Opinión

Juzgar al juez

Encaramarse por encima del Supremo no es sólo un abuso: es un atentado contra el Estado de Derecho

  • La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. -

--Menos mal que la vicepresidenta Montero vive de la política. Siempre será mejor confinar los híspidos manejos de esa facultativa en la vida pública que haberlos tenido que padecer en un hospital. ¿Se la imaginan aplaudiendo histérica en la cabecera un moribundo con su meñique izquierdo enhiesto? Metida en la política, lo más que puede desbarrar es despreciar a los jueces afirmando que sus sentencias no son sino infames maquinaciones urdidas de consuno con los enemigos del Gobierno, prevaricaciones, ni más ni menos, por parte de esos puñeteros fachosféricos que sabe Dios qué precio habrán puesto a su fechoría. Su teoría de que el montaje de los ERE no es más que una conspiración participada por la magistratura es, por supuesto, temeraria pero siempre hubiera sido peor sufrirla con una bata blanca negando, un suponer, la realidad de una inoportuna pandemia. ¿O no es verdad?

Después de todo, la vice no sabe ni tiene por qué saber Derecho puesto que es médica no ejerciente mientras que los invasores ropones del TC saben de sobra lo que traen entre manos

Claro está que su discurso no es exclusivamente suyo. A ella se le podrá censurar, entre otros pasionales excesos, su sobreactuación de palmera en el banco azul o la intolerable grosería que supone llamar cabrón con todas sus letras a un diputado de la leal Oposición. Pero no cabe endosarle a la pobre la exclusividad de la injuria a la Justicia a poco que se tenga en cuenta que lo mismo que ella hace con entusiasmo lo hacen también, en definitiva, los magistrados sanchistas en el Tribunal Constitucional al descalificar al órgano que no sé por qué seguimos llamando Tribunal Supremo cuando, en la práctica y por las bravas, no es sino una instancia más de apelación, aunque haya todavía otras más allá de nuestras fronteras de toda la vida. Las cosas como son: si hubiera que sancionar a la vicepresidenta por su rotundo y flagrante desacato a la Justicia, habría que leerle la cartilla también a los vigilantes de la integridad constitucional.

Eso sí, en lo que se pasa tres pueblos la vice es en reclamar a la Oposición que pida perdón a los convictos indultados o amnistiados, porque eso no es ya un simple exceso verbal sino un desequilibrio tipo ministro Puente. Después de todo, la vice no sabe ni tiene por qué saber Derecho puesto que es médica no ejerciente mientras que los invasores ropones del TC saben de sobra lo que traen entre manos. Lo de ella es un fleco más de su característica arrabalería; lo de los ropones resulta incomparablemente más grave, por la sencilla razón de que implica el despreciativo cuestionamiento de nuestro vigente sistema judicial. Encaramarse por encima del Supremo no es sólo un abuso: es un atentado contra el Estado de Derecho.

Todo lo malo puede ser peor

De todas maneras, así va la vaina, y enseguida hemos de comprobar que torcer el brazo a la Justicia no es ya sólo un sueño delincuente sino una opción política más, incluida en el plan de demolición de las instituciones que venimos contemplando perplejos desde que la casquería partidista logró aglutinarse, siquiera en equilibrio inestable, en un inconfesable proyecto autocrático. ¿Qué importancia puede tener la zafia vulgaridad que exhibe esa vice cuando trapea e injuria a un diputado llamándole cabrón o el disparate que supone su insulto a los tribunales sentenciadores al descalificar sus sentencias? La mujer hace lo que puede y sabe, que no es otra cosa que jalear al jefe, en plan agradaora máxima y pare usted de contar. Por eso decía que menos mal que anda en la política y no interpretando la realidad en un hospital. Bien mirado, todo lo malo puede ser peor. En esta legislatura inútil pero demoledora lo estamos comprobando cada dos por tres.

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