Entrevista

España

Carlos Hernández Quero (Vox): "El enfado joven por la vivienda no debe ser contra los boomers, sino contra el sistema"

El portavoz de Vivienda de Vox defiende en Vozpópuli la necesidad de "volver a ser una sociedad de propietarios" como filosofía ante el problema habitacional

  • Carlos Hernández Quero, diputado y portavoz de Vivienda de Vox. -

La camisa, de la marca de moda, introducida en la arena política nacional por el PP andaluz, es quizás la única pista para descifrar a qué partido pertenece Carlos Hernández Quero (Madrid, 1990). Uno de los diputados más jóvenes del Congreso, de aspecto jovial y doble pendiente en la oreja izquierda, insumiso al código institucional, y cuyas dos palabras fetiche cuando toma la palabra no son sino jóvenes y social. Dos conceptos que, combinados, ya sea en el bar de la esquina, en un botellón –es el gran tema de conversación entre los jóvenes a la tercera copa– o en la Carrera de San Jerónimo, sólo pueden desembocar en el problema de la vivienda. 

 

Hablamos de ello con Carlos Hernández Quero, licenciado y doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, que no es el portavoz de vivienda del PP ni de Podemos, sino de Vox, aunque parezca una versión remasterizada de la vertiente más académica de ese 15-M que tomó hace 13 años la Puerta del Sol. "A lo mejor, si nada cambia, dentro de 13 años querremos un coliving digno", bromea con un movimiento por el que reconoce su "máxima simpatía". 

 

PREGUNTA. Siempre que aflora su nombre se le enmarca dentro de la corriente más social de Vox. No sé si se siente cómodo con esa etiqueta.

 

RESPUESTA. Yo creo que Vox es un partido eminentemente social en el que no hay una corriente que pueda ser etiquetada como tal, suponiendo que, entonces, habría una que no lo es. El nacimiento de Vox está en la respuesta a muchos problemas sociales, antropológicos, cotidianos de los españoles y, por tanto, se reivindica como un partido social.

 

P. Me refería a que mantiene un discurso muy pegado a los problemas de los jóvenes.

 

R. Sí. En las últimas décadas –y en particular en los últimos años– hemos asistido a un proceso de destrucción de expectativas para la juventud en un terreno material, fiscal, de acceso a la vivienda, laboral; en definitiva, como decía, en un terreno general de expectativas. Particularizándolo en la vivienda, casi todos los jóvenes de hoy han nacido en hogares en propiedad y saben que muy difícilmente la casa en la que viven va a poder ser suya. Esto es un cambio de paradigma muy importante en la manera en la que la gente afronta el futuro. Porque deja de hacerlo con esperanza, con ilusión y con la sensación de que va a poder progresar socialmente. Lo he mencionado en alguna de mis intervenciones: antes, el objetivo era comprarte un piso; ahora, es compartir un piso. 

 

P. Forma parte de la cultura española comprar un piso y basar la riqueza familiar en torno a ese pilar básico que es la vivienda. ¿Vamos a tener que renunciar a ello? 

 

R. Yo estoy muy orgulloso de la cultura mediterránea, porque no es solamente el caso de España, sino también el de Portugal o Italia, donde hay altas tasas de familias con casas en propiedad. Esto es una diferencia muy grande con el norte de Europa, habitualmente escogido como el modelo a seguir. Hablamos de países con unas tasas de suicidio, de mayores viviendo en situaciones de soledad o de descomposición social increíbles, donde el problema de la inmigración masiva también pega mucho más fuerte que aquí.

