Opinión

¿Por qué Bruselas odia la creosota?

Es el momento de reclamar al nuevo Parlamento europeo que afronte las medidas realmente urgentes y se olvide de perseguir minucias anecdóticas que bordean el ridículo

  • La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

Es bastante probable que la inmensa mayoría de la población de la Unión Europea no sepa qué es la 'creosota' ni para que sirve. Sin embargo ha sido víctima de una de las últimas preocupaciones de los socialistas -de todos los partidos- que la gobiernan. La UE ha devenido una máquina burocrática intensiva y extensivamente amiga de las prohibiciones de todo tipo, y al tiempo, enemiga de la libertad y la innovación. Mientras tanto, la otra gran potencia económica, los EEUU, operando en sentido contrario cada vez se distancia más de nosotros en innovación tecnológica y consecuentemente en crecimiento de la renta per cápita.

La expansión de las telecomunicaciones se llevó a cabo mediante el tendido de redes de cables sostenidos en postes de madera. Para garantizar su durabilidad, los postes eran tratados con creosota, un producto químico derivado de la hulla. Con el paso del tiempo, los cables fueron enterrados en conducciones subterráneas mientras los seculares postes en desuso se reutilizaban en la construcción, sobre todo en las zonas rurales. Como es natural, cada vez quedan menos, pues dejaron de fabricarse hará, al menos, medio siglo. Pues bien, los escasísimos que existen no pueden comercializarse en la UE, por capricho de políticos, que no siendo capaces de hacer su trabajo -consumar el mercado único, liberalizar de verdad todos los mercados, facilitar la innovación, etc...– se dedican a tonterías populistas -la penúltima, prohibir el consumo de patatas fritas con sabor a jamón- cada vez más ridículas.

Recién celebradas elecciones al Parlamento Europeo, que han resultado más favorables a los partidos potencialmente más sensatos que a los populismos al uso, es el momento de exigir al nuevo gobierno de la Unión una revisión a fondo de sus políticas, en al menos los siguientes frentes:

  • Profundización del mercado interior, que sigue sin consumarse por los inconfesables intereses de países como Francia, que evitan así que la innovación y la competitividad progrese y se extienda como sucede en el homogéneo y abierto mercado norteamericano.
  • Política de la competencia orientada a la eficiencia de los mercados, que como siempre ha sucedido en EEUU, se ve favorecida por las concentraciones empresariales y perjudicada por la proliferación de agentes. Es asombrosamente ridículo que en la UE haya más de cien operadores de telecomunicaciones cuando en EEUU y China apenas existen menos de media docena. ¿Por qué los burócratas de la UE evitan la fusión de Iberia y Air Europa?
  • Contención regulatoria, mediante la aplicación de una norma que se está extendiendo en el mundo anglosajón: cada nueva regulación debiera exigir para su entrada en vigor la eliminación de al menos tres previas.
  • Insostenible Estado de Bienestar: La UE, según nos recordó hace algún tiempo Merkel, con sólo el 7% de la población mundial ostenta el 25% del PIB mientras realiza el 50% del gasto social. ¿Alguien en su sano juicio cree que es posible el sostenimiento de esta situación? El traslado -inconsentido- a las nuevas generaciones de la deuda pública de ciertos países europeos, sin que las políticas presupuestarias deficitarias encuentren techo, coincide –porque es causa- con su decadencia económica y en consecuencia de la UE.
  • Defensa propia: como suelen argüir los más serios analistas de EEUU, no es posible tener política de defensa si no se disponen de medios para ejecutarla. Durante décadas, la UE ha delegado en EEUU su propia defensa, algo inaudito y más aun teniendo en cuenta que los mayores peligros y desafíos están mucho más próximos a nuestras fronteras que a las de nuestro “protector”. ¿Hasta cuándo perdurará esta asombrosa irresponsabilidad histórica?
  • La inmigración, ahora de moda, ha venido para quedarse. La población de los veintisiete países de la Unión Europea descenderá de los 447 millones en 2020 hasta los 416 millones en el año 2100, según proyecciones de Eurostat. Mientras tanto la presión migratoria desde los países más pobres no cesará. Frente a esta grave y cada vez más acuciante situación, la UE está obligada a plantearse, acordar y sobre todo ejecutar una política inmigratoria común. Hasta ahora, como en Defensa, venimos mirando para otro lado.
  • Cambio climático: La UE debe renunciar cuanto antes a su cada vez más ridícula pretensión de salvar el calentamiento global de la tierra por sí misma. Recientemente se ponía de manifiesto en esta columna que nuestra posible contribución al cambio climático representa menos de una diezmilésima parte del presunto problema. Cabe añadir que según acaba publicar la revista Science, de l.500 políticas para reducir emisiones, apenas 63 -un 4,3%- resultaron eficaces. Puesto que los costes de oportunidad de la política climática de la UE son cada vez más perjudiciales para su economía y sobre todo para su industria, su revisión crítica – “con luz y taquígrafos”– es cada más urgente.

Suecia es la quintaesencia de los límites de las políticas socialistas que condujeron al cuarto país más próspero del mundo a principios de los pasados años setenta al lugar décimo cuarto a mediados los noventa

En su imprescindible obra maestra Capitalismo y revolución (2017), recientemente reeditada, el maestro Gabriel Tortella, además de glosar el triunfo de la economía de mercado frente al fracaso comunista, señala de paso como la socialdemocracia ha muerto de éxito al haber consumado por el camino sus mejores expectativas. Suecia es la quintaesencia de los límites de las políticas socialistas que condujeron al cuarto país más próspero del mundo a principios de los pasados años setenta al lugar décimo cuarto a mediados los noventa. El regreso a un orden económico menos intervencionista, con medidas liberales que favorecen la libertad ciudadana frente a un estado omnipresente, lleva tiempo rindiendo muy buenos resultados. ¿A qué esperan los demás países de la UE más socializados -con España, Francia e Italia a la cabeza- para operar en consecuencia?

Las últimas elecciones al Parlamento de la UE han reflejado una cierta dilución de las fuerzas políticas populistas, caracterizadas todas ellas por su animosidad contra “las creosotas de turno” y planteamientos alejados de los temas descritos, mientras que los partidos más convencionales han recuperado peso específico.

Por otra parte el Partido Popular español ha visto crecer su presencia en la nueva Eurocámara, lo que representa una oportunidad de liderazgo que debería ejercer señalando el camino a seguir a sus colegas. Los postes telefónicos creosotados o las patatas fritas con sabor a jamón, deben dejar paso a los verdaderos problemas de la UE antes planteados. ¿Será capaz el PP de aprovechar esta oportunidad?

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