Carretero, mi padre, pone cara de ayseñordiosmío cuando le cuento lo del aniversario. Que dentro de nada se va a cumplir un año de la masacre que montaron los del “Estado Islámico de los cojones”, como les llama Santiago Castellà, en las Ramblas de Barcelona y en Cambrils.
–Sí, es verdad. Una tragedia –dice.
-Le recuerdo que en estos días se están publicando muchas cosas sobre lo que ocurrió antes de aquel día. Parece que el imam de Ripoll, un tal Satty, seguramente el jefe de aquella tropa de desalmados, había estado cuatro años en la cárcel por tráfico de drogas. Y allí la Policía le entrevistó cuatro veces. Ese fue el tipo al que le estallaron las bombas que preparaba y que lo despedazaron. Por eso sus compinches improvisaron lo de la furgoneta embalada por las Ramblas.
–Ya, ya, lo he visto en el periódico. ¿Te conté que fui a Vegarada con Queca?
-Lo que pasa es que las cosas son muy distintas dependiendo de cómo las cuentes. Una lectura atenta de aquellos episodios deja pensar, si los comparas con otros lances que se produjeron con ETA, que los servicios secretos del Estado pudieron intentar fichar al tal Satty como confidente, para controlar a los islamistas radicales en España. No sería la primera vez que sucede algo así: los servicios secretos están para eso. Pero no debió de salirles bien: aquellas “entrevistas” en la cárcel se produjeron hace seis años. Luego Satty fue puesto en libertad y, hace dos años, la Policía belga avisó a los Mossos d’Esquadra de que el sujeto había andado por su país y que estaba enredando en el entorno de los yihadistas. Los Mossos vinieron a decir que no les sonaba de nada aquel señor. Es decir, que se comprobó (una vez más) otra realidad amarga: el recelo mutuo que existía entre la Policía autonómica catalana y los organismos de seguridad estatales, que no se fiaban los unos de los otros. Y luego Satty vuela por los aires, a causa de su torpeza con los explosivos, en una casa de Alcanar (Tarragona) el miércoles 16 de agosto. Al día siguiente, uno de los terroristas se lanza en furgoneta por las Ramblas de Barcelona y mata a 16 personas. Horas más tarde continúa el aquelarre en Cambrils.
–Muy bien, muy bien.
-Esas son las piezas fundamentales. Pero si las colocas de otra manera, la cosa cambia tanto como quiera el colocador. Me quedé de piedra hace unas pocas noches cuando unos amigos a los que quiero mucho, catalanes independentistas, me aseguraron que “estaba probado” que aquel Satty era un confidente; y que, en su opinión, los atentados de Barcelona muy bien pudieron estar organizados por los servicios secretos españoles, con la intención de desviar la atención de los independentistas a un mes de la Diada del 11 de septiembre. Los recelos y los codazos entre la Policía catalana y las demás serían, según eso, pura obstrucción de la Guardia Civil y del CNI hacia los Mossos, que trataban de descubrir la conspiración montada por los islamistas y los policías españoles.
Tomas de la realidad, que es muy amplia y muy variada, solo la parte que te interesa; juntas las piezas como tú quieres y te dices: “seguro que ese cabrón le tira los tejos a Maripili”
–¿Eso te dicen?
–Sobre poco más o menos.
–Entonces hay que deducir que el tal Satty y los demás se hicieron matar o detener por puro amor a España, que era quien les había contratado, y no por amor al Estado Islámico, ¿es así?
–No lo había pensado.
–¿Y de los extraterrestres no te dijeron nada tus amigos?
–¿Qué tienen que ver los extraterrestres?
–Nada, Luis, no tienen que ver nada. Pero estamos ante otra teoría de la conspiración de formato clásico, como la de los extraterrestres que construyeron las pirámides. Que aquella matanza fuera organizada por la Policía para desacreditar a los indepes, a Trapero, a la madre de Trapero o al sursum corda, o para desviar no sé qué atención de no sé qué leches, es un disparate del tamaño de la catedral; pero no de la nuestra sino de la de Burgos, que es más grande. Pero quienes te lo han dicho seguramente lo creen de verdad. Bien, eso prueba algo que ya hemos hablado más veces: que el enamoramiento es una enfermedad peligrosísima, porque cambia tu percepción de la realidad y hace que lo veas todo a través del objeto de tu amor. Que se puede llamar Maripili o se puede llamar independencia. No hay nada que despierte más ira ni más odio en un enamorado que escuchar que alguien le dice: “Pues esa chica tuya es un poco bizca”. Eso no se perdona, tú lo sabes. Y lo primero que haces, cuando te pasa eso, no es fijarte mejor a ver si es verdad lo de la bizquera, sino poner verde al criticón, al que conviertes en pararrayos de todos los males y capaz de los mayores crímenes. ¿Sabes cómo se hace eso?
–Creo que sí.
–Mediante el sistema del seguro que. Tomas de la realidad, que es muy amplia y muy variada, solo la parte que te interesa; juntas las piezas como tú quieres y te dices: “Seguro que ese cabrón le tira los tejos a Maripili”. No lo sabes, es pura imaginación; pero, a la tercera vez que lo piensas, te convences a ti mismo de ello, lo das por hecho, por cosa cierta y comprobada. Y a partir de ahí, con otro par de indicios que tú eliges (y desprecias otros que no te llevarían a donde quieres llegar), construyes otro “seguro que”, que te llevará aún más lejos. Y otro, y otro. Y, en cuanto te das cuenta, te encuentras a ti mismo diciendo que Maripili es la amante del señor obispo, que la Policía montó los atentados de Barcelona o que los extraterrestres construyeron las pirámides. Y ay de aquel que te contradiga. Esos amigos tuyos, ¿son de izquierdas?
Yo jamás he visto a los pobres pelear para independizarse de los ricos. Siempre es al revés. También en este caso. Ahí está la raíz de todo"
–Sí, desde luego.
Mi padre suspira:
–Luis, la izquierda es universalista y solidaria. El nacionalismo es todo lo contrario. Yo jamás he visto a los pobres pelear para independizarse de los ricos. Siempre es al revés. También en este caso. Ahí está la raíz de todo. Y ahora déjame que te cuente lo de Vegarada, anda, que este lío de Cataluña es un aburrimiento que no hay quien lo aguante.