 

Por ello, yo no creo que el norte de Europa sea el modelo. Creo que la tenencia en propiedad de una casa ha sido lo que ha garantizado a muchos españoles tener libertad, autonomía, seguridad material, estabilidad y arraigo durante mucho tiempo en un mismo entorno. Creo que la edad dorada de la propiedad en España es la edad dorada, por ejemplo, de los barrios. De gente que se vinculaba a un mismo entorno por mucho tiempo, que se preocupaba por los servicios que había en ese entorno, que los tenía cerca, que conocía a sus vecinos, que se encontraba con ellos en el bar, en la farmacia, en los comercios; gente cuyos hijos no tenían que estar dando tumbos de un lado a otro. 

 

P. ¿Qué propone Vox para atajar este problema?

 

R. Bueno, antes de qué propone Vox, si me permite, vamos a hablar de por qué lo que se está proponiendo ahora mismo nos está distrayendo. Recientemente ha habido una manifestación con el lema de bajar los alquileres que cuenta con toda nuestra simpatía y empatía. Porque la gente que salió a la calle hace ya casi diez días lo hacía ante una situación que es absolutamente alarmante y extrema. Una situación en la que muchos no pueden ni siquiera llegar a vivir alquilados, sino que tienen que buscarse soluciones absolutamente demenciales y degradantes.

 

Se está poniendo el foco en bajar los alquileres cuando el foco debería estar en volver a la sociedad de propietarios. No como un norte o un objetivo lejano, sino como algo para lo que hay que trabajar desde ya. El problema de los alquileres llegó a España cuando se expulsó a muchísima gente del mercado de compraventa y, por lo tanto, aumentó la demanda de alquileres. Cuando decidimos que el modelo de desarrollo del país iba a ser desvertebrarlo. Y que sólo hubiera tres, cuatro o cinco polos de desarrollo a los cuales mandar a toda la juventud; es decir, más demanda. Cuando abrimos las puertas a medio mundo a nivel de inmigración; es decir, más demanda. Y mientras tanto ni se construía ni se rehabilitaba ni se hacían leyes que dieran seguridad jurídica.

Se está poniendo el foco en bajar los alquileres cuando el foco debería estar en volver a la sociedad de propietarios

 

Entonces, lo que hemos tenido en el programa los últimos quince años es más demanda en las grandes ciudades y cada vez menos oferta. Y lo último, que es precisamente aquello que está proponiendo la izquierda como solución a la crisis actual, que es más regulación, ya hemos visto que en ningún lugar ha funcionado, que solamente sirve para que desaparezcan pisos del mercado de alquiler convencional, para que los precios más bajos suban, para que aparezcan otros fenómenos de forma masiva como el alquiler por habitaciones de temporada o turístico, para que las zonas no reguladas vean un auge de los precios, para que se disuada la construcción y, sobre todo, en el caso de España con la Ley de Vivienda, para que se cree una nueva clase de indeseables a los que nadie quiere alquilar: familias con hijos a cargo, desempleados, mayores con pensiones bajas, jóvenes con salarios precarios y con muy poco tiempo en el mercado laboral.

 

P. Marginados.

 

R. Eso es. Con toda esta gente que en su día –hace 15 años– fue expulsada del mercado de compraventa, con la ruptura de la garantía hipotecaria y con las medidas postcrisis de 2008, y que ahora es expulsada del alquiler, no podemos seguir incidiendo en más alquiler. La primera cuestión para Vox es pensar qué hay que hacer para volver a tener una sociedad de pequeños propietarios. ¿Por qué? Porque cuando en España el 85% de la gente vivía en propiedad, el esfuerzo que las familias dedicaban a pagar el alquiler era muy inferior al actual. Ahora –creo– que es el 43% la media de lo que destinan las familias para pagar el alquiler. Hablamos de un porcentaje que prácticamente dobla el de la Unión Europea. 

 

P. Por puntualizar: no es sólo no topar el precio de la vivienda como solución al alquiler, no es sólo no fomentar el alquiler, sino que es fomentar que haya pequeños y medianos propietarios el eje de la política de Vox.

