Ocurrió en 1994, también en 1997. El escritor colombiano Gabriel García Márquez rechazó, en dos ocasiones, el Premio Cervantes al que optaba como candidato. Acaso por modestia o justamente por lo contrario, García Márquez aseguró: "Pienso que una vez que un escritor recibe el Nobel, debe dejar el camino abierto a los más jóvenes para que consigan otros premios", dijo entonces sobre el galardón que concede anualmente el Ministerio de Educación y Cultura de España a propuesta de las Academias de la Lengua de los países de habla hispana. Hoy, casi 20 años después, el Instituto Cervantes rinde homenaje al escurridizo novelista.
Se trata de la ya conocida Caja de las Letras, el arca del tesoro de la literatura escrita español y en la que ahora reposa una arqueta con tierra de la Casa Natal de Gabriel García Márquez en Aracataca. Se incorpora así ésta a los misteriosos tesoros literario que allí reposan desde los manuscritos de Francisco Ayala, Antonio Gamoneda, Elena Poniatowska… Habrá que esperar al año 2057 para abrir esa bóveda.
Cuando el Instituto Cervantes se trasladó a su sede central, en la céntrica calle de Alcalá de Madrid, su entonces director, César Antonio Molina, decidió transformar la cámara acorazada del antiguo Banco Central –compuesta por más de 1.800 cajas de seguridad-, los textos y documentos que quisieran aportar escritores, cineastas, músicos, artistas, científicos y arquitectos. Normalmente son los propios autores quienes depositan en el interior de la caja sus manuscritos. El del Gabo, desafortunadamente, no ha sido posible. Ha sido la ministra de Cultura de Colombia, Mariana Garcés, acompañada del secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, quienes depositaron la arqueta con tierra de la casa natal del escritor.
La tierra contenida en la arqueta se recogió hace dos semanas, ex profeso para este homenaje, del patio trasero de la hoy conocida como “la casa de Gabo”, en la que éste nació el 6 de marzo de 1927 y en la que vivió sus primeros años junto a sus abuelos.También se ha depositado una placa de metal grabada con la primera frase de su más célebre novela, Cien años de soledad (1967): “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. La ministra colombiana ha recibido una llave simbólica de la caja de seguridad 1483 y un certificado acreditativo de la cesión.
Después del acto, se inauguró además la exposición fotográfica Autorretrato disfrazado de artista. Arte conceptual y fotografía en Colombia , una muestra organizada en el marco de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCOmadrid, que este año tiene a Colombia como país invitado.
Fotografía conceptual y reflexión colectiva...
Esta muestra es un proyecto curatorial que se enfoca en el uso reflexivo y crítico de la fotografía por parte de algunos artistas colombianos en la década de 1970. La exposición, constituida a partir de obras pertenecientes a la colección privada de José Darío Gutiérrez, y apoyada en el libro La fotografía en Colombia en la década de 1970, del curador e investigador Santiago Rueda, es la primera muestra analítica sobre la relación entre arte, fotografía e idea en este periodo en Colombia.
La muestra, "sin intentar tener un carácter antológico", realiza una interpretación efectiva del arte en Colombia en ese periodo de transición. El incipiente uso del documento fotográfico como obra de arte aparece no solo en las muy conocidas fotografías de encuentros eróticos de Miguel Ángel Rojas, sino también en los trabajos de Jaime Ardila y Camilo Lleras, este último el único artista conceptual colombiano que utilizó exclusivamente la fotografía en su obra.
La relación entre fotografía y los diferentes tipos de realismos —sociales, políticos— característicos de este momento, aparecen en obras icónicas del periodo, como el Interior de Fernell Franco, con el que un fotógrafo obtuvo por primera vez un premio en el Salón Nacional de Artistas (1976). Artistas conceptuales del caribe colombiano, como Álvaro Barrios, Ingino Caro y Eduardo Hernández, se ocuparon de explorar los homenajes a la historia del arte, los rituales religiosos y el registro de actividades performáticas, mientras las reflexiones sobre el paisaje, el paso del tiempo y la secuencialidad, ocuparon a los artistas de Medellín Jorge Ortiz y Luis Fernando Valencia.
Adicionalmente, la muestra presenta, por primera vez, las series inéditas de secuencias en polaroid del pintor abstracto Manolo Vellojín, que permiten entender de una manera sorprendente la aparente racionalidad fría de su pintura. En conjunto, y reuniendo mas de 60 obras, Auto retrato disfrazado de artista ofrece una aproximación singular al amplio y diverso panorama de ideas, subjetividades y sensibilidades que constituyeron el pasado reciente del arte colombiano.