Opinión

¿Para qué sirve el bitcoin?

Es un activo especulativo que, igual que no existía hace 15 años, podría desaparecer mañana y el mundo seguiría igual…

Hace unos días el candidato -y ex presidente- Donald Trump, en un acto de su campaña electoral en el que también quiso promocionar su proyecto World Liberty Financial (que ha presentado junto a sus hijos), invitó a unas hamburguesas a sus partidarios en un bar cercano a la Universidad de Nueva York. Quiso pagar en Bitcoin y se gastó 998,70 dólares que fueron recibidos con una aplicación que se llama Zaprite que sirve para que los clientes cambien sus criptomonedas a dólares, algo que, según se pudo ver en las imágenes ofrecidas por la televisión, fue un proceso nada sencillo que se alargó varios minutos. De algún modo dejó en evidencia la gran mentira de los ortodoxos del Bitcoin que siguen defendiendo que es dinero, cuando no lo es. El gesto de Trump, que a pesar de las críticas vertidas durante su presidencia, ahora parece ser un gran defensor de las criptodivisas -hasta el punto de prometer crear una reserva nacional de Bitcoin si gana las elecciones- no acabó de ser tan exitoso como pretendía. Sus detractores, fuera del establecimiento le pusieron canciones de Taylor Swift para que las oyera cuando salió. Más allá de la anécdota, lo que muestra que se filtrara la cantidad de la factura en dólares y no en Bitcoin ya deja clara la preponderancia de la moneda de siempre contra la que pretende serlo.

El mercado de criptomonedas es altamente especulativo, se ha deformado con la aparición de miles de tokens pero, sobre todo, ha sido absorbido por la industria financiera tradicional

El primer Bitcoin fue minado el 3 de enero de 2009. Su éxito en los mercados financieros es indudable pero su fracaso como una nueva forma de dinero, también. La idea de crear algo virtual usando algoritmos que funcionara como una mejor garantía que el dinero emitido por los bancos centrales era arriesgada pero durante un tiempo convenció a muchos, que creyeron que podía ser un oro digital. Sin embargo, para que algo sea considerado dinero debe poder usarse en transacciones y aunque ha habido algunas, no ha conseguido imponerse. Al final el Bitcoin es un activo financiero que, por su éxito tanto en volumen como en rentabilidad, ha convencido a los inversores. El mercado de criptomonedas es altamente especulativo, se ha deformado con la aparición de miles de tokens pero, sobre todo, ha sido absorbido por la industria financiera tradicional.

Del mismo modo que cualquiera puede comprar un fondo de inversión que invierte en compañías de las que no sabemos nada, simplemente porque confiamos en que subirá de precio, también podemos invertir en Bitcoin sin haber resuelto el algoritmo de creación ni saber exactamente qué significa ser poseedor de una fracción de una criptomoneda. Al final, el mercado ha adoptado a un nuevo activo (que se supone había nacido para ofrecer algo original y rompedor) y lo ha incluido en las carteras de grandes y pequeños inversores, y son los bancos tradicionales los primeros que están encantados con las comisiones que ingresan gracias a un producto tan volátil y tan popular. Como las acciones de Nvidia que apenas nadie conocía o como quien compra un ETF de valores relacionados con la Inteligencia Artificial porque está de moda. En eso se ha convertido la gran alternativa “romántica” al dinero emitido por los bancos centrales: algo que se compra y se vende con la intención de ganar dólares, euros o libras... Y como tal hay que tratarlo: un activo especulativo que, al contrario que una acción o una divisa, no posee un valor intrínseco (como advirtió no hace mucho el propio BCE) porque no representa nada tangible ni está respaldado por nada, pero que se sostiene porque hay un gran volumen de participantes que están dispuestos a comprarlo. Esto puede parecer muy peligroso (lo es si se pasa de moda, aunque ahora mismo no parece creíble que vaya a ocurrir) pero no deja de ser parecido a lo que ocurre con una obra de arte estéticamente discutible pero cara, el valor que se le asigna no deja de ser algo arbitrario pero no por eso no deja de ser valiosa.

Podría desaparecer mañana y el mundo seguiría igual… tan sólo provocaría una debacle financiera entre los que le han asignado ese papel

Si Trump gana las elecciones y el país más poderoso del planeta compra Bitcoin, como hizo en su día El Salvador, como una reserva estratégica, porque considera que tiene valor en sí mismo, ayudará en gran medida a darle valor y confiabilidad. Eso no cambiará el hecho de que es un activo especulativo que, igual que no existía hace 15 años, podría desaparecer mañana y el mundo seguiría igual… tan sólo provocaría una debacle financiera entre los que le han asignado ese papel. Y a quienes lo defienden porque argumentan que es un “refugio” no hay más que ver su evolución: alcista pero aún más errática que, por ejemplo, la del Nasdaq, con el que tiene un cierto paralelismo. El Bitcoin subió de 15 mil a 65 mil dólares de finales de 2022 hasta marzo de este año, desde entonces sus movimientos son amplios dientes de sierra entre los que destaca el -20% tras el -12,4% del Nikkei japonés del 4 de agosto. ¿Qué clase de refugio es un activo que se hunde cuando se desploman las bolsas de manera tan irracional (como el tiempo ha demostrado) e incluso con mayor virulencia? El que exista o no el Bitcoin (no digamos ya las miles de criptos que hay) no reduce la validez de la tecnología blockchain, que es lo realmente valioso que trajo aparejada su aparición. Más allá de eso, ya hay suficientes activos especulativos en el mundo.

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