 

R. Eso es. En el año 2002, el 65% de la gente de entre 23 y 28 años –es decir, la gente que acaba de terminar una carrera, un máster o que está pensando en su inserción en el mercado laboral– era propietaria. En 2022, este dato bajó más de 40 puntos. No tenemos el dato de 2024, pero la tendencia es muy agresiva. En ese mismo momento, era un 25% el esfuerzo que suponía a las familias de menos renta al pago del alquiler. Ahora, con mucho menos propietarios, lo que supone a las familias el pago del alquiler es un 43% de media, como decía, pero con picos por encima del 60% en Palma de Mallorca, Madrid, San Sebastián o Málaga. Por ello, lo primero es volver a tener una sociedad de propietarios.

 

Carlos Hernández Quero, diputado de Vox, en la tribuna del Congreso.

 

Vox propone, para ello, diferentes recetas. Primero, para aumentar la oferta. Hay que acabar con las políticas de retención del suelo por parte de la Administración Pública que impiden que se pueda edificar y que, además, encarecen de forma muy violenta el precio final de la vivienda –lo que vale es el suelo y la licencia, no tanto la construcción– y que dificultan, por tanto, la ampliación de la oferta. Decimos que hay que liberar el suelo para construir. Pero, ¿construir para qué? ¿Para que se llene España de terceras, cuartas, quintas residencias? ¿Para que se llenen las grandes ciudades de bloques destinados a vivienda turística? ¿Para que se construya donde no hay demanda? No. La Administración tiene que tener muy claro que, en la medida en la que cede suelo público, o llega a acuerdos con la iniciativa privada en forma de subvenciones o descuentos con el suelo finalista, el objetivo tiene que ser construir para tener esa sociedad. Por tanto, hay que construir para que todos los que han sido expulsados tengan su primera vivienda. Con esto se sacaría a mucha gente de un mercado alquiler tan tensionado y permitiría que la demanda fuera menos agresiva. En segundo lugar, vinculado, sobre todo, al alquiler, hay que devolver la seguridad jurídica...

 

P. ¿Con una Ley Antiokupación?

 

R. Con una Ley Antiokupación, pero no solamente. Sino también derogando, fundamentalmente, la Ley de Vivienda y las regulaciones previas a 2020, con las medidas excepcionales tras la pandemia; 2022, con la Guerra de Ucrania; y el último clavo en el ataúd de la vivienda, que es en 2023 con la Ley de Vivienda. Una serie de medidas que han expulsado a aquellos a los que, justamente, decían que querían proteger. Una retórica de protección del vulnerable que, justamente, ha expulsado al vulnerable del acceso a la vivienda; en este caso, al alquiler. ¿Por qué? Pues porque los controles de precios, la tolerancia con las situaciones de impago o con las situaciones de inquiokupación han llevado a que muchos pequeños propietarios estimen que su objetivo es tener garantizada su renta a final de mes con otras opciones. 

 

Por eso ha subido el alquiler turístico, por temporada o por habitaciones, que son las tres clasificaciones que no están reguladas en la Ley de Vivienda. Hay un problema con la demanda cuando muchos de quienes compran ahora son grandes fortunas extranjeras mientras, al mismo tiempo, se ha desplomado la capacidad de compra de las familias españolas. En el caso de los jóvenes, por ejemplo, en 2011, casi el 70% de los jóvenes eran propietarios; en 2022, apenas eran el 33%. Estamos viendo cómo la propiedad se está concentrando cada vez en manos más poderosas y que, además, muchas veces, son manos extranjeras. No tiene sentido que obstaculicemos el acceso a una primera vivienda a un español mientras extranjeros están teniendo su sexta o séptima vivienda en España, y haciendo pingües beneficios, precisamente, con el hecho de que en España la vivienda es un bien escaso. Hay que priorizar al nacional sobre el extranjero. Priorizarlo en el caso de la compra. Y priorizarlo también en el caso de la vivienda social.

