.
Por eso se deberían extraer conclusiones sobre el impacto que se está produciendo en los distintos agentes económicos. Por un lado, sobre los clientes, vía precios más altos, especialmente en sectores sensibles para el bienestar de nuestra sociedad –educación, sanidad, energía, alimentario, vivienda… Habría que analizar si el incremento de la participación del capital extranjero especulativo aumenta los precios de determinados productos y servicios, especialmente aquellos más sensibles a los grupos más vulnerables. El ejemplo de incrementos desmedidos de los alquileres en Madrid y Barcelona son dos claros botones de muestra. Por otro lado, deberemos estudiar las consecuencias sobre los proveedores, en nuestro caso empresas en su mayoría españolas, sometidas a un proceso de canibalización, es decir, una presión creciente de reducción de costes. Obviamente habrá que analizar su traslación a los trabajadores, mediante despidos, salarios más bajos y peores condiciones laborales.
Es necesario cuantificar cómo ha evolucionado el porcentaje de capital extranjero en las empresas no financieras españolas y la naturaleza y características de ese capital
No nos deberemos olvidar tampoco de sus efectos en los ingresos fiscales, vía menor recaudación impositiva asociada a una mayor ingeniería tributaria en estas empresas; así como sus efectos en la composición del pasivo de las mismas. La Gran Recesión ha demostrado como un apalancamiento excesivo acaba al final siendo una losa para la inmensa mayoría de las empresas, muchas de las cuales acaban siendo participadas por capital especulativo. Se deriva de este análisis dos importantes conclusiones. En primer lugar, la necesidad de financiarse más vía capital y menos por deuda y/o créditos bancarios. Desde el lado de la actividad, las empresas deberían centrarse en aquello en lo que disponen una clara ventaja competitiva y olvidarse de la diversificación en actividades financieras e inmobiliarias, o como mucho ser actividades residuales.
Si se demostrara la existencia de cuantiosas externalidades negativas, habría que diseñar qué medidas de política económica se deberían implementar para limitar los efectos perversos de la financiarización de nuestro sistema productivo.
Conviene además encuadrar este análisis en un determinado contexto. Hasta ahora, a las autoridades económicas les ha importado relativamente poco la tendencia creciente a la concentración de poder, e incluso en el sector financiero lo han alentado. Por eso es necesario poner en valor ante las mismas el peso del sector manufacturero español, especialmente el exportador, formado por un tejido increíble de pequeñas y medianas empresas muy competitivas. Es muy importante el mantenimiento de la propiedad de los distintos negocios en manos de capital español. Ya sabemos que cuando pasa a manos extranjeras, la realidad es que acabamos subsidiando a los trabajadores del país de la empresa que finalmente controla el capital. El modelo productivo es el factor clave para la transformación del país. En un proceso de medio y largo plazo ello requiere una reorientación hacia la industria en manos de capital español. Por ello las empresas manufactureras españolas deberían hacer valer su actual buen posicionamiento, y evitar y corregir todo lo que hemos comentado con anterioridad.