Opinión

En el extrarradio del PSOE hay fascistas y socialistas que han perdido el norte

En el extrarradio del PSOE hay justos y pecadores; enemigos y adeptos. En ese territorio mora desde hace un tiempo la presidenta de

En el extrarradio del PSOE hay justos y pecadores; enemigos y adeptos. En ese territorio mora desde hace un tiempo la presidenta de Radiotelevisión Española, Elena Sánchez, a la que designó el propio Gobierno, pero cuya permanencia en el puesto ya no interesa. Hace unos días, la recibieron en Moncloa Félix Bolaños y Francesc Vallès. Dos patas para un banco. El comendador y su subalterno. El alcaide y el comisario Peláez. Allí le trasladaron su descontento y le leyeron el argumentario que algún otro calavera se encarga de rellenar desde Prado del Rey con una actitud que oscila entre la maldad y el interés propio. Ella fue útil para la causa durante un tiempo. Ya no lo es, así que pronto será purgada. La revolución tarde o temprano devora a sus propios hijos.

Así que ya se han encargado por allí de difundir algún nombre que podría servir como posible sustituto y, de paso, de arrinconar a sus principales apoyos. Que aprendan la lección los ambiciosos y los que piensen en arrimarse al Ejecutivo para poder firmar una hipoteca a 30 años: aquí nadie es eterno. La posición de Moncloa fluctúa constantemente. Cuando menos te lo esperas, la has perdido de vista y te has desorientado. A lo mejor entonces hay algún costalero del aparato de propaganda que te intenta encuadrar en la fachosfera para (supuestamente) retratarte como alguien peligroso. A lo mejor incluso alguien pide que te quiten el sueldo o las campañas de anunciantes porque no defiendes los valores propios de las democracias. Esto no es un decir. Estos juegos los han desplegado Prisa y el Gobierno en los últimos tiempos, en una estrategia compartida que resulta lamentable.

Dentro del extrarradio del PSOE moran los despistados, los disidentes y los que se han atrevido a mantenerse firmes en sus convicciones, mientras Pedro Sánchez iba renunciando a sus principios para conservar el sillón presidencial. Desde hace unos días, habitan allí quienes piensan que todos los atentados que se cometen en una democracia merecen la misma reacción de repulsa, pese a que los daños que generen unos y otros sean mayores o menores.

Tsunami Democràtic y los CDR no hicieron estallar una bomba en la plaza de la República Dominicana o una furgoneta en el aparcamiento del Aeropuerto de Barajas. Pero cualquiera que se organice para tratar de derribar un sistema parlamentario y lo haga con violencia debería ser visto como un salvaje, tanto si pertenece a la Triple A como a los Grapo, a ETA o a Terra Lliure. Pues bien, Félix Bolaños matizó el otro día este razonamiento, dado que Junts ha pedido que se incluya dentro de la Ley de Amnistía a quienes corrían el riesgo de ser juzgados por terrorismo dentro del procés. ¿Que descalabraron a algún policía? Peanuts. ¿Que es una posición completamente indefendible? Si así lo piensa, usted está en el extrarradio del PSOE.

¿Concesiones al enemigo? ¡Ni hablar!

Queda claro que lo que quiere Sánchez en este momento de debilidad política son adhesiones inquebrantables, de las que no cuestionen incluso los cambios de rumbo más rocambolescos. Entre sus afines destaca últimamente Óscar Puente, alcalde devenido en bruto que tras perder las elecciones del pasado mayo pudo optar por la noble tarea de encabezar la oposición en el Ayuntamiento de Valladolid. ¿Qué ocurrió? Lo de siempre: que todo es vanidad. Que aquello de “remangarse y reconstruir” lo destruido con “herramientras desgastadas”, tras la derrota, es sólo un ideal. El que escribió Kipling en su magnífico poema ('If...'), que Puente ha hecho una bola y tirado a la papelera.

Le ofrecieron convertirse en mozo de carga de la ponzoña sobrante en Moncloa y lo aceptó. Eso implica dos cosas: por un lado, no criticar ni cuestionar. Por otro, atacar como lo haría Clemenza a quien se encuentra al otro lado de la muralla. Del muro que se mueve y se repliega constantemente y del que cada vez quedan fuera más ciudadanos. Justos o pecadores. Enemigos o adeptos. Alguno simplemente se pregunta por la razón de ciertas decisiones que tan sólo benefician a un grupo concreto de los ciudadanos -como la amnistía-. Sólo por eso son cuestionados o purgados. Quien no tenga tragaderas, que ni se acerque.

Es cierto que el poder te recompensa cuando agachas la cabeza o cuando le sirves. Nunca les faltará un plato caliente en la mesa mientras gobierne Sánchez a los Juan Manuel Serrano, a los Pedro Saura o a los José Miguel Contreras. Lo que ocurre es que eso implica aceptar una dosis de infamia excesiva y renunciar a caminar con esa postura tan difícil de mantener que es la de aquellos que conservan la dignidad, la cabeza alta y los pulmones a plena capacidad, sin estar oprimidos por asuntos turbios o complicidades inconfesables.

Son decenas de cargos, asesores y colaboradores los que han renunciado al más mínimo decoro a cambio de dinero o poder. Todos tienen que tragar con un proyecto político de rumbo fluctuante, que comanda un presidente -inseguro- que negó la constitucionalidad de la amnistía e incluso la posibilidad de alcanzar pactos con los independentistas. Un tipo sin palabra, tanto para el pueblo como para sus propios conmilitones en cuanto le lleven la contraria. El poder es una droga muy atractiva que siempre deja resaca. Una droga que engancha, pero que destroza la vida por capas.

Por cierto, a esa droga es muy adicto Emiliano García-Page. Ése nunca pertenecerá al extrarradio, pese a lo que diga Puente. Lo del presidente castellano-manchego es otra cosa. Para los tipos como él está reservada el área del infierno que espera a los hipócritas. Que está muy muy abajo. ¿Por qué sigue ahí si es tan incómodo para un poder que es tan expeditivo con los críticos? Ahí está la clave para entender todo. Tanto el teatrillo de García-Page como su penoso fariseísmo. Y si es cierto lo que dice, de que ha empezado su cacería... sólo cabe decir que se lo merece.

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