No tiene sentido que obstaculicemos el acceso a una primera vivienda a un español mientras extranjeros están teniendo su sexta o séptima vivienda en España

 

P. Hace especial hincapié en eso, en la vivienda social. 

 

R. En el largo plazo, es una de las patas importantes del discurso de Vox. Vivienda social –y esto es lo que distingue a Vox del resto de grupos que hablan de vivienda social– en propiedad y también en alquiler. En España, históricamente, ha habido una promoción de vivienda en propiedad muy importante, que permitió en 40 años, desde los años 60 hasta los años 2000, a unos 25 millones de personas vivir en hogares en propiedad, que creo que es algo formidable. La vivienda social en propiedad permitirá de nuevo a esa masa que está tensando los precios del alquiler por la demanda excesiva tener una casa en propiedad. Y el alquiler social permitirá que aquellos que ni siquiera dentro del mercado libre pueden acceder a un hogar que puedan permitirse tengan una casa.

 

P. Algún periodista ha apuntado a cierto miedo del Gobierno ante la posibilidad de que surja un nuevo 15-M a lomos del problema de la vivienda en una situación, además, parecida a la de 2011. ¿Cree que Vox podría alentar en la calle un nuevo movimiento de jóvenes indignados?

R. Tengo la máxima simpatía por las razones que llevaron a miles de jóvenes a manifestarse el 15-M de 2011 y los meses siguientes. Pero, para mí, hay un cambio paradigmático. Entonces, los carteles de Juventud sin Futuro, uno de los grupos que alentaba las movilizaciones previas al 15M, decían Sin casa, sin curro, sin pensión. Pero cuando decía sin casa no estaba hablando de alquiler; estaba hablando de la incapacidad para poder comprar. Esa pantalla ya la hemos dejado atrás. Y esto es, para mí, un cambio que tiene que ver con ese desplome de expectativas que mencionábamos al principio. Hemos hecho click y ya ni siquiera estamos pensando en que la casa en propiedad sea un objetivo. 

P. Ya sólo pensamos en un alquiler digno. 

R. Es que, a lo mejor, si nada cambia, dentro de 13 años querremos un coliving digno. Fuera de bromas, la situación es realmente dramática. Vox plantea una oposición total en todos los frentes a la política del Gobierno porque creemos que todo aquello que ha destruido eran cosas valiosas para la sociedad española. Lo es la unidad nacional, lo es la seguridad en los barrios, lo es la prosperidad y la economía y, por supuesto, lo es el acceso a la vivienda. Entonces, Vox estará siempre apoyando, como este mismo fin de semana se ha visto, al pueblo español en sus reivindicaciones legítimas contra un Gobierno –si bien es importante dejar claro que el problema de la vivienda no es solamente de este Gobierno, sino que viene de largo– que ha destruido las expectativas de la juventud y que ha generado un problema tremendo para las generaciones venideras.

A lo mejor, si nada cambia, dentro de 13 años querremos un coliving digno

 

P. Usted ha subrayado en varias intervenciones cómo se concentra la sociedad en cinco o seis ciudades –Madrid, Barcelona, Málaga, Valencia, Sevilla–, pero lo cierto es que los sucesivos gobiernos también se han rebanado los sesos viendo cómo fijar a la población. O sea, es un problema multinivel, no sólo de vivienda. 

R. Por supuesto. 

P. ¿Y es reversible ese proceso de parisificación de Madrid? ¿Es reversible que la gente no se vaya a una ciudad dormitorio de la capital y tarde una hora y media en llegar al trabajo? 

