Susana Díaz llevaba desde el 2 de diciembre inmersa en una discreción inusual en ella, a la espera de ver si las negociaciones de PP, Ciudadanos y Vox fracasaban, y se daba la consiguiente repetición de elecciones en Andalucía. Era la última bala que le quedaba al PSOE para salvarse de la traumática pérdida del poder autonómico 36 años después de las primeras elecciones en esa comunidad.
Con el acuerdo alcanzado este miércoles entre las tres fuerzas políticas, la investidura del popular Juan Manuel Moreno Bonilla, eso ya es un hecho y el paso de Díaz a la oposición, también. Y, con toda seguridad, comenzará una dura batalla orgánica para desalojarla del poder por más que ella haya decidido atrincherarse como jefa de la oposición, imitando lo que hizo su compañero el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, cuando perdió el poder en 2011 frente a José Antonio Monago.
El problema para la todavía presidenta andaluza es que va a tener dos enemigos muy poderosos: la apertura de cajones que va a ejecutar el PP, para taparla la boca, y, sobre todo, la decisión de Pedro Sánchez de abrir un proceso de relevo al frente de la federación andaluza. No en vano, el presidente del Gobierno declaraba este martes a Efe que en Andalucía "ha terminado un ciclo político".
La presidenta andaluza ha avisado al líder del PSOE que como intente desalojarla por la fuerza de la secretaría general del partido en Andalucía planteará 'guerra' y el partido se resentirá el 26-M
Ella no se da por enterada de las invectivas de Ferraz desde la misma noche electoral. Asegura que ha ganado las elecciones el 2 de diciembre y, si antes no dieron un paso atrás quienes "perdieron elecciones", en alusión a las derrotas consecutivas de Sánchez en las elecciones generales de diciembre de 2015 y junio de 2016, con más motivo se va a mantener en el poder.
El argumento ha calado entre otros barones socialistas, que también temen perder las elecciones autonómicas y municipales del 26 de mayo por el empuje de Vox en los sondeos. El mismo Vara mostraba el pasado sábado en una entrevista con Vozpópuli su "respeto" por la decisión que adopte Díaz y recordaba que cuando él perdió en 2011 también muchos en el partido dijeron que debía abandonar el poder orgánico.
Lo mismo que ahora ocurre con la lideresa andaluza, que no va a ceder ni un milímetro, como este lunes dejó claro el portavoz del Grupo Socialista en el Parlamento regional, Mario Jiménez, adelantándose a anunciar que, hagan lo que hagan PP, Cs y Vox, ella se va a proponer como candidata a la investidura:
?? @mariojimenez en @La_SER: “Vamos a presentar la candidatura de @susanadiaz a la investidura porque es quién ganó las elecciones, porque el pacto de la derecha no es posible con las exigencias de la #ultraderecha”
— PSOE de Andalucía (@psoedeandalucia) January 9, 2019
Sánchez tiene un problema, y no pequeño. El argumento de Díaz ganadora y, sobre todo, las exigencias de Vox a Marín la han reforzado a corto plazo entre las bases andaluzas como para que nadie quiere una guerra orgánica en la principal federación a solo cuatro meses de jugarse decenas de alcaldías y diputaciones andaluzas -adonde Díaz planea replegarse en éste su invierno político-. El desembarco, por tanto, de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que quiere el presidente del Gobierno en el liderazgo del PSOE andaluz no será a corto plazo. Ni pacífico.
Este lunes, el secretario de Organización, José Luis Ábalos, admitió que Montero tendrá que ganar unas primarias a Susana Díaz o al candidato que ella promueva -los rumores sitúan al actual alcalde de Sevilla, Juan Espadas- y la secretaria general todavía mantiene un control férreo de la federación pese al trabajo de zapa para el sanchismo que al alimón están haciendo el hombre fuerte de Sánchez allí, el delegado del Gobierno, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, y el presidente del Comité Federal y alcaldes de Dos Hermanas (Sevilla), Quico Toscano.
Toscano fue quien primero que, a los pocos días de la durísima derrota electora, enarboló -por sugerencia de Sánchez, según diversas fuentes- la idea de que Díaz diera un paso a un lado y el PSOE-A apoyara la investidura de Juan Marín como presidente del