R. Mi sensación es que en ningún otro partido salvo Vox está hablando de que esto sea un problema.

P. El PP parece que ha despertado en este sentido, habla de ello. 

R. Parece que ha despertado, pero para poder cambiar esto hay que tener dos cosas en la cabeza: qué modelo de país se quiere y qué modelo de ciudad se quiere. Y el modelo de ciudad que el Partido Popular está promoviendo –pienso en Madrid, pero también en otras de las ciudades que se han mencionado, con alcaldías del Partido Popular desde antes de que yo naciera– es el modelo de la ciudad global. Un modelo que no mide que su gente viva bien para que sea una ciudad exitosa. Sino que mide su éxito según sus inversiones internacionales, según sus grandes eventos deportivos o musicales, según se instalen las sedes de grandes empresas, pero que luego ni siquiera dan trabajo al local, sino que hay teletrabajo o vienen los nómadas digitales, como está sucediendo, por ejemplo, en Málaga o en Granada, elevando los precios de la vivienda. Hay que repensar si la ciudad global, que seguramente sea muy atractiva para venderla de puertas hacia afuera, es una ciudad amable o no, o si es una ciudad hostil con el local. Porque se está dando la situación paradójica de que cuanto más de moda está una ciudad, más imposible es vivir en esa ciudad para el hijo de esa ciudad.

Carlos Hernández Quero.

P. Es una crítica muy parecida a la que hace Más Madrid con Ayuso. 

 

R. Bueno, esto es una cuestión que creo que es transversal, porque todo el mundo cuando se independiza lo primero que busca es –y este es el principal motor de búsqueda de casa en España– es que esté cerca de casa de los padres. Para poder conciliar, para poder verles, para estar cerca de los amigos, para tener un entorno en el que uno se sienta en casa. Para que cuando sale a la calle y va a un comercio, hablen su idioma. La ciudad global tiene dos dimensiones. A Más Madrid le parece mal una, la que se ha mencionado, pero la otra le parece estupenda. Cuando un comercio de toda la vida cierra para que pongan unos lockers… ¿Cómo se dice en castellano?

 

P. Consignas.

 

R. ¡Eso! Unas consignas para que guarden las maletas los turistas, o una tienda de souvenirs, a Más Madrid le parece fatal. Ahí está atacando una de las consecuencias de una globalización desbocada. Ahora, cuando es para que abra una carnicería halal le parece estupendo. Al vecino le resulta igual de desnaturalizador y de desarraigante ambas experiencias. Porque pierde el comercio que le da servicio y que responde a sus necesidades, porque deja de tener gente con la que hablar, incluso deja de poder ir a un negocio en el que hable su propio idioma.

 

P. Se refiere a preservar la cultura española.

 

R. Eso es. De preservar la cultura española y de poner por encima de los intereses de ninguna otra persona los intereses del vecino. Resulta paradójico que unos y otros se tapen un ojo cuando es una parte de la globalización que no les interesa.

 

P. Decía usted también que “hemos cambiado el trabajo, casa y coche por el desempleo, coliving y patinete eléctrico”. Me recuerda a eso que dice Ana Iris Simón de que somos pobres con Netflix.

 

R. Es 100% así. Hemos vivido es una desposesión material. Para mí, lo dramático es que todo aquello se daba por hecho. A uno en su familia le iba mejor o peor, pero sus padres conducían un coche con el que se iban de vacaciones; y la casa en la que vivían la estaban pagando al banco, pero eran propietarios de esa casa, no hablo ya de los que tenían un pequeño apartamento en la playa o en la sierra. Esto también tenía otras ramificaciones, que era lo que definía la clase media. Todo esto ha desaparecido. Y a esta desposesión material le ha acompañado una desposesión cultural –que denuncia muchas veces Ana Iris Simón– y que tiene que ver con esa mención a Netflix. Una de las respuestas más extendidas a la juventud que protesta por los precios de la vivienda es que es su culpa, porque han estado pagando suscripciones a Spotify o a Netflix y una vez hicieron un viaje en una aerolínea lowcost. Esto es realmente dramático, porque se está aleccionando, regañando y levantando el dedo a una generación cuyas cartas de partida son mucho peores.

 

Una de las respuestas más extendidas a la juventud que protesta por los precios de la vivienda es que es su culpa, porque han estado pagando suscripciones a Spotify o a Netflix y una vez hicieron un viaje en una aerolínea lowcost

 

P. Entiende entonces esa guerra, ese enfado generacional contra los boomers que aflora en las redes sociales.

 

R. Yo entiendo el enfado generacional, que no necesariamente debe ser contra los boomers, sino contra el sistema que ha posibilitado esto. Vox es un partido que tiene como objetivo fundamental la concordia civil. Y que está contra el enfrentamiento de sexos, entre regiones, entre padres e hijos, contra el enfrentamiento por lo que hicieron nuestros abuelos hace 80 años en una guerra y contra el enfrentamiento entre generaciones.

 

P. Pero es verdad que los jóvenes son uno de sus principales caladeros de votos. 

 

R. Nos gustaría pescar en todos los caladeros, puesto que creemos que nuestro mensaje responde a cada una de las necesidades de cada segmento. No rehúyo la pregunta: hay un descontento cada vez mayor porque el acceso o no a la vivienda en propiedad se ha convertido –desde hace 15 años, desde la crisis de 2007-2008– en un elemento cada vez más diferenciador y generador de desigualdades. Hace unas semanas salía en un medio de comunicación un gráfico que hablaba de cómo se había multiplicado la distancia de la renta media entre la población mayor y la población joven. Teniendo un patrimonio igual en mitad de los años 2000, ahora ese patrimonio ha multiplicado por nueve la distancia. Y no porque hubiera crecido mucho el de los mayores, sino porque se había desplomado el de los jóvenes. No es que el entorno de gente que vota a Vox aliente una guerra generacional de los jóvenes contra los boomers, sino que los partidos que han estado en el Gobierno en España desde hace 20-25 años han alentado una guerra contra los jóvenes.

 

Carlos Hernández Quero interviene en el Congreso.

En España, los presupuestos tan pírricos que ha habido en vivienda han impedido que haya una promoción –como la que sí que existió en su día, porque esto no es imposible– de vivienda social que permitía, según nuestros parámetros, construir en propiedad.

 

P. ¿En qué momento?

 

R. Varios ejemplos en el tiempo desde los 60 hasta los años 90, lo que es la edad de oro de la vivienda protegida en España. Entre el año 61 y el año 75, por ejemplo, se construyen cuatro millones de viviendas, tanto en, diríamos hoy, colaboración público-privada como directamente construidas por el propio Estado. Pero es que desde el año 75 hasta casi el año 90, la tendencia de construcción es de más de 100.000 viviendas al año, con años por encima de las 200.000 viviendas. El año pasado, el Gobierno prometió 184.000 viviendas en cuatro años. Hemos visto que se hicieron cuatro millones entre el 61 y el 75; del 75 al 90, más de 100.000 o más de 200.000 por año; desde el 90 hasta la crisis, 60.000 por año; y desde la crisis hasta la actualidad, un desplome.

 

P. Veo miedo a decir que habría que hacer algo parecido a lo que hizo Franco con la vivienda.

 

R. Yo aquí soy de lo que funciona. Hasta los años 80 –y no estaba Franco, estaba Felipe González– había tanta vivienda protegida como vivienda libre ¿Eso quiere decir que el Estado tiene funcionarios, obreros y carpinteros que están dentro las casas? No, quiere decir que se genera un ambiente lo suficientemente atractivo para que haya una colaboración entre los intereses que tiene el Estado –aumentar la tasa de personas que tienen una vivienda digna en propiedad o en alquiler– y los intereses de quien quiere construir. El Estado puede alinear esos intereses. Si actualmente se han prometido 184.000 viviendas y no se ha construido ninguna, o casi ninguna, es porque no hay voluntad política. Pero sí hay memoria: si uno acude al programa electoral de Zapatero en 2008, prometió 600.000 viviendas. Así que el PSOE, de momento, nos debe 784.000 viviendas.

 